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Capítulo 1. Un despertar poco glorioso.

Nunca en mi vida me había desmayado, lo fingí un par de veces, pero no tenía idea como se sentía realmente. Creía que era como quedarse dormido de un minuto a otro, cómo cuando estás tan cansado que los ojos se cierran antes de que puedas negarte. Pensé que dentro de eso tendria sueños o pesadillas y que al despertar sería como espabilar por las mañanas, sin embargo, nada de eso sucedió.

Lo último que recordaba era lanzar mi varita a Potter. El miedo a que Voldemort ganará fue suficiente para hacer que la adrenalina me ganara por completo. Dejé el lado de mis padres y corrí con todas mis fuerzas al centro de una batalla a la que no quería pertenecer, una guerra sin treguas que debía terminar de una u otra forma; y aunque estar del lado de Potter nunca fue una opción viable definitivamente era mejor que repetir los horrores que había presenciado durante casi tres largos años.

El señor tenebroso debía caer.

Mi impulsividad termino pronto con todos mis planes. Logré ver como Potter cogía mi varita en el aire y alcancé a escuchar a mi madre soltar un alarido de sorpresa, mi nombre de su boca en indignación. Después de eso todo fue un borrón distorsionado; recuerdo caer de rodillas y sentir como la carne de mis manos se abría con el golpe y el escombro en el piso, seguido de un calor quemante que nacía en el costado de mi cabeza, específicamente del lado izquierdo.

Debía estar muerto.

Esa era la conclusión mas lógica, pero de alguna forma la vida quería cobrarme todo lo que había hecho, todo lo dije, todo lo que no pensé y llevé acabo sin preguntar. El destino con el que todos nacemos me impidió partir sin antes resarcir mis faltas.

Así fue que desperté dos años después en San Mungo...

La sensación de estar de vuelta fue horrible, tener conciencia fue horrible, respirar fue horrible. Todos los músculos de mi cuerpo dolían como el infierno, mi garganta raspaba igual que si me hubieran introducido vidrio molido por la boca, pero lo peor era la sordera. Perdí total audición de mi oido izquierdo y aunque los sanadores aseguraban que no debía doler, a mí me dolía. Tal vez exageraba, tal vez solo se trataba de aceptar la mierda que llovería sobre mi cabeza, pero sin dudas lo que vino después fue mucho peor.

Dos hombres del ministerio llegaron en cuanto pude mover mis brazos y hablar sin escupir.

—Señor Draco Lucius Malfoy, se le acusa de servir bajo las órdenes de Voldemort durante la batalla en Hogwarts, también se le adjudica la muerte de Vincent Crabbe y anterior a eso su participación activa en el asesinato de Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore. Así mismo, se añaden los delitos de maldecir a la señorita Katie Bell con un collar de Ópalo y un intento de envenenamiento con aguamiel al señor Ronald Bilius Weasley.

—¿Perdón? —tuve que preguntar no solo porque los cargos eran ridículos, también porque apenas había logrado escuchar lo que decían. Maldita sordera.

Uno de los tipos señaló su oreja y el otro pareció entender la referencia. Asintieron sonriendo como si mi estado de salud fuera algo cómico. Extendieron frente a mí tres pergaminos que me acusaban de conspirador, asesino y mortífago. Por todos lados aparecían nombres que de momento me sonaron desconocidos, los únicos que logré ubicar fueron los de mis padres y el de Potter con su equipo dorado.

Maldito CobardeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora