PRÓLOGO

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Auvers-sur-Oise, Francia. 1890.


El pintor mueve lentamente el pincel mientras refleja lo que ve, en el cuadro en blanco. 
Pintar es lo único que puede hacer tras salir del hospital. Parecía que hacerlo le hacia sentir mucho mejor que estar metido entre las cuatro paredes de su alcoba.
Tras varios días por ser vigilado por su médico, ha decidido cambiar de aires por una larga temporada y mudarse de nuevo al pueblecito en el que nació para poder vivir allí el resto de sus días. 
El pintor observa como una mujer va caminando hacia el lugar que está pintando y decide dibujarla junto con la iglesia que está recreando en su hermosa visión. 
De pronto se pregunta a sí mismo por qué no se ha enamorado en sus treinta y siete años de vida.  Que por qué no conoció a la mujer de su vida para poder ser feliz. Pero cuando observó la hermosa recreación que tenia delante, supo el motivo de su soltería.
Vincent recuerda de pronto la noche estrellada que pintó dos años atrás. Quisiera pintar una noche igual que aquella, se digo a sí mismo. Pero con una luna blanca gigante en medio de aquellas estrellas, se volvió a decir.
Él vuelve a pensar en el hermoso campo que pinto semanas atrás a lo que en ese día estaba pintando. En lo relajado que estaba cuando lo pintaba. Pero cuando pinto aquel campo, lo hizo acompañado de su doctor. Un hombre que le dijo que se relajase el tiempo que fuera necesario, que ya le esperaria. Ya que su doctor conocia de su enfermedad y lo único que queria era que sus últimos días lo pasara como el pintor sabia. Pintando y recreando con su visión lo que tenia delante.
Ya anochecido, el pintor se santiguo para despedirse de aquel lugar santo al cual había recreado. Le dice adiós al reverendo que se encontraba en la puerta de la iglesia, porque sabía que había acabado de pintar la iglesia de Auvers-sur-Oise.

Amor de Dolor y TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora