Prólogo

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Sin darse cuenta, Julien Harris se había quedado dormido sobre su viejo escritorio. Todos los papeles que hacía algunas horas estaba revisando, ahora estaban esparcidos por el suelo a su alrededor. Incluso la estilizada pluma, que había recibido como regalo, se encontraba a punto de rodar de su mano.

Sumido en un sueño profundo, Julien no se había percatado del paso del tiempo. Hasta que la luz de la pequeña lamparita que alumbraba la estancia, había comenzado a parpadear. Después de horas de estar encendida, por fin cedió ante la oscuridad absoluta; y, en ese preciso instante, un inusual ruido extrajo al joven de sus sueños...

Cuando Julien abrió sus ojos, no encontró nada más que oscuridad , y el pánico quiso apoderarse de él. Entonces recordó donde estaba, y lo que había estado haciendo antes de rendirse ante el cansancio.

Adolorido por la incómoda posición en la que había estado durmiendo, Julien se levantó. Luego de comprobar que, en efecto, la pequeña lámpara había llegado al final de su vida útil, revolcó los cajones hasta dar con lo que buscaba: un empolvado foco, que, para su desgracia, necesitaba nuevas baterías.

El chico no tuvo más remedio que afrontar la oscuridad sin armas, y salió de su oficina para buscar la fuente del ruido que lo había alertado.

A través de las viejas paredes del teatro, se lograba escuchar un débil golpeteo, un sonido difícil de identificar. Conforme el joven avanzaba por los pasillos, el sonido se hacia más fuerte, hasta que incluso fue capaz de percibir una leve respiración.

En seguida Julien se puso alerta. Alguien había irrumpido en el teatro.

¡Estos vándalos!

Julien corrió hasta que llegó a la parte trasera del viejo escenario, donde esperaba encontrar a un grupo de jóvenes con capuchas, listos para destruir lo poco que quedaba del teatro. Sin embargo, en su lugar, encontró algo completamente inusual.

Sobre el escenario había una mujer. Su silueta era visible gracias a la luz de la luna que se filtraba por un agujero en el techo. Allí, frente a sus ojos, una joven se paraba sobre la punta de sus pies, y comenzaba a girar.

La chica daba vueltas suaves, moviendo sus brazos con delicadeza al compás de una melodía que solo ella era capaz de escuchar. El ritmo lento de la melodía guiaba sus movimientos, mientras se deslizaba en el escenario, como un cisne sobre el agua.

Su cabeza se inclinaba ligeramente, mientras que sus manos dibujaban figuras en el aire. Con sus pies describía patrones irrepetibles sobre el suelo de madera, mientras surcaba el escenario de un lado a otro. Casi parecía que volaba sobre aquel lugar.

Julien quizo abrir su boca, para reprender a la chica por haberse escabullido ahí, pero sus pies se habían quedado clavados en el suelo, y su boca había enmudecido por completo. La mujer frente a sus ojos se movía de tal manera, que por un instante incluso olvidó parpadear.

Mientras la chica realizaba saltos con ligereza y habilidad Julien trataba de recordar como respirar.

Allí, bajo la luz de la luna, le pareció que aquella chica era la criatura más hermosa que había visto jamás. Por un momento, Julien casi creyó ser víctima de la magia que irradiaba aquella misteriosa mujer.

Por desgracia, aquel hechizo acabó más rápido de lo que había comenzado.

Como por obra del destino, cuando él quiso acercarse un poco más, para verla mejor, el viejo piso de madera crujió bajo sus pies, alertando a la chica de su presencia. De inmediato su baile se detuvo. Ella miró en dirección al ruido, y aunque no logró observar la delgada silueta de Julien, sabía que había alguien observándola.

Rápidamente tomó sus cosas, y salió corriendo del lugar; pero, Julien no fue capaz de seguirla.

Sin embargo, a la luz de la luna, un pequeño objeto brillaba en el suelo. Él se aproximó con cuidado, y tomó el objeto en sus manos. Era un pequeño relicario dorado en forma de corazón. En su interior albergaba una fotografía en blanco y negro, de una hermosa mujer que bailaba sobre la punta de sus pies.

A la escasa luz Julien no pudo identificar quien era la mujer de la fotografía; así que conservó el collar, para estudiarlo a profundidad cuando amaneciera.

El chico echó un vistazo al lugar. En especial, al viejo escenario donde había visto bailar a la mujer... Y, con un largo y sonoro suspiro, decidió que era buen momento para volver a casa...

Al Ritmo Del CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora