Capítulo 4: La casa de los huérfanos
-¡Hola!, ya llegué.
-¡Hola Amber! Llegas a tiempo, necesito que me ayudes con el desayuno.
-Claro, voy a bajar los víveres del carro.
Antes de poder hacerlo, dos pequeños cuerpos me atacan con abrazos.
-¡Hola chicas!-dije devolviendo el abrazo
Me arrodille para estar a su altura y miré a los ojos de una niña llamada Lucy. Lucy tenía pelo negro y lacio con una sonrisa que te hacía sonreír. Seguidamente, le hice señas con las manos para que me ayude con los víveres; Lucy es sordomuda. Luego, se lo dije a Christina, una niña rubia de ojos color miel. Las dos salieron disparadas y puede escuchar como Christina saludaba a Jake. Me dirigí a la puerta y salí en dirección a la camioneta para bajar los víveres. Agarré un par de bolsas y regresé a la casa. Dejé las bolsas sobre la mesa y María se encargó de ordenar todos los víveres en las despensas. María era una señora de 40 años que se encargaba del hogar. Salí de la cocina y me encontré con todos los chicos, Michael, de 10 años; Jordan ,de 12; Luca ,de 11 y Sam, de 8. Saludé a todos y les dije que ayudaran con los víveres. Todos salieron disparados menos uno, Sam. Me acerqué y lo cargué en mis brazos. Miro mi reloj y eran las 8, hora de su medicina. Subí las escaleras con Sam en brazos. Me dirigí a su cuarto y lo senté en su cama. Aún no decía nada, siempre era así en las mañanas. Sam era un niño de pelo castaño y ojos marrones. Había algo particular de Sam; Sam era autista. Yo pasaba tiempo extra con él, ya que, aunque Sam no podía relacionarse fácilmente, era muy inteligente. Me acerqué al cajón dónde estaba su medicina. Saqué una jeringa y 2 pomitos chiquitos que contenían su medicina. Sam tenía que tener una inyección cada mañana para que no sufra de convulsiones. Sam solo tenía convulsiones sus emociones se descontrolaban, por lo que le teníamos que inyectarle por precaución. Agarré la jeringa y la metí en el primer pomito con una sustancia transparente, jalé el émbolo y medí 5ml. Luego, saqué la jeringa, la metí en el segundo que contenía un polvo blanco y presioné en émbolo. Agité el pomito hasta que comprobé que el polvo se había disuelto y saqué 3ml. Agarré un algodón, una curita y me acerqué a Sam.
-Sam, es hora de la medicina.
Sam miró el reloj que tenía en su pared y acto seguido, se levantó la manga del polo.
-Buen chico Sam
Le inyecté el fluido y le puse el algodón, junto con una curita.
-Sam, ¿avanzaste el libro de acertijos?
-Sí
Se levantó de la cama, agarró el libro de su mochila y me lo entregó. Lo abrí y pude comprobar que lo había completado todo, un libro de 50 páginas llenos de acertijos en 1 semana. Sonreí.
-¿Dónde está Knight?
-Abajo, ¿quieres verlo?
-Sí
Sam le había agarrado cariño a Knight. Deseché la jeringa en el basurero y Sam me dio la mano. Bajamos las escaleras, me soltó y corrió a la sala, donde Knight estaba echado. Apenas escuchó a Sam, se paró y movió la cola, agradecido por los cariños. Me dirigí a la cocina y preparé el desayuno. Los sábados eran waffles, huevos revueltos, jugo y mucha miel.