El pánico se estaba apoderando de Amalia, la calle estaba oscura y no parecía que la lluvia se fuera a detener pronto y la sombrilla no estaba siendo de mucha ayuda. Decidió, aunque con un poco de temor caminar unos cuantos pasos, trato de prestar más atención a su entorno y se dio cuenta que a unos metros delante se encontraba lo que parecía ser la silueta de una persona, así que apresuro el paso con la esperanza de que sus ojos no se equivocaran.
-Buenas noches. dijo dudosa. Disculpa ¿podrías ayudarme?. Amalia frunció el ceño. El hombre ni siquiera había vuelto a verla y permaneció dándole la espalda. Intento llamar su atención nuevamente pero no obtuvo respuesta. ¿Tal vez estoy alucinando por la desesperación? pensó. Respiro profundo y tomo valor para tocar aquella alta figura frente a ella, pero solo consiguió un quejido por toda respuesta. Aunque por lo menos ahora sabía que si era real.
La lluvia había comenzado a ceder y con la vista un poco más clara , se dio cuenta que el hombre no llevaba una sombrilla. Dio un paso hacia él para intentar cubrirlo con el suyo. A pesar de tener el paraguas sobre sus cabezas, Amalia sintió una gota grande y constante que golpeaba su pie, miró hacia abajo y se percató que esta se veía más densa y oscura de lo normal, así que su mirada viajó de la siguiente gota que cayó, hasta el brazo inerte del hombre y por entre la manga de su chaqueta negra de cuero brotaban las gotas, su sorpresa fue tal al darse cuenta que era sangre que dejó caer la sombrilla.
Amalia levantó la vista en busca de ayuda y por primera vez se percató que frente a ellos había una motocicleta tirada en el pavimento y unos metros más allá por entre dos coches con las defensas abolladas y las ventanas rotas se alzaban las luces de patrullas de policía, sentía que estaba en una especie de deja vu, pero no sabia porque.
-Alguien por favor ayúdennos- intentó gritar, pero el hombre que hasta ese momento había permanecido inmóvil la detuvo - Por favor, no hagas un alboroto.
- Pero tu brazo- dijo señalando -Necesitas que lo revisen.
-¿Acaso no te enseñaron a no meterte en los asuntos ajenos?
Amalia no podía ver con claridad el rostro del hombre, pero seguramente la estaba fulminando con la mirada -Pues si que me enseñaron, pero también me mostraron a ayudar a los demás, y tú la necesitas. Presionó el brazo del hombre para demostrar su punto y éste profirió un grito de dolor.
-¡¿Eres estúpida o quieres probar mi resistencia al dolor?! grito el hombre.
-Si, soy estúpida. Susurro Amalia, respirando profundamente. -Vayamos entonces a una farmacia, si no quieres que la policía se entere.
-No iré contigo a ningún lugar, así que deberías irte. Disgustado el hombre le señaló con mucho esfuerzo el camino frente a ellos.
Resignada, Amalia dio media vuelta alejándose de él, pero había dado solo tres pasos, cuando recordó que no sabia donde estaba. Se detuvo y giró la cabeza para ver de nuevo al hombre que la miraba con el ceño fruncido. Aunque sabía que no era la mejor idea volver para pedirle indicaciones, no tenía otra opción.
-¿Ahora qué quieres? te dije que te fueras. Aún más irritado que antes el hombre miró a Amalia fijamente. Sus ojos eran de un castaño claro casi llegando a un tono miel y por un segundo Amalia se perdió en ellos. Sacudió la cabeza y se armó de valor -¿Podrías decirme dónde estamos?
El hombre la miró con incredulidad y fastidio - ¿acaso saliste de las montañas? - Amalia abrió la boca para contestar, pero decidió quedarse callada.
-Estamos en la capital de Manarola. Amalia ladeo la cabeza confundida, pues eso no le daba la información que necesitaba, sin embargo el nombre del lugar le sonaba realmente familiar.
El hombre la miraba como esperando una respuesta, pero ella no tenía ninguna. Pensó que sería mejor acercarse a los policías en busca de ayuda. Cuando estaba apunto de anunciar esto un coche pasó frente a ellos iluminando el rostro del hombre y como una extraña revelación todo en su cabeza cobró sentido. Conocía ese lugar muy bien, al igual que todo sobre el hombre frente a ella, su nombre , su edad y hasta donde vivía. Pues no era nadie más que... "el tontuelo".
Se mordió los labios y retrocedió, no podía ir a la policía ¿Qué les iba a decir? ¿Qué venía de la realidad? Pero ¿Cuál realidad? Todo se había complicado demasiado y por más que lo pensara una y otra vez, su única opción era aferrarse a este hombre.
Haciendo uso de toda la serenidad que le quedaba, Amalia cambió el rumbo de la conversación - El que salió de las montañas fue otro, pues solo alguien ignorante se negaría a recibir atención médica.
-Créeme cuando te digo que estás colmando mi paciencia. Dijo furioso
-Tu también estás colmando la mía y como yo no voy a llevar en mi conciencia si vives o mueres, vamos a ir a un hospital ahora mismo.
-Eres la chica más insistente y fastidiosa que he conocido en mi vida.
-Si, si. Lo que tú quieras solo indica el camino.
"El tontuelo" estaba dolorido y sin fuerzas para seguir discutiendo -Está bien vayamos al hospital. Levantó la sombrilla del piso y se la extendió a Amalia, aunque ya no servía de nada, la lluvia había cesado por completo y para ese momento los dos estaban completamente empapados.
Caminaron unos veinte o treinta minutos en línea recta hasta que llegaron a un enorme edificio de cinco pisos. "El tontuelo" se dirigió a la puerta de entrada sin mirar atrás y mientras hablaba con la recepcionista para que lo atendieran, Amalia tomó asiento en la sala de espera tratando de calmarse, pues no tenía ninguna lógica lo que estaba viviendo.
La puerta de uno de los consultorios se abrió dejando salir a un hombre alto de anteojos que por la bata blanca Amalia supuso que era un doctor
-Dante ¿Qué estás haciendo aquí?. Dijo saludando cordialmente al "tontuelo"
Dante señaló entonces su mano manchada de sangre, el hombre de anteojos lo tomó por la espalda dirigiéndose al consultorio, pero antes de cerrar la puerta, Dante miró a Amalia por un segundo -Espérame aquí, no tardo. Amalia asintió con la cabeza ¿A dónde más podía ir?
-¿Quién es esa chica? Preguntó el doctor curioso.
-No necesitas saberlo, solo has tu trabajo rápido que el dolor me está matando.
-Me temo que también necesita atención médica, se veía como si fuese a desmayarse. El doctor se llamaba Marcos y era un viejo amigo de Dante, se habían conocido en la preparatoria cuando lo defendió de unos bravucones y aunque ambos terminaron con unos cuantos golpes por la pelea, valió completamente la pena.
Afuera, Amalia comenzó a tener un ataque de pánico, sentía que no podía respirar y salió corriendo del edificio, se recargó en la pared más cercana que encontró y tomó una gran bocanada de aire. Las lágrimas salieron inevitablemente de sus ojos, aunque trato de reprimirlas ¿Cómo rayos había llegado hasta ese lugar? Esto no estaba pasando ¿Verdad? ¿Ahora que iba a hacer? estaba en un mundo desconocido y hasta donde ella sabía era ficticio.
Se dejó caer al piso, pegó sus rodillas al pecho y se abrazó así misma hasta dejando salir el llanto. Estaba completamente sola y desamparada.
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Me Enamore De Un Hombre De Ficción
Любовные романыNi en sus sueños mas locos Amalia creyó que terminaría en el mundo ficticio de una serie de televisión y mucho menos toparse con el personaje secundario, aquel al que todos queremos consolar cuando la protagonista lo bota. Sin embargo este es el per...