Segunda Parte

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Martes 30 de Abril, 11:00 a.m

"No se necesitan colores para poder tener una vida colorida", esa frase resonaba por su cabeza, y pues la impulsora de esta poseía la razón. Su madre, la mujer la cual lo apoyó en todo momento en este largo trayecto, proporcionándole cariño y algo fundamental de un progenitor a su descendiente, comprensión. Ya con 17 años de edad, Félix, veía la realidad de una manera distinta.

Un jóven introvertido, solitario, reservado, el cual poseía muy pocos allegados; Seo Changbin era la excepción a esto, su mejor amigo de la infancia. Ambos eran más que apegados, estableciendo una bella amistad la cual carecía de desprecio por parte del mayor. Según sus compañeros, la discapacidad del chico no les permitía compartir el mismo entorno, la misma realidad; legando así a menospreciarlo verbalmente y, en mayores casos hasta dañarlo físicamente .

Eran muchos los días los cuales llevaba su diestra derecha a su pecho, elevando su vista al cielo, contrayendo su destrozado corazón. Muchos los días, los cuales varios hematomas habían erosionado en diversas partes de su cuerpo gracias a las graves golpizas que le eran proporcionas, en banda, sin que los expectantes hicieran algo al respeto. Muchos, los cuales era lastimado, sin que nadie se tomase un insignificante momento para preguntase,"¿Cómo se sentirá él?"

La sociedad, un conjunto de inviduos que se relacionan entre sí en un espacio, donde allí son marcados por una misma cultura. ¿Quien diría que su propia especie fuese la que llegase a traicionarlo de dicha forma? ¿La que estuviese dando vociferadas carcajadas, y que todas éstas fuesen dirigidas hacia su persona? Pues algo ya era seguro, la indulgente sociedad solo era un espejismo, donde los estereotipos yacían en la porosa y fértil tierra, y estos se levantaron, como seres inertes, dejando reflejar a la comuna su verdadero ser.

"No quiero seguir escuchando voces frías, incluso con los oídos tapados las sido escuchando..."

Una cálida voz lo había despertado de sus sombríos pensamientos, esos que siempre lo atormentaban y hacían erizar cada uno de los bellos de su blancuzca piel. Esa voz, la cual reconoció en tan solo un instante. Poseía un timbre que no sabía cómo explicar con facilidad: fluido, dinámico, con un tono semi agudo; al contrario de Félix que poseía uno rasposo, apagado y grueso.

Hey, Lix. ¿Qué haces?—Su fiel compañero posó una de sus diestras en el hombro del menor, provocando que este centralizara su mirada, ahora, en sus oscuros orbes color café. El pequeño sonrió al escuchar tal apodo, proveniente del contrario hace añares atrás, cuando eran tan solo unos infantes.

Félix, se encontraba sentado en la acera del establecimiento en el cual pasaban el día a día, a lo largo del transcurso escolar. El instituto, un ambiente agradable y formidable para algunos. Pero para Lee, era un constante desafío el cual debía atravesar.

—Hola...—Musitó a duras penas, esbozando una débil sonrisa.—Estaba mirando un poco el lugar, mientras oía algo de música.—Seguido de esto, retiró los audífonos de sus oídos y chocó con los ojos ajenos.—Siéntate, si es que quieres, aún queda tiempo para ingresar.—El coreano no vaciló y se acomodo a su lado.

—¿Qué estabas viendo?—Miró hacia la dirección que el chico se encontraba inspeccionando exhaustivamente, antes de su aparición. El australiano tardó en responder.

—El cielo.—Expresó lo justo y necesario, dejando caer sus brazos a un costado de su cuerpo, generando un leve roce entre las manos de ambos jóvenes. Entre cerró sus labiales, apretando la comisura de estos. Su cuerpo se había tensado repentinamente, el mayor de estos había tomado su mano.

—Entiendo. Es muy bello, ¿no?—Los orbes del chico recorrieron el cielo en su esplendor. Leves tonos de pasteles, celestes, azules, blancos y grises; adornaban este, dándole la fantástica magnitud que el nombrado plasmaba a los expectantes.

—Supongo...No puedo verlo, Changbin.—Nuevamente, musitó escasas palabras y cesó. El contario frotó la yema de sus dedos en la palma del más pequeño.

—La belleza es subjetiva, Félix.—Acentó su visita en los ojos ajenos por segunda vez y sonrió.—Tú puedes ver el cielo. Por algo, sabes decirme que esa parte de la atmósfera, esa de allí, es el cielo.—Las reconfortantes palabras de su mayor lo hicieron reflexionar.—Volveré a preguntarte. Es bello, ¿no?

—Si.—Afirmó. Delicadamente, retiró su mano del agarre de la contraria y se levantó. El timbre había sonado, dando a entender la finalización del receso. Debían volver.—Si llegamos tarde nos regañarán.

—Oh, vamos. Yo soy un chico rebelde, me la sudan.—Pronunció con un tono juguetón, colocando sus manos en los respectivos bolsillos de su pantalón.—Además, matemáticas ya me la llevé.—Agregó con una sonrisa en el rostro, ganándose una sonora carcajada por parte de su amigo. Música para sus oídos.

—Pues yo aún no, así que muévete holgazán.—Colocó la palma de sus manos en su espalda y lo empujó con sutileza, guiándolo hacia el salón escolar.

El decurso pasaba paulatinamente. Ambos jóvenes se encontraban sentados en sus respectivos pupitres, susamente sumergidos ante la ardua explicación del docente. ¿Qué acaso los profesores no conocen diversos métodos para hacer la clase más dinámica?, pues pareciese que no. Lastimosamente, 11 de cada 100 jóvenes de entre 13 y 34 años han pensado alguna vez en suicidarse y 8 de cada 100.000 ejecutan ese propósito, según datos de la Oficina de Estadística de Corea del Sur.

Las largas horas de memorización y estudio, los pocos momentos de sueño, los casi nulos recreos, las elevadísimas expectativas de los progenitores y el altísimo nivel de competitividad, marcan el camino que los adolescentes coreanos han de recorrer durante tres años de instituto para ser los mejores el día del Suneung, el examen de acceso a la Universidad. La educación excesiva, es la culpable de que seamos el país desarrollado con más muertes por suicidio. Para su suerte, el alto ego y autoestima de Seo Changbin no le juega en contra.

La instancia evaluativa se adelantará para mañana. El exámen abarca las unidades 5 a 9, así que deberán estudiar por su cuenta 2 capítulos enteros. Este método de enseñanza se da en universidades, por lo cual quiero prepararlos.—Pronunció la educadora a sus estresados alumnos, quienes comenzaron a guardar en sus mochilas los útiles usados en clase, ya era hora de irse.

—¿Te ayudo a estudiar?—Al finalizar de guardar sus cosas, el australiano interrogó a su amigo. Éste lo miró y no divagó en su respuesta.

—Ya tengo un ayudante.—El menor no entendió la indirecta por lo cual el coreano dió un sonoro suspiro, mostrándole los arrugados y minúsculos pedazos de papel con cada una de las fórmulas que la docente tomaría en la evaluación. Si, sería un largo día de estudio, al menos para uno de ellos...

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⏰ Última actualización: Oct 07, 2019 ⏰

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