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No me lo podía creer. Una vez más habíamos discutido. Llevo cuatro años saliendo con Michel y cada vez nos lo ponemos más fácil para que, poco menos, nos tiremos de los pelos por cualquier insignificante tontería.
― ¡Por fin! Creí que no iba a llegar nunca ―abro a toda prisa la puerta de la cafetería.
―Hola Nicole, ¿te encuentras bien?
―Hola Carlos. Sí, no te preocupes, estoy bien gracias.
―Espera que traigo algo para secarte chica, ¡estás empapada!
―Deja Carlos, no te molestes. Tranquilo, ya voy al aseo y me seco un poco. Me pilló esta granizada nada más salir de casa de Michel hacia aquí y me ha dejado calada hasta los mismísimos huesos ―le explico.
―Mientras te secas un poco te voy preparando un café bien calentito, ¿vale guapa?
― ¡Vale majo!
Siempre tan atento este Carlos, mi camarero favorito de todo Barcelona y con ese encanto que tienen la mayoría de los andaluces. Me voy al aseo y lo primero que hago es tomar papel del dispensador para secarme la cara y el pelo ya que estaba chorreando. Salí tan cabreada de casa de Michel que ni me di cuenta de la que estaba cayendo. No pienso dirigirle la palabra en un mes por lo menos. ¡Se va acordar de esta!
―Aquí tienes, tu café bien calentito y un bomboncito de regalo para la morenita más guapa de todo el barrio. Si quieres algo más me lo dices que voy atender aquella mesa del final.
―Gracias, eres un sol Carlos.
El “Bora Bora”, así se llama la cafetería, suele estar repleta de gente y a Carlos siempre lo exprime al máximo su jefe. En cierto modo me da pena el chaval. Por suerte hoy no hay mucha clientela y puede relajarse un poco más de lo normal, con lo cual aprovecha para darme un poco de conversación, cosa que le agradezco enormemente pues necesito distraerme un poco de lo acontecido hoy con mi novio.
Me había puesto en la mesa de costumbre, normalmente vengo aquí con Michel y me siento un poco extraña yo sola. Con el café entre las dos manos y los codos sobre la mesa, me quedo contemplando la triste noche a través del cristal de la ventana. Aún sigue lloviendo. Me he apaciguado un poco del cabreo que traía; me viene la melancolía y empiezo a echar de menos a Michel. Tengo la sensación de que esta vez va a ir la cosa en serio y me está entrando el pánico sólo de pensarlo.
― ¡Entonces qué Nicole! ¿De nuevo enfadada con tu querido Michel? ―Pregunta Carlos al mismo tiempo que se sienta en la silla de enfrente.
― ¿Se nota mucho? Si hijo, otra vez “mosqueados”. ¡Si lo nuestro ya es costumbre! ―Le digo resignada.
―Bueno, pronto os arreglaréis como siempre.
―La verdad que ya voy un poco aburrida de tantos cabreos pero no me imagino mi vida sin él.
―Bueno, tengo que dejarte un ratito Nicole, que si no, me van a echar hoy del trabajo. ¿Quieres que te ponga otro café?
―Sí por favor, cuando puedas. Me tomo el último y me voy para casa que ya estará mi madre echando chispas.
― ¡Marchandooo! ―Asiente Carlos al estilo más “barman”.
Pobre Carlos, se estaba esforzando por animarme un poco y se la estaba jugando con el rácano de su jefe.
Suena el móvil, seguro que es mi madre para saber a qué hora llego para cenar. ¡Pues no!, es Michel. Pues ahora que se aguante, me va a pagar la ducha que me he dado hoy por su culpa.
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"Quiéreme hasta el cielo...ámame en el infierno".
RomanceEsta impactante novela te llevará a vivir tanto el amor como el desamor de Nicole, una chica española que vive en Barcelona de 22 años, de familia acomodada, a punto de finalizar su carrera de periodismo. Nicole, en su primera y única relación con u...