Ella siempre ha dado la vida entera por sus hijos, no hay dama dentro de esta ciudad que supere su belleza, la delgadez de su cuerpo figura la suavidad de su alma, la paciencia y ternura se dibujan en cada rasgo de su piel, es una mujer excepcional; todos los que la rodean se iluminan al verla pasar.
Hoy, los ojos de su hombre empapados de alcohol y de golpes le preparan el lecho de muerte... Él llega pasada la media noche, con una mancha carmesí en su cuello, es un patán, grosero y sin cariño que se pasa la vida quejándose del destino, ella se acerca a sus labios y le besa con lágrimas en las mejillas y un dolor inmenso por dentro, él rápidamente se aparta y camina hacia el cuarto vacío de momentos que recordar.
La mujer toma entre sus brazos a sus niños, los abraza y camina hacia el umbral de la puerta, sin más nada se ha decidido abandonar a su hombre, está decidida a recorrer las calles de la vida sin su compañía.
Mientras da vuelta a la llave de la puerta principal él la toma del brazo y le escupe las palabras en la cara, levanta bruscamente a los niños, los devuelve a la cama, vuelve a la sala y con su mano de plomo golpea fuerte el rostro de su mujer, ella cae quebrando la mesita de vidrio que se encuentra al lado, toma un trozo de vidrio y lo clava en la pecho de su marido, tal vez así comience a sentir.
La ira se enciende en el rostro del verdugo, la toma del cabello y choca su cabeza contra la pared, atontada por el golpe y por el odio que ha bebido su corazón se levanta, ya de pie corre a su habitación, abre las puertas de los armarios y busca entre los almohadones, corre los cajoncillos, revisa los baúles, finalmente en un estante, al lado de una lámpara vacía de luz encuentra lo que buscaba, toma el arma y camina lentamente hacia la sala con aires de locura rondeando sus pensamientos.
Mira a su marido sentado en el sofá fumando un cigarrillo y tapándose la herida, apunta el arma y sin pensarlo un segundo tira del gatillo despedazando una vida sin sentido, se vuelve hacia el espejo que cubre la pared, mira sus ojos cansados y mira las marcas de los golpes, corren mil gotas por los ojos, un solo segundo después deja de correr la sangre por sus venas.
Los niños lo han visto todo desde el otro lado del pasillo...

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Mi café sabe a dolor
Short StorySiempre las personas a como vienen se van, ese es el dolor que nos dejan y a mí el café me recuerda todos esos sufrimientos y momentos.