Confesiones

880 161 76
                                    

A Sandra nunca le había caído bien ninguno de los amigos de su hermano David. Eran sólo un año mayor que ella, al igual que su hermano, pero sólo por haber superado la mayoría de edad, se creían mejores, más maduros e importantes, y a ella la trataban como si todavía fuera una niña.

Sin embargo, con Héctor sentía algo especial. Por un lado, le molestaba su comportamiento con las chicas, siempre tonteando con ellas,ligando hasta sin querer, manteniendo relaciones intensas pero muy breves. Era tan atractivo, simpático y encantador que no le costaba ningún esfuerzo llamar la atención de cualquier chica, y conseguir un beso de ella. Pero a su vez, también le molestaba no poder ser indiferente a sus encantos. Se lo pasaba muy bien con él, le encantaba su sentido del humor y cómo le hablaba, sin hacerle sentir que era la molesta hermana pequeña de su amigo. Pero él no la miraba como a las demás chicas y eso todavía la sacaba más de quicio.

Siempre estaban de broma, se metían el uno con el otro. Ella le decía que nunca conseguiría enamorarse porque nunca estaba el suficiente tiempo con una chica para conocerla de verdad. Y él se burlaba de ella diciéndole que se perdería mucha diversión por creer todo lo que cuentan las películas románticas sobre el príncipe azul y las relaciones perfectas.

Ese verano, David se fue de campamento durante una semana y, fruto de la casualidad, Héctor y Sandra empezaron a quedar a solas. Ella iba a cumplir los 18 y había ido al centro comercial a comprarse un vestido que su hermano le había encargado como su regalo. Allí se encontró con Héctor que buscaba un libro con el que acompañarse las tardes solitarias de verano, mientras su pandilla estaba fuera dela ciudad.

Quedaron a tomar un helado, empezaron a hablar y lo pasaron realmente bien. Sandra se dio cuenta de por qué Héctor no le resultaba tan insoportable como el resto de amigos de su hermano. Era muy divertido, se podía hablar con él de cualquier tema y esa mirada dulce desde sus ojos color avellana, hacían que cientos de mariposas se agitaran en su estómago.

Héctor se dio cuenta de que esa chica no era como ninguna de las que había conocido. Era muy risueña y optimista, tenía un sentido del humor que creía que sólo encontraría en sus amigos, le encantaba hablar de cualquier cosa con ella, mostrándose con total naturalidad y su sonrisa conseguía volverlo loco. No era capaz de identificar esa sensación que se había instalado en su estómago. Sólo sabía que no quería dejar de disfrutar de su compañía.

Decidieron repetir el encuentro al día siguiente, y lo estuvieron haciendo cada tarde de aquella semana. Hasta que el viernes por la noche, David anunciaba su llegada y le pedía a Héctor que se vieran al día siguiente para salir juntos de fiesta. Héctor aceptó encantado,tenía muchas ganas de ver a su amigo, pero también quería estar con Sandra, así que le propuso a David que también saliera su hermana con ellos.

Esto le sorprendió bastante a David y, aunque quiso sacarle más información a Héctor, este prefirió ir a hablar con él en persona, y se presentó en su casa el sábado por la tarde, momento en el que Sandra había quedado con unas amigas y no estaría en casa.

Pero Sandra regresó pronto. No le apetecía estar con sus amigas, echaba de menos a Héctor y temía que no volvieran a recuperar la complicidad que habían encontrado durante esa semana. Sus amigos habían vuelto del campamento y volvería a salir con ellos, así que no tendría tiempo para salir con ella.

Héctor estaba en el cuarto de David, confesándole a su amigo ese extraño sentimiento que Sandra había despertado en él. Le decía que estaba asustado y desconcertado. Nunca había sentido algo así y temía haberse enamorado.

—No sé que hacer, David. Sé que es tu hermana y no querría que algo saliera mal y se estropeara nuestra amistad.

—¿Estás seguro de lo que sientes?

—Ni yo mismo me lo creo, pero no dejo de pensar en ella. Y no de la misma forma que pienso en otras chicas, es muy diferente. Es algo que... No sé, tío, ¡me tiene loco!

