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Una chica normal, con apellido.

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Es solo otro día, en el que debes ir a la universidad, Rose.

Le sonrío al espejo, no hay nada mejor que empezar el día con una buena sonrisa. Después de todo, la actitud con que le tomes, marca el rumbo que este llevará. Dejo mis codos en el lavabo y apoyo mi cabeza sobre mis manos, ¿A quién engaño? Ya me estoy muriendo, es viernes, y mis energías se van abajo, esta semana ha sido una locura, llena de proyectos y escasas horas para dormir. Es mi último semestre, después de esto, obtendré mi libertad.

Hoy va a ser un buen día, hoy va a ser un día estupendo, me repito una y otra vez, solo son unas cuantas horas. Después regresaré a casa para descansar.

Me termino de arreglar, mi madre no sabe de retrasos, y cuando me estoy pasando de mi hora de salida, inmediatamente le tengo dando de gritos desde la primera planta. Cierro la puerta de mi habitación con llave, con mi hermanita pequeña nunca hay que confiarse, es un terremoto de 9.5 en la escala de richter. Camino lo más rápido que puedo, mi reloj es el recordatorio latente de que los minutos avanzan y no me esperan.

Papá cruza la sala con su maletín en mano, es mi momento de hablar con él. Es un tema d importancia para mi cercana vida laboral.

—Papá. —Le llamo, y solamente gira cuando ha dejado el objeto que llevaba en su mano sobre el sofá.

—Buenos días, Rose. —Me responde en tono seco, aún sigue molesto conmigo. — ¿Qué necesitas?

—Es sobre mis prácticas profesionales, es que en dos meses inician, y como las haré en la empresa, podrías conseguirme un sitio.

—Por supuesto, te enviaré los requisitos que pedimos en la empresa para los candidatos a pasantes. Envía tus papeles y veremos si se aprueba. Debes ganarte un puesto, y no será nada fácil.

— ¿Es broma? Por favor, papá, es tu empresa.

—Las cosas cuestan, Rose. Debes ganarlas, porque nadie te las va a regalar. —Entrecierro los ojos. Su enojo no puede ir tan lejos. —Si es todo lo que me querías decir, me retiro porque necesito desayunar para irme a mi trabajo.

Sacudo mi cabeza, yo no entiendo nada. Vale, se ha enfadado conmigo, pero no puede tomarlo tan a pecho. Gruño, pero solo cuando no hay señal de él. En el mundo hay hijos haciendo cosas verdaderamente terribles, y él no puede perdonarme una pequeña escapadita, ¡Joder! Que yo regresé en una sola pieza. Tiro mi mochila al sofá, debo tranquilizarme.

Al entrar a la cocina, mis progenitores se quedan en silencio. Excelente, uno enfadado, y la otra aplicándome la ley del hielo. Me siento en el banco, cojo un poco de zumo, algunas tostadas y la mermelada. Hago silencio como ellos, a ver quién es más testarudo. Miro mi reloj, si no salgo en cinco minutos, el tráfico me va a atrapar. Como despacio, tan lento cuanto puedo. De reojo puedo observar a mi madre con su mirada en el reloj de la cocina, niega con la cabeza y opta por irse. Bien, ya estamos.

Dejo mi lugar para ir al fregadero y dejo lavado mi vaso.

—Ya me voy a la universidad. —Le informo a mi padre.

Simplemente asiente y continúa comiéndose su fruta. Muevo mi mano para despedirme de Jenell, entra una hora más tarde que yo, y para hacer todo peor, ella estudia psicología, y su campus queda algo lejos de mi alma mater. Pamplinas con cebolla. Me subo al auto cuando Ever sostiene la puerta para mi, acomodo mi cuerpo en el asiento, y coloco los audífonos en mis oídos, necesito música para no perder la última gota de positivismo que me queda. No me perdonan, pero ya me disculpé con ellos. Además, no fue para tanto, solo me tomé unas cuantas horas libres de las reglas absurdas que debo seguir. Nada que una chica normal, pero con apellido raro, haría a esta edad.

TAN CERCA DE MI©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora