Introducción: La melancolía de amar.

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Nunca tuve la necesidad de enamorarme, las personas tienden a confundir el temor con el amor, eso lo tengo claro. Las relaciones afectusas no son lo mío, quiero decir, tengo amigos, sí, pero una persona por la cual se sosieguen mis sentidos, no. No vale la pena vendarme los ojos y mostrarme vulnerable ante el tacto que alguien más me dá.

Algunas veces recuerdo a mi padre, un hombre, que pese a la situación de su gente, seguía fuerte; estoico.

Pero todo hombre tiene una debilidad, y la de mi padre, fue el amor.

Nunca tuve la desdicha de conocerla, pero sé que, al menos por palabras dichas por mi padre, ella era la mujer más hermosa que conoció, la describía como una rosa; tenía por fuera la belleza más dichosa, con un físico magnífico, pero no se comparaba en lo más mínimo con su carácter que, tal como las rosas se protegen con sus espinas, ella ponía oposición a cualquier trato que no fuera de su agrado, aunque esto no siempre resultaba. De hecho, uno de sus característicos colores es precisamente el rojo. Había ocaciones en que su ímpetu por aquella mujer era de tal grado, que nos la quiso presentar, pero me negué rotundamente, no necesitaba conocerla como para saber que mi padre querría establecer algo serio con ella, algo que no quería que ocurriera.

El día que mi padre falleció, fue el más agónico para mí, el dolor se clavó en lo más profundo de la médula, y la vida careció de sentido por un momento, es como si estuviera postrado en el umbral de la puerta, para después ser arrojado al más insignificante vacío. Pero no podía ser sometido por el dolor, sabía que con la partida de mi padre, indudablemente, alguien tendría que tomar su lugar, y ese sería yo. Así que comencé mis labores fungiendo como nuevo representante de la nación. Durante mucho tiempo no estableci relaciones interpersonales que no fueran las de siempre: China, Brasil y Alemania, y de ser así, fueron más comerciales y diplomáticas que otra cosa.Los años pasaron monótonos y rutinarios tal como el día de hoy, donde me encuentro caminando hacía la sala de reuniones para leer algunos nuevos acuerdos con China, y si las cosas marchan bien, firmar dichas clausulas.

Entré por la puerta principal de aquel conocido edificio, la suela de mis zapatos golpeaba el suelo de mármol pulido en un sonido constante; armónico, mientras sostenía con la mano derecha la correa de mi maleta de cuero negro, y miraba hacía el frente con la cara en alto, imponiendo autoridad. Detuve mi paso para subir al elevador, miré mi reloj 7:45, escuché un pitido y subí la mirada, viendo salir a otro country, ni siquiera me tomé la molestia de mirarlo, claro que él tampoco lo hizo, subí al elevador y presione el botón del quinto piso, observé entre las puertas a la persona que salió anteriormente, no portaba un saco, y parecía tener un pantalón de tirantes desalineado, y los más resaltante de él, colores verde y blanco, eso es todo lo que pude observar antes de que las metálicas puertas se cerraran por completo, provocando que el elevador comenzará a ascender. Después de algunos segundos de espera se detuvo y abrió nuevamente sus puertas dando paso a que saliera, caminé hacía la gran puerta cobriza que tenía grabado el nombre China, para golpearla suavemente y entrar seguido de un pasa.

-Rusia, es un placer verte de nuevo,- saludó mientras firmaba algunos papeles