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Rachel empieza a sentir la imperiosa necesidad de hablar, por primera vez. No le incomoda el silencio, sino que ahora se siente completamente incapaz de estar junto a Walter y no oír su voz.

—¿Qué has hecho durante estos días? —pregunta él entonces, como si le leyera la mente.

Por un momento, ella se sonroja de tan solo pensar que él también quiere oír la voz de ella.

—Nada fuera de lo común. ¿Y tú qué has hecho durante estas... noches? —murmura ella, ansiosa por conocer la respuesta. Quiere saber todo lo que tenga que ver con el chico que la acompaña.

Y a cada vez que va a hablar, menos tiempo tarda el chico de veintiún años en elegir los vocablos adecuados.

—Calculando exactamente cuánto tiempo es pronto.

Rachel siente cómo las mejillas y las orejas se enrojecen. Es lo más tierno que ha oído nunca. Walter es la viva imagen de los chicos a los que un día le habría gustado sacar de sus libros.

Pero mejor. Mucho mejor.

Él es real.

—¿He dicho algo... malo?

Ella enrojece más (si es que eso es posible) y niega rápidamente con la cabeza.

—No, no es eso.

Y ninguno se atreve a volver a hablar.

Rachel, porque cree que se va a morir de la vergüenza y Walter porque tras diecisiete días sin mediar palabra con nadie, no sabe como hacer para decir que pronto debería de ser menos tiempo.

heliophilia © (libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora