capítulo 2

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Volvimos a tu residencia porque me habías prometido que me invitarías a comer, querías salir a la azotea con la cámara después, me dijiste que querías hacer fotos.

- ¿Para el Spectator?- te pregunté

- ¿El periódico? - dijiste, -Que va, para mí-.

En la cocina me entretuve viendo un mural de fotos hechas por ti, fotos en blanco y negro tomadas por todo el campus.

Eran preciosas, extrañas, inundadas de luz, Imágenes con tanto zoom que los objetos cotidianos parecían obras de arte contemporáneo.

- ¿Dónde es esta? - pregunté tras contemplarla un rato, me di cuenta que se trataba de un nido de pájaro visto muy de cerca y que estaba con papel que parecía de periódicos y revistas y un trabajo de alguien para la clase de literatura francesa.

- Ah, esa fue genial- respondiste, - ¿sabes quién es Choi Youngjae? uno que canta a cappella, el novio de Im Jaebeom? me contó que desde su ventana se veia un nido al que no tenía ni idea de cómo había llegado a parar los trabajos de algún estudiante, fui a verlo y tuve que asomar medio cuerpo por la ventana para poder hacer esa foto, Younjae le pido a Jaebeom que me sujetara de los tobillos porque le daba miedo de que pudiera caerme, pero conseguí hacerlo-.

A partir de esa anécdota empecé a verte de otra manera, eras un chico atrevido, valiente y no dudabas en absoluto cuando se trataba de capturar arte.

Pensándolo bien creo que es justo lo que querías que creyera. Estabas intentando impresionarme, pero en ese entonces no me di cuenta.

Solo pensé; “Es fantástico”, pero lo que era cierto en aquellos tiempos y ha sido cierto desde que te conocí es que tienes el don de encontrar belleza en el lugar más inesperado, reparas en cosas que otra gente no ve, eso es algo que siempre he admirado de ti.

- ¿Es a lo que te quieres dedicar? - te pregunte señalando las fotografías. Tú negaste con la cabeza.

-Es un pasatiempo- respondiste, - Mi madre es artista, deberías ver lo que hace, unos cuadros abstractos enormes, bellísimos, pero se gana la vida pintando pequeños lienzos de atardeceres en Arizona para los turistas, yo no quiero eso para mí, dedicarte a crear solo que se vende.

Me apoye en la encimera para ver el resto de fotografías, imágenes de oxido extendiéndose por un banco de piedra, vetas de mármol quebradas, de corrosión en una reja metálica, de belleza donde yo jamás habría imaginado que había.

- ¿Tu padre también es pintor? - pregunté.

Tu semblante se oscureció, lo vi perfectamente; como si detrás de tus ojos se cerrara una puerta.

-No- dijiste, -No lo es-.

Había tropezado con una grieta que no sabía que se encontrara ahí.

Archivé el dato, estaba descubriendo el paisaje que eras, esperaba que fuese un territorio que pudiera llegar a reconocer muy bien, que al navegar por él acabara convirtiéndose en mi segunda naturaleza.

Te habías quedado callado, yo también.

Al fondo retumbaba el estruendo de la televisión y oí a los locutores del informativo hablar del edificio una vez más. De nuevo me invadió una sensación de horror ante lo que estaba pasando. Dejé tus fotos en la encimera, parecía una perversidad fijarse en algo bello en esos momentos, Pero al recordarlo ahora, creo que quizás era justamente lo que había que hacer.

- ¿No dijiste que íbamos a comer? - te pregunté, aunque no tuviese ni pisca de hambre, aunque las imágenes del televisor, me hubiesen revuelto las tripas.

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⏰ Última actualización: Aug 11, 2019 ⏰

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