—No sé qué decirte. No imaginaba que tú y mi hermana... Siempre os habéis llevado fatal.

—Lo sé, y eso también me preocupa. Ni siquiera sé si está interesada en mí. Pensaba que me odiaba, pero esta semana ha sido todo tan...¡genial!

—Pues tendrás que averiguarlo.

—¿Eso quiere decir que no te importaría que saliera con tu hermana?

—Claro que no. Sois dos de las personas que más quiero en el mundo. Así que me haría feliz veros felices. Siempre que estés dispuesto a hacerla feliz, y que no sólo sea durante unas horas...

—De eso sí que estoy seguro, de que me gustaría hacerla feliz el resto de mi vida. Si es que ella está dispuesta... ¡Joder, tío, me he enamorado!

Cuando escucharon la puerta de casa al cerrarse, los dos chicos se quedaron mudos. Los padres de David estaban fuera ese fin de semana y Sandra se suponía que no tendría que llegar a casa tan pronto.

—Ya estoy aquí, ¿hay alguien? —preguntó Sandra dejando las llaves sobre la mesa.

Los dos chicos se pusieron muy nerviosos y no se les ocurrió otra cosa que hacer que Héctor se escondiera en la ducha del baño que había en la habitación de David.

—Hola hermanito, ¿estás solo? —preguntó Sandra al pasar por su cuarto.

—Sí. ¿Qué pasa? ¿Por qué has venido tan pronto?

—¿Puedo hablar un momento contigo?

—Claro. Dime...

—Yo... Tengo que decirte algo. No sé qué hacer y necesito tu consejo. Verás, me gusta un chico, me gusta mucho, pero no sé si yo le gusto a él. A veces me da la impresión de que sí, pero lo conozco desde hace mucho tiempo y sé que él no quiere tener una relación seria. Quizás sí que le guste, pero me da miedo que sólo busque algo pasajero y, aunque me muero por besarle, no podría soportar que sólo fuera durante un rato. Yo quiero algo más... Quiero estar con él el resto de mi vida. Me he enamorado, David.

—Ah... Yo... Bueno, no sé qué decir...

—Quiero que me digas si tú crees que debería confesarle lo que siento o apartarme todo lo que pueda de él.

—¿Yo?¿Por qué yo?

—Porque tú le conoces... Es Héctor.

Al escuchar esas palabras, Héctor se puso nervioso y sin querer, tiró el bote de champú que cayó al suelo haciendo un fuerte ruido.

—¿Qué ha sido eso? —preguntó Sandra sobresaltada.

—Algo que se ha caído...

—¿Hay alguien ahí dentro? ¿Estabas con alguien? ¡Ay, perdona, David! ¿He interrumpido algo? Lo siento. Por eso estabas tan nervioso, claro. Mejor me voy, ya hablaremos otro día.

—¡No!—exclamó David —:Será mejor que sea yo quien me vaya. La persona que está ahí dentro no me espera a mí, sino a ti. Entra.

Sandra se quedó pensativa mientras observaba cómo su hermano se marchaba de la habitación. Se acercó a la puerta del baño y la abrió con timidez.

Allí, metido en la ducha, con el bote de champú en la mano que desparramaba el líquido sobre sus pantalones, estaba Héctor mostrando una forzada sonrisa:

—¡Héctor!¿Qué haces aquí?

—Ya ves...

—¡Mierda!¿Has estado escuchando? —preguntó Sandra avergonzada.

—Sí, no he podido evitarlo.

—¡Joder, qué vergüenza!

—Lo siento, ha sido sin querer. Pero, ¿sabes qué? Me alegro mucho de haberlo hecho. Porque yo también vine a hablar con David para confesarle lo que sentía por ti.

Héctor dejó el bote de champú, salió de la ducha y se acercó hasta Sandra:

—Y no sabes lo feliz que me hace saber que tú también sientes lo mismo.

Con un cálido beso confirmaron su primer amor. 

Mi primer amor-Relato (basado en hechos reales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora