P R Ø L Ø G U E

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Siempre estaba encerrado en su cuarto; no le apetecía salir de él ya que era el lugar más cómodo que podía existir en esa asquerosa casa.

Recordó la charla que su madre había tenido con aquel patético doctor. Se quedó mirando las cortinas negras que impedían que entrara la luz del sol y repitió en su mente cada una de las palabras dichas por los adultos.

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—Ya tenemos el diagnostico de su hijo, señora Bakugo— Habló el hombre de bata blanca.

— ¿Y bien? ¿Cuál es el resultado? ¿Qué le pasa a Katsuki?

—Su hijo padece de sociopatía— Las palabras retumbaron en los oídos de ambos Bakugo.

— ¿Cómo dijo? ¿Dice que mi hijo está loco?— Le reprochó la rubia con altanería en el aire.

—Yo no he dicho eso, señora Bakugo, su hijo no está loco. Sólo padece de un trastorno antisocial; en ocasiones puede ser causado por un trauma o un gen que...— La explicación del hombre se vio interrumpida por una indignada y enfurecida exclamación.

— ¡¿Insinúa acaso que SOY una maldita loca?!

Los ojos y el quejido del invitado especial fueron los causantes de interrumpir los recuerdos del joven Bakugo.

—Bueno, bueno Señor Bigotes ¿Acaso no te dije que te callaras el puto hocico?— La mirada intensa carmesí se encendió con algo más que locura cuando el animal se retorció entre sus manos, para, con lo que le quedaba de fuerzas, poder huir. Mas aunque éste lograra zafarse del agarre del rubio, su huida se vería afectada a causa de las ataduras en sus patas traseras y delanteras.

Un maullido de dolor salió de su garganta al sentir cómo las tijeras de metal cortaban su piel.

— ¡Mierda, que te calles!— Ante este ataque de rabia, el chico clavó las tijeras en el lomo del felino, soltando así su último gemido de agonía. —Bien, buen chico. — Y así como las clavó, fue cortando el cuero en línea recta hasta dejar descubierto donde se encontraba el corazón. Tomó las pinzas y se dedicó a buscar su objetivo dentro del cuerpo del mutilado gato, desgraciadamente no encontró lo que buscaba, quien sabe, quizás los gatos no poseían aquello que él tanto anhelaba. Tal vez un perro. No, ya había buscado ahí. Quizás un conejo, claro.

Tomó un hilo y una aguja y comenzó a coser al animal la abertura de su lomo. Le habían gustado aquellos ojos verdes que poseía el pequeño gato así que con mucho cuidado de no dañarlos, fue desprendiendo uno por uno y poco a poco hasta separarlos del cráneo, dejando así dos cuencas negras y vacías. También le había dado curiosidad por qué la lengua de los felinos era tan rasposa; así, dándoles una última utilidad a las tijeras, las usó para cortársela.

Colocó los órganos en un frasco y entró a su cuarto de baño a enjuagarlas y de paso a lavarse los restos de sangre.

Se miró en el espejo, su rostro estaba salpicado de carmín y de su cuello salía sudor, que al poco rato comenzó a mezclarse con la sangre. Al carajo. Tomaría una ducha rápida y luego lavaría su ropa. Fácil.

Al poco rato, estaba limpio y recogiendo el desorden que había dejado. Incluyendo al antes vivo felino. Tomó la bolsa que contenía al animal y la tiró en la basura del vecino. No era tan idiota como para echarla en la propia y arriesgarse a que lo botaran en un loquero. No estaba loco, sólo veía el mundo de una manera más clara y diferente de lo que hacían los demás. Según él.

— ¡Oye, vieja bruja!

— ¡¿Cómo me llamaste, mocoso insolente?!

Chasqueó la lengua, era ridículo preguntarle a alguien tan patético, pero era mejor a seguir buscando a ciegas.

—Sólo contesta algo, no es que seas importante pero no tengo más que hacer...

— ¿Qué...?

— ¿En dónde se encuentra esa cosa...?— Soltó fingiendo desinterés.

— ¡Habla claro, mocoso! ¿Qué cosa...?

— ¡La cosa esa que hace que vivamos...! ¡El alma, mierda!

— ¡¿Sólo para eso me...?! ¿Por qué preguntas eso? Ah...— Estas cosas no pasaban muy seguido, ¿Katsuki preguntándole una duda? Ni en mil años. Debía ser algo lo suficientemente importante como para despertar su curiosidad y olvidar su orgullo para preguntarle, con esto en mente se limitó a suspirar. —Muchas personas dicen que está arriba de nosotros...

— ¡Me refería a qué parte del maldito cuerpo, vieja!

— ¡A eso iba maldito niño! ¡Déjame terminar cuando te hablo! — El menor soltó un bufido de exasperación, dándole a entender a la mayor que podía seguir.

—Tu abuela decía que estaba cerca del corazón, pero yo pienso que cerca de la columna vertebral o del cerebro... ¡Bueno, si eso es todo ya puedes irte; me interrumpiste a media novela!

''Así que la columna vertebral ¿Ah?''

Bakugo Katsuki, con tan sólo 11 años de edad había mutilado y asesinado ya a siete animales domésticos, que serían los primeros de muchos más asesinatos que irían aumentando en la jerarquía de la cadena alimenticia. Nada lo detendría, era capaz de hacer lo mismo con personas si así conseguía aquello que le faltaba y que deseaba con tantas e inexplicables fuerzas.

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Nee nee~

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Nee nee~

Para serles sincera no disfruté de escribir este capitulo, amo a los animales pero muchas personas con estos trastornos tienden a realizar estas peculiares prácticas, ahí tienen a Jeffrey Dahmer (aunque no estoy segura de si era psicópata o sociopata... O sólo un tipo que le gustaba follar, matar y comer)

Espero y no me odien por esta historia, realmente me emociona de qué va la trama; espero y les guste.

Nakashi

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⏰ Última actualización: Sep 14, 2020 ⏰

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Sociopath ||KatsudekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora