CAPITULO 1 VEO LA LUZ

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"Hoy he tenido suerte, he despertado y estoy vivo. Tengo esta vida preciosa y no la desperdiciaré". Dalai Lama

Todo tiene un principio, mi vida inició en un hogar especial, soy afortunada de haber nacido allí, como primogénita creo que mis padres tenían muchas esperanzas puestas. Nací en un hogar humilde, mi padre trabajaba en una empresa con sueldo fijo y mamá al hogar, era el único que llevaba los ingresos a la casa. Vivíamos en casa de abuela, en un cuartico, pues otros familiares morábamos allí y el espacio era reducido. Aunque había mucha gente, era feliz. Junto con mis primos, jugábamos en el barrial que se formaba cuando llovía, a subirnos en los arboles de guayaba, níspero que había en el patio, a correr por toda la casa sin importar el montón de personas. De abuela Adela, me encantaban sus comidas, tenía una sazón única, una mujer hermosa, dedicada, entregada a su casa, viuda desde hacía muchos años, fue madre y padre para sus nueve hijos.

La niñez es la etapa más importante, allí recibes todo lo que formará tu personalidad, la relación que se establece con mamá o papá determinará lo que serás. Mamá se esmeraba mucho por mí, cuando tenía los cuatro años, nació mi hermano Armando. Papá estaba muy contento, y yo también, un hermanito vino a alegrarnos la vida, ya no estaba sola. Su primer hijo varón, creo que puso sus sueños en él, deseaba que fuese un gran beisbolista como lo fue su papá, o sea mi abuelo, porque él amaba el béisbol, de hecho mi abuelo fue beisbolista aficionado en Barranquilla, participante en torneos citadinos y foráneos, perteneció al selecto equipo de la viejas glorias del deporte de la pelota caliente en la misma ciudad, cuyo epicentro era el mítico estadio llamado Tomás Arrieta, hoy día renombrado por Edgar Rentería. Recuerdo que mi padre me llevaba a todos los juegos de softball que él practicaba en Barranquilla, sobre todo en la cancha de la Escuela Normal la hacienda, allí en el barrio Delicias. Aunque no entendía el juego, mi papá era feliz porque me permitía estar a su lado, si bien él siempre amaba el licor, casi era una costumbre, acto seguido terminaba un juego él se quedaba con sus amigos tomando alcohol, a mi mamá eso le disgustaba puesto que temía que al emborracharse me fuese a dejar en algún lado, creo que por eso discutían, pero mi papá no le prestaba atención y seguía en lo mismo, afortunadamente, nunca me pasó nada.

Mi felicidad de niña fue plena, cuando mis padres compraron casa nueva, en el barrio Las Margaritas, en el municipio de Soledad, la casa era en bloques de cemento, con pisos de cemento rustico, lo que se llama en obra negra, no era la maravilla, pero ya tenía mi espacio, mi dormitorio propio, al poco tiempo nació mi otro hermano, Carlos. También sentí felicidad pues se nos agrandaba la familia, ya éramos tres hijos, en algunas ocasiones mamá me dejaba al cuidado de ellos cuando tenía que hacer diligencias. Considero que mi infancia fue estupenda. Como todo, inicié la escuela primero cerca a la casa, posteriormente mamá decidió colocarme en un colegio de religiosas ubicado en el citado municipio, de verdad hoy en día me asombro de la libertad que mamá dispuso, ella me enseñó a tomar un bus que me dejaba cerca a la escuela, la distancia de la casa a la escuela era de 20 minutos en bus, contaba con siete años, para esa edad, creo que hoy día muchas madres no dejarían ir a sus hijas ni a la esquina.

Admiré siempre de mi vieja hermosa, esa actitud de desapego que siempre tuvo. Jamás sentí sobreprotección a pesar que soy hija única. Tenía muchas amigas por la cuadra, Margarita, Carolina, Las Hermanas Bolaño, Luz Neira, Fidelia, Las Hermanas Villamizar, América, la gringa, Ney, Mónica, en fin, que cuadrilla de mujeres lindas, era feliz, corriendo por la calle, jugando hasta alta horas de la noche, visitando a las vecinas, sin temor que nada o algo pasara, eran otros tiempos donde se confiaba en el vecino, no había la malicia de hacer daño a los hijos. Mi vida continuó de forma normal, la escuela, la casa, el mismo barrio, la rutina de todos los días sin mayor contratiempo.

A los 17 años culminé mi secundaria, ese mismo año conocí al hombre que después sería mi esposo. Fue mi único novio, quizá por la misma educación, basada en el temor, no tuve oportunidad de conocer más chicos, yo misma negaba la experiencia, veía que no era el tiempo, tenía otros sueños, de estudiar, de salir adelante. Tomé la decisión de estudiar en universidad privada cuando mi padre quedó ese año sin empleo, la empresa para la cual laboraba cerró actividades y lo despidieron. No tenía opción, mi padre me dijo el mismo día que gradué de bachiller, que no había dinero para una universidad, ni para estudios pagos, debía buscar mi destino, porque él no tenía los recursos para ello.

DESPERTÁNDOME- DE LA OSCURIDAD A LA LUZ-Where stories live. Discover now