El teatro se llenaba con una pieza, una pieza que rompía mi corazón.
Muchos la encontrarían aburrida, una pieza triste, larga e incoherente a comparación de la obra de la que provenía. Una obra clave de que la música clásica es para "gente aburrida y adinerada" aunque el concierto sea gratis.
Pero yo no.No sé si era el momento tan triste o lo que había surgido en mí el día anterior lo que hacía, de mi mente, llenar imágenes y pensamientos hostigadores de una vida perfecta y lo terrible que era anhelar tal cruel deseo...
"La mejor forma en la que puedes disfrutar esta obra es imaginando un momento y el sentimiento que te provocaba. De preferencia, parecido a la velocidad de ella o el nombre del movimiento..."
Aire era su nombre. Proveniente de la Suite Holberg de Grieg.
Precisamente era una pieza que al escucharla, sueño provocaba en la mayoría, en especial de los niños alrededor de nuestros asientos, contraria a su obertura y el resto de partes. No obstante, algo me hacía amarla y no sabía si era el rostro de quién dirigía desde el primer violín o si los sentimientos que me procaba...
"Ella es la novia de tu mejor amigo, ¡no le puedes hacer esto después de todo lo que él hizo por ti!"
Un estruendo de sonidos tétricos y despertadores me sacaron un segundo de mi trance, segundo en el cual observé su rostro lleno de concentración y sentimiento, esperando que ese sufrimiento que aparentaba fuera por mí, por más egoísta que sonara.
El clímax parecía haber finalizado y sus ojos cambiaron de dolor a tranquilidad, de odio e imposibilidad a Esperanza y amor. Un ambiente de calma cubría el lugar y un beso imaginario, cubría la comisura de mis labios.
Ese vals que una vez le prometí, esas caricias que atormentaban mi mente, los abrazos sin malas intenciones y los roces de manos sin querer; farsedades que en realidad, deseaba vivir con solo una persona: ella.La pieza volvió a ponerse tétrica, como un recordatorio de lo que jamás podría poseer y que quererlo me sería más odioso que un recuerdo apacible. Parecía que la orquesta me lo cantaba de una forma extraña a través de su melodía extrañamente tan dolorosa, pero tan apacible a la vez.
Y sus palabras inundaban mi mente."No puedes amar lo que jamás te pertenecerá. Menos ella, que a tu alcance nunca va a estar".
Mayor era yo, ella tan solo una chiquilla inocente que no quería corromper, un hombre que deseaba morbosidades en sus sueños y con culpas despertaba. Qué no la esperaba, pero su humanidad lo hacía esperanzarse que un día ella iría por él y le susurraría.
"Te amo..."
La música empezó a decrecer y con eso mi dolor quedó en exhibición ante una multitud medio dormida y/o aburrida.
Mi amigo, a mi lado, estaba a punto de aplaudir y yo lo detuve.—¿Por qué? —preguntó.
—No se aplaude entre movimientos de una misma obra, es una falta de educación—dije fingiendo una sonrisa.Lo sabía porque ella me lo había enseñado, ¿Cómo olvidaría algo tan importante? Todo lo era si se trataba de ella.
Rigaudon empezó, su solo mi alma tocó y el recordatorio de que la concertina siempre sería dueña de ella calmaba mi mente, destruyéndola a momentos y reviviéndola cuando sus ojos pasaban por los míos.
"¿Una historia que valga la pena contar? Yo tengo una.
La de la joven concertina y su fan enamorado, el amor platónico que no se concretaba y que cuando se dió, parecía haberse perdido entre las sombras y cenizas del invierno, el momento de la perdición real.
Todo empezó en un teatro, con un chico perdido y una joven desconfiada, luchando por un gran puesto..."
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La concertina
RomancePara Sebastián, el amor era una pérdida de tiempo. Siempre que se enamoraba, algo salía mal o alguien salía herido. Y esta vez, lamentablemente no era diferente. Carla, una joven de dieciséis años, sería su próximo amor platónico. Una violinista, as...