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felix.
— ¿por qué? —exclamó felix—. no puedes—dijo. estaba triste, enojado y confundido.
changbin no podía irse. no. él tenía que quedarse, en seúl. terminar sus estudios, después casarse, adoptar dos niños, tener una mansión, un lindo auto y 101 dálmatas.
con felix.
porque changbin debía estar con felix.
¿verdad?
—déjame explicarte bien...—trató de decir seo, pero fue interrumpido por el pecoso.
— ¿por qué no me dijiste? —volvió a decir, con expresión triste.
—felix...—suspiró.
— ¡voy contigo! —dijo.
— ¿qué?
— ¡sí! —volvió a decir—. yo...eh, ¡yo quepo en esa maleta! —señaló una maleta, que reposaba fuera del auto. azul.
—no, espera, felix...
— ¡es que no te puedes ir! ¿y la escuela?
—salimos de vacaciones la semana pasada—contestó.
—binnie...
—felix...—repitió.
sin previo aviso, lee lo abrazó, con fuerza, escondiendo su cabeza en el cuello de seo.
changbin le acarició la espalda—. felix-...—se detuvo—. ¿¡felix, estás llorando!?
lee lo apretó más.
—felix, felix, no llores—changbin no sabía qué hacer. nunca supo qué hacer exactamente cuando alguien lloraba—. joder, felix, ¡es sólo por una semana!
lee abrió los ojos, se separó de changbin, aun sosteniéndolo por los hombros. tenía los ojos acuosos—. ¿qué dijiste?
changbin suspiró—. solo es por una semana—explicó—, mis abuelos viven allá—prosiguió—, mi abuelo está enfermo y mi madre se preocupó. iremos a verlo solo por una semana—recalcó las últimas palabras—, y, si te dije hasta ahorita, es porque a mí también me dijeron está mañana. fue como una sorpresa. lo siento, de todas maneras—finalizó.
felix volvió a sonreír, aún con sus ojos cristalinos. abrazó a changbin de nuevo.
— ¿por qué no mencionaste antes? —susurró en el oído del mayor.
