CAPÍTULO. I

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Los halos de energía seguían rondando la habitación, no era energía buena, no eran las buenas vibras que te dan un cálido abrazo, no eran las vibras del verano.

Era algo más... siniestro.

Este es el inicio, mi verdadero inicio para esta historia.

Esperaba impaciente a que mi turno llegara. "No dolerá, cielo" es mentira, sí duele, siempre duele.

La hermana Hunter hace poco se había largado dejándome una reconfortante bata de pijama y una toalla limpia, mi ropa se la había llevado cuidadosamente doblada, mi pelo rozaba mi barbilla que por cierto se encontraba mal cortado con desfiguraciones por debajo, mi tez pálida y mi gran marca de nacimiento que adornaba un costado de mi cuello salían a la luz ya que una vez puesta la blanca bata, era lo único que resaltaba. Esa era yo, con muchos defectos, una chica asustada, reprimida, encerrada.

Abracé mis rodillas y apoyé mi cabeza en ellas, cruzaba mis pies porque me encontraba cohibida paciente a que llegara mi turno. Entonces un leve sonido inundó mis oídos, era la hermana Barckley para avisarme que sería la próxima, para que sepa que debía dirigirme a rezar antes de entrar a lo que llaman "la habitación especial".

Esa noche todo cambió, le conté a quien sea que estuviera arriba mis problemas y me desahogué,  me levanté, tensé mis manos y decidida salí de la habitación, 2 hermanas me esperaban fuera para escoltarme a "la habitación especial" en donde me esperaba la hermana suprema, como nos gustaba llamarle. Una vez delante de ella me sentía insignificante, dejé resbalar una lágrima por mi mejilla y me odié por eso, no llores...

—Colócate la bata especial, ya conoces el protocolo, querida— me sonrió de una manera vacía que hizo que me sintiera cohibida.

Caminé con dificultad y me quité la pijama en frente de la hermana, perdiendo el pudor y sintiendo vergüenza me vestí rápidamente y me senté en la silla.

—No te dije que te sentaras—dijo revisando una carpeta con mi nombre y mis daros personales— si colaboras terminaremos cuanto antes, sino, conoces el castigo, y no querrás el castigo, ¿cierto? —a lo que yo negué.

《Veamos, Eagle, ¿verdad?— yo asentí
Y ella continuó— 13 años, le cuesta alimentarse bien... hay que mejorar eso... hace sus deberes, cocinó, planchó, lavó, ¡muy bien hecho!, es que tienes mucho potencial en tus manos— me miró suspicaz》

Potencial...

Odiaba esa palabra.

—Levántate— me informó y yo negué asustada. Esto otra vez no, por favor.

Ella clavó sus ojos en mi fríamente y alzó un poco su tono de voz que utilizó para llamar a dos hombres que venían de sus costados a sostenerme por los brazos.

—No jugaré al policía bueno y el policía malo, solo obedece— me dijo la hermana suprema con mirada gélida, yo sollozé, grité, pataleé, y nada, absolutamente nada. Me tomaron cual objeto, me pesaron y midieron hasta el cansancio, cuando al fin la hermana se levantó de su silla, hizo un ademán con la cabeza y los dos hombres plegaron las sillas y las mesas, abandonaron la habitación, y la hermana con una mirada me dijo:

—Veamos de qué eres capaz— y apagó las luces.

Ahí me encontraba yo, en medio de un oscuro cuarto llorando mientras tocaba la puerta con fuerza y rabia.

—DÉJENME SALIR— repetía en diferentes tonos repetidamente y a veces alternándolo con sollozos.

La oscuridad siempre hacia que mis emociones se encontraran a flor de piel, me sentía indefensa, como si en ese momento fuera lo más vulnerable de la tierra y como si la oscuridad era lo único de lo que en verdad tenía que temerle. Junto a mí había un vaso de agua completo que tomé debido a la resequedad de mi garganta, al final me rendí, me acosté a llorar por medio hora rememorando todos los horribles epidodios de mi vida, recordándome el...

Sé fuerte, ¿sí?, ¿lo harías por mí?

Y una última sonrisa de tristeza.

Lloré más fuerte aún, y luego noté que los muros se empezaban a cerrar, está es tu cabeza... ¿lo está?

El vaso se empezó a mover hasta que logró caerse al suelo y supe que era verdad, las paredes se cerraban poco a poco, me sentía agobiada.

¿Qué iba a hacer?

Mi cabeza acribillada de pensamientos y mi cuerpo cansado y devastado, mi respiración irregular fueron el detonante para mi catástrofe en todos los sentidos.

Sentía que absorbía la energía del lugar, el foco apagado explotó haciento caer vidrios, me sostenía la cabeza ya que era una sensación de homigueo que no ayudaba a mi migraña, el vaso rebotaba de un lado al otro y también lo hacía el piso, yo cada vez me encogía más y más en mi misma hasta que el tiempo se detuvo. Las paredes que se encontraban aplastándose se detuvieron.

Ya no era Tik Tak.

Ahora solo era espacio. No había tiempo.

Mi mala energía acumulada al fin estalló haciendo que las paredes hechas de un mal concreto estallaran contra las verdaderas paredes, todo lo que había sentido, había sido cargado en un especie de sonido agudo y muy repetido, las ondas sonoras finalmente se detuvieron pero no por mucho cuando escuché la voz de alguien por una bocina aplaudiendo.

—Te tomó un poco pero al final lo pudiste hacer, te fue mejor que la vez pasada, sin duda eres una chica que trabaja con estímulos— dijo la voz de la doctora con la que había tratado anteriormente.

—Pudo haber sido mejor— finalizó con un punto y final la hermana suprema.

Estallé y esta vez fue peor, el vidrio que separaba ambas habitaciones explotó al igual que los aparatos electrónicos al rededor de la habitación.

Ya no se escuchaban las voces de las personas, ahora me pertenecía a mí misma, no soy un animal de exhibición. Tenía el poder ahora. Todo estalló.

Mis aspecto, me encontraba con los ojos cambiados radicalmente a un negro, como si un alma no fuera capaz de estar ahí dentro de mí, y mi cabello levitaba hacia mis costados.

Con un leve movimiento de dedos la puerta de metal se comprimió y se hizo a un lado, salí corriendo lo mas rápido que pude, y agarré un perchero de metal que tenía cerca lo comprimí hasta hacer una vara casi como una katana.

Corrí abriéndome paso en la iglesia, pasé corriendo a grandes zancadas y saqué del asiento del fondo a la derecha, una mochila que había preparado desde hace tiempo.

Sí, yo tenía un plan.

Me colgué la mochila de un amarillo chillón en mi espalda y salí corriendo como si mi vida dependiera de ello porque así lo era.

En mi camino me topé con hombre de seguridad que me intentó detener, pero esquivé, y cuando él me intentó jalar por la mochila, sin necesidad de hacer contacto directo, ejercí presión sobre su garganta sintiendo correr por la yema de mis dedos la vida abandonando su cuerpo, dejé el cuerpo en el suelo y salí corriendo hasta lograr salir del edificio, una vez afuera había una concentración de compañeras que me habían acompañado durante la que pudo ser la peor experiencia de mi vida.

—VOLVERÉ POR USTEDES, LO JURO. AUNQUE TENGA QUE QUEMAR ESTE LUGAR— e internándome por la espesura del bosque, me sentí más libre de lo que jamás me había sentido, no, no me alegraron las muertes, pero si viven lo mismo que yo viví sabrán de lo que se trata.

Tenía el control de mi vida de nuevo por primera vez en mis (aquel entonces) 13 años de vida.

¿Qué iba a hacer?

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