[Epílogo]

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La vida no fue fácil, ¿pero cuando lo es? Al menos todo había acabado, estando en San Mungo era difícil notar que Voldemort estaba más que extinto, que la gente que solía conocer ahora estaba presa o muerta y que a pesar de todo lo anterior el mundo seguía girando.

No volví a ver a mi madre, pero todas las mañanas, justo cuando el cerebro da ese chispazo de conciencia, pensaba en ella. Ojalá fuera feliz, ojalá hubiera encontrado un lugar al cual pertenecer. Al menos yo lo había encontrado y sabía que eso era lo mejor que le podía suceder a cualquiera.

En ocasiones también había cosas malas.

Todas las mañanas el espejo me daba una imagen que me hacia sentir intimidado. La quemaduras prevalecían, las del cuerpo no importaba tanto, pero la del rostro era otra historia. Ciertos días parecía verse ligeramente rojiza, como si arriba de la piel carbonizada tuviera una calca bermellón y brillos a. Hermione decía (por que después de un tiempo dejó de ser Granger) que parecía piel de serpiente, que me iba bien. Creo que fue gracias a esas palabras que comencé a aceptarlo como un rasgo físico de mi propia personalidad. Por que siendo sincero ¿cuando deja un Slytherin de serlo?

Nunca, la respuesta es nunca, las serpientes solo cambian de piel.

Había sufrido un cambio de piel en nivel emocional. No deje que mi sarcasmo e ingenio se apagaran, pero de algún modo por fin comprendí a mi padre, los negocios y el dinero te obligaban a mantener un rostro plano, te absorbían cualquier destello de juventud estúpida. La diferencia entre ambos fue que aprendí a dejar los negocios fuera de casa. Apenas pisaba la entrada del apartamento, me sacudía por completo cualquier negatividad, bajaba mis barreras y me dejaba envolver y hundir.

Era mejor sentirlo todo, fuera bueno o no. Todo era mejor entre los brazos de mi amada.

• ────── H ────── •

—¿Cómo fue tu día?

—¿Tienes una idea de cuánto odio que me preguntes eso?

—Por eso mismo lo hago —me gire y lo observé. No se veía alterado aún cuando su tono fue agresivo, solo jugaba. Draco sabía de antemano que le preguntaría por su día, así había sido durante casi dos años

Había aprendido mucho de él con la convivencia, el tono de su voz e incluso sus palabras no siempre tenían conexión con lo que en verdad sentía. Era su coraza.

—Me interesa tu día. ¿No preguntarás por mío?

—Seguro ha ido de maravilla.

—Quisiera decir que si, pero no, no ha ido tan bien, fue pesado.

—Hmm...

—Además tengo noticias.

—Si son malas prefiero que las guardes para ti. —suspiro cansado.

—Es sobre algo que nos involucra a ambos.

—Que me sorprenda, deja que me sorprenda. No me lo cuentes.

—Draco, dime que te ocurrió —exigí preocupada por su indiferencia. Mo noté lo que pasaba hasta que me acerque sentándome en el pequeño comedor frente a él, sus nudillos estaban rojos, había hecho algo, había golpeado a alguien. —¿Te dijeron algo de tu... de tu rostro?

—No. —respondió secamente. —La única que habla de mi cara eres tú.

Era cierto, yo hablaba todo el tiempo de su cara, descubriendo que en verdad había desarollado un interés genuino por su piel. Me encantaba su nuevo aspecto, no quería que fuera de otra forma. Recordaba a la perfección su rostro antes del bombarda y aunque era como el de un modelo prefería mil veces al de ahora. Por las noches, mientras Draco dormía, me dedicaba extenuantes horas a verlo, cuando intuía que estaba profundamente dormido repartía besos por la carne insensible cerca de su ojo. Un par de noches atrás me descubrió, abrió sus ojos de par en par mientras yo despegaba mi boca de su piel. No dijo nada, simplemente se quedó mirándome. Sus pupilas plata no hervían como antes, había paz, había anhelo y me hacían sentir un revoloteo en el abdomen que solo se calmaba cuando volvía a besarlo.

Maldito CobardeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora