Soulmates (JaeDo/DoJae)

Prólogo

La calle se encontraba vacía, sólo el constante repiqueteo de sus sandalias al chocar contra el suelo se escuchaba en el lugar. La verdad es que no le extrañaba. De seguro todos ya estarían en la plaza, disfrutando del espectaculo que ya debería estar terminando; y el mero pensamiento de que él no lo encontrase ahí, junto al resto del pueblo para animarlo, fue suficiente para que se moviera lo más rápido que sus cortas piernas le permitían.

El aliento entrecortado, el sudor pegando los risos almendrados sobre su frente y la ropa sucia, culpa de haber escarbado en la tierra, le daban un aspecto desastrozo y de seguro su madre lo regañaría al verlo. Pero nada de eso importó cuando escuchó la melodiosa voz resonar por toda la plaza principal. Doyoung estaba bendecido, o al menos eso pensó desde la primera vez que le oyó interpretar un ditirambo por primera vez.

Siempre creyó que Dionisio le concedió la habilidad del canto para poder oírlo en cada festival y así disfrutar al máximo de todas las alabanzas que se hacian en su nombre.Claro que al contarle sus ocurrencias al mayor, éste le decia que se deje de decir tonterías, que estaba muy lejos de poseer una voz digna de admirar pero cualquier persona que tuviera oídos sabría que mentía.

Se abrió paso entre la multitud, colandose entre los pequeños espacios vacíos y empujando a los adultos cuando era necesario. No le importó oír las maldiciones que le vociferaban si eso significaba poder posicionarse al frente y lanzar las flores que con tanto esmero había recogido de su jardin sobre el escenario, justo en el momento que la obra llegará a su fin.

Cuando los cánticos culminaron sintió un deje de tristeza, era el último día del festival y eso significaba tener que esperar otro año más para disfrutar de la bella voz de su amigo. Pero tal sentimiento se disipo cuando al fijar su vista sobre el coro logró verle.

Doyoung se quitaba la adorable máscara que rememoraba a un conejo, dejando a la vista su bonito rostro que se ilumino al verle allí. Siempre en la parte delantera, como su mayor admirador.