CAPÍTULO 1

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Sam

Dos años encerrado en ese horrible lugar, dos años para lograr convencer a todos a mi alrededor que mis dedos no irían directamente a mi garganta después de cada comida, dos años para tener la certeza de que odio a Ricardo. Deseaba salir de ese lugar, hace 20 kilos menos; no por mí, no por mi familia... lo único que me impulsó para salir adelante fuiste tú, Ale. No podía pensar en nada más que no fuera el enorme deseo por tocar tu piel una vez más, besar tus tiernos y tersos labios que tanto odias por ser tan delgados, pero a mí siempre me parecieron perfectos.

La vergüenza me consume después de la última vez que estuvimos juntos; por aquella vez que mi padre nos encontró en una pequeña cena por motivo de San Valentín, en medio de un beso. Recuerdo perfectamente tu mirada horrorizada, presenciado cada golpe que él ponía sobre mí rostro. La impotencia que sentiste al no poder hacer nada para defenderme, la manera en que gritabas para que se detuviera y no me hiciera más daño, nunca lo podré olvidar. Perdóname.

Desde aquel día te negaste a verme, y yo me negué a comer. Mi corazón roto trajo consigo una terrible depresión, y por si fuera poco una grave anorexia. Días después fui hospitalizado, nunca me visitaste. Ahora comprendo el porque.

Muchos se preguntarán ¿Cómo alguien puede odiar tanto a sus padres? Desafortunadamente siempre he predicado "No porque lleven tu sangre significa que merecen el respeto de llamarlos familia". Pues
son múltiples las ocasiones en las que son ellos quiénes más te lastiman. Las personas externas a ti suelen ser aquellas con quienes puedes contar; pues, podrás quedar desamparado, pero siempre encontrarás un amigo.

Para mí las esperanzas de sobrevivir fuera de la clínica eran bajas. Nunca pensé que me sentiría más solo que nunca dentro de mi propia casa; en dónde lo único que les importa es el renombre de la familia, y mantener a la oveja negra fuera del escándalo de la prensa. 

Para todos los fieles seguidores de mi padre, fuí enviado de intercambio a Francia. Ricardo Palacio, un pianista internacional con un intachable renombre en el género de la música clásica. Durante toda su carrera se ha encargado de vender su vida privada a los medios de comunicación, mostrando una preciosa familia detrás de él. Y así lo fue hasta que su alcoholismo lo derrumbó... nos derrumbó a todos. Trayendo un constante maltrato intrafamiliar.

Lo gracioso es que la prensa no está enterada del infierno que se vive dentro de la casa Palacio; esposo alcohólico, esposa vulnerable, hijo anoréxico... y creo que no hay nada malo en mis hermanos; sobretodo en Eduardo, mi hermano mayor y el favorito de mis padres.

¿Cómo es posible amar y al mismo tiempo odiar tanto a una persona? A lo que he formulado tan sólo una respuesta razonable al confuso sentimiento y es la envidia. Y siendo sinceros es la respuesta más prudente. Odio a mi hermano por ser mejor que yo en todos los aspectos, por ser lo que mis padres hubieran deseado que yo fuera. Desde aquel cuerpo tonificado, hasta su maravillosa inteligencia en el ámbito escolar, y habilidad en natación. Siendo el chico destacado y por supuesto el favorito de toda la familia.

Lalo, cómo suelo llamarlo; fue el único familiar que constantemente acudía a visitarme, llevando una gran alegría a mi yo de 16, 17 y ahora 18 años ¿Cómo podría odiarlo? Pues son más las razones para no hacerlo. Recuerdo como metía mis dulces favoritos de contrabando, lo que me hacía sentir culpable después de comerlos. Deseaba correr al baño, introducir a mi boca un par de dedos hasta producirme náuseas... pero cada vez que lo hacía, recordaba que aumentarían los días allí. No sirvió de nada.

En cuanto llegué a casa, mis padres se encargaron de no mencionar absolutamente nada acerca del tema, incluso cerraron con llave la puerta principal para que no saliera corriendo hacia casa de Ale. Absolutamente todos tienen un duplicado, excepto yo y mi hermana menor Regina; de quién aseguran es fácil de manipular, por lo que, le tienen prohibido acercarse con la estúpida excusa de que puedo corromper su mente.

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