Mantente ahí.

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La página delgada giró algunos grados dando pie a un nuevo capítulo, sus orbes siguieron el trazo de las letras impresas detenidamente y más lento de lo acostumbrado, algo con suma rareza para él, ya que era un lector vivaz. La melodía resonó en su cabeza a través de los audífonos mientras el metro dio unos pequeños saltos por las vías hasta detenerse en la siguiente estación.

" Estación Oxfort, baje con cuidado"

Las puertas se cerraron permitiendo que el metro se pusiera en marcha n aumentando cada vez más la velocidad. El altavoz anunció la siguiente parada, el sonido inundó sus orejas a pesar de la melodía rítmica. Prosiguió con su lectura pasando al siguiente capitulo, estaba llegando al clímax de la historia.

Se activaron los frenos del transporte, se fue deteniendo poco a poco hasta quedar en silencio unos segundos y las puertas se abrieron en la siguiente estación.

De forma automática sus orbes abandonaron aquellas letras y centró toda su atención en las puertas de ascenso encontrando su objetivo.

Su lento y torpe caminar era seguido por unos ojos malva que había perdido otra inútil pelea, su fuerza de voluntad no existía en este punto. Contempló aquel cabello castaño descansando en su hombro en una cola de lado; un vestido celeste que se adherida a sus largas piernas que eran una tentación por su firmeza y con ese color bronceado natural. Sus orbes subieron por su pequeña cintura, siguiendo sus marcadas curvas que pasaban desapercibidas algunos días con la ropa que solía usar normalmente, aunque ahora se había lucido.

Ella encontró asiento enfrente suyo, permitiéndole una completa visión de la fémina.

Sus mejillas sonrojadas por algo que apreciaba en su móvil, su rostro resplandecía por aquella sonrisa amplia e inocente que tenía un resultado contagioso; después de su nariz pequeña, su atención fue captada por sus largas pestañas que adornaban con magnificencia los ojos más bonitos que ha visto en su vida. Cafés oscuros que hechizaban cada cosa que osaba ver, su vitalidad emanaba con intensidad, iluminados por la luz del sol resplandecían en un encantador color ámbar.

A los ojos de cualquiera era una chica promedio, sin tanto encanto para mirarla con atención, no solía destacar. Ante sus ojos era otra historia.

Al genio Hyuga realmente, verdaderamente, le atraía aquella chica.

Su mirada penetrante fue percibida, aquel día no estaba siendo discreto como otros, por lo cual la fémina levantó la vista del celular chocando con la intensidad de unos orbes malva. Mantuvieron la mirada unos segundos, que parecieron eternos, y el Hyuga rompió la conexión al regresar la atención al libro que se encontraba entre sus manos.

Su expresión indiferente no reflejaba nada a la chica quien lo observó unos instantes más antes de centrarse de nuevo en su teléfono, o eso quiso aparentar. Hace bastante que era muy consciente de su presencia, era imposible ignorarlo a él. Con aquel porte elegante, un mechón de su cabello rozaba su mejilla al inclinar su rostro ligeramente para seguir la lectura de algún libro que solía llevar siempre. A ella le encantaba leer y se había convertido aún más en una lectora veraz al verlo a él leer, cuando el masculino tenía un nuevo libro ella lo buscaba, de forma digital, para sentir una mínima cercanía, su cabeza estúpidamente pensaba que compartían algo y eso la avergonzaba tanto. Le sudaban las manos y miraba por periodos cortos al masculino esperando encontrarse de nuevo con esa mirada fascinante con la cual anteriormente se había encontrado en el transporte. Aquella vez hace meses, al encontrarlos por primera vez, el aire escapó de sus pulmones, su profundidad, su tono exótico, aún su frialdad le resultaron por completo fascinantes. Y las miradas curtidas siguieron y sin darse cuenta ella se había vuelto por completo adicta a aquellos orbes malva. Se sumergió de nuevo en su móvil, intentando reprimir el suspiro, un eco de su latido descontrolado, que buscaba salir cuando ese hombre la atravesaba con la mirada. Aunque la forma en la cual él la observaba detonaban un grado alto de frialdad, él no compartía sus sentimientos.

No podía estar más equivocada.

Neji simuló seguir con la lectura, su expresión no detonaba nada. Su interior estaba en llamas. Un gran peso se plasmó en su pecho, un golpe dolorosamente cálido inundó la boca de su estómago al mantener la mirada de aquella chica. Sus manos comenzaron a sudar. ¿Cómo demonios podía ocasionarle tantas emociones con una sola mirada? Suspiró de forma imperceptible. Sabia la respuesta.

Él estaba perdido, aquella mujer lo tenía en sus manos sin poder sospecharlo.

La mirada aperlada regresó a contemplarla por prolongados lapsos de tiempo, ahora con mayor disimulo.

La sonrisa coqueta y nerviosa que justo adornaba su rostro en aquel momento es lo primero que atrajo su atención hace más de un par de meses, cuando ingresó con gran descuido tirando algunas cosas que traía en las manos y el cabello alborotado, sentándose a lado suyo, el único lugar que había en el metro. El Hyuga fastidiado subió el volumen de su móvil y prosiguió con su lectura. Un curioso aroma embriagante ingresó a sus fosas nasales, perteneciente al cuero cabelludo que la fémina había liberado de aquella banda elástica para moldear de forma más estética su cabello. Lavanda. Frunció el seño, a pesar de ser un desastre en aspecto físico su olor corporal resultaba seductor, tan sutil pero adentrándose bastante profundo en su sentido del olfato convirtiéndolo en un navegante a la deriva. Sus orbes recorriendo el rostro de la fémina en busca de algún indicio aprobatorio que satisfaga aquella curiosidad creciente en su interior. Captó esa curvatura sutil creada por aquellos rosados labios y una risa brotar de ellos llenándolos de color cereza. En aquel instante ambos par de orbes hicieron contacto por primera vez; ella para intentar disculparse pensando que estaba perturbando su paz, y él por la curiosidad que lo consumía. Análoga a una pequeña ave alzando el vuelo por primera vez, abandonando su nido, originando un aleteo en su abdomen sutil, ocasionó el contemplar el brillo de vitalidad de aquellos orbes castaños. Su boca bastante seca para hablar cuando la chica siguió en lo suyo y él, para no terminar viéndose como un idiota continúo con su lectura.

Antología NejitenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora