Guerrilla

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La podredumbre en aquel entonces era casi indescriptible, el repulsivo odor que expedía causaba náuseas al de más fuerte estómago. Miles de cadáveres putrefactos por doquier, nunca olvidaré los días siguientes a esa guerra. Eran ya varias semanas, seguían ahí, desperdigados por el suelo, no había donde poner tal montaña. Comenzamos a cremarlos en  el andén, el humo y la maldita peste contaminaron el aire. Todavía recuerdo a mis compañeros vomitando e intentado contenerse las lágrimas. Yo era el encargado al frente del equipo que recoge las chapas de los caídos. Un camión llenamos esos días con las chapas de mis compañeros. Lo peor venía después, cuando las teníamos que entregar en mano a sus familiares, eso partía el alma.

No creo que me recupere de esto nunca. Todavía en mis oídos resuenan los balasos y los gritos de agonía.

Gestas DE VIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora