Te doy mi vida

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El ángel de los ojos negros tomó asiento al lado del camino, fue acaparando todo el espacio alrededor, todo lo que giraba en torno a mi presencia; tomó mis ojos y entonces le fue posible observar la belleza de su rostro y de su cuerpo en el espejo de mi alma, poco a poco este espejo se fue cubriendo con un manto de olvido y los ojos se me quedaron transparentes pues nunca más me dedicó una mirada de amor.

Pidió prestadas mis manos que estaban desgastadas de tanto añorar, y con ellas pudo acariciar otra piel que no era la mía, el muy ladrón nunca las devolvió. Estúpidamente le regalé mis labios, consiguió entonces probar el dulce sabor de mis lágrimas ya secas por el viento, en un instante de desesperación rechazó mi boca lanzándola al suelo muerto. Mis pies caminaron a su lado, le enseñaron a trotar de una forma sin igual, ha llegado el momento en que se apresuró su vida, él corrió sobre las montañas manchadas del color de la tarde y me ha dejado acá, solo, en este camino ardiente como infierno.

No le bastó con todo eso y en las noches que pasaba frío fue desgarrando mi piel lentamente para con ella cobijar su cuerpo desnudo, dijo querer desaparecer de este mundo falto de amor, al sentir su sufrimiento le ofrecí mi pobre corazón, los latidos le fueron regalando uno a uno un sentimiento, yo como arena brusca en medio desierto; así quedaba.

Escribió con las estrellas sobre el cielo que ya no sentía vida, le entregué una copa de vidrio puro con toda mi sangre, la bebió hasta hartarse y sentirse completo, lo que quedó, lo escupió fuera de su boca como si fuese cualquier brebaje sin valor. Pidió conocer un mundo nuevo, un universo nuevo; completamente enamorado de él le brindé mis alas con plumas de oro, él las tomó, se alejó y hasta el momento no ha regresado, los demás me han narrado como las dejó caer en el fuego eterno del sol.

Se llevó las ganas de existir, me despedazó completo y ya no tengo nada, ya no soy nada. Voy en este viaje recogiendo los pedazos que quedan de mi cuerpo deshecho, sé que nuevamente lo encontraré, si es necesario le daré las piezas de mi cuerpo una vez más, de esto se trata este juego, en esto se basa esta historia.

Ingenuo de mí que le ofrecí mi vida entera a un demonio confundiéndolo con el ángel de los ojos negros, o tal vez me equivoqué y al final no hay ángeles ni demonios, tan solo seres humanos...

Mi café sabe a dolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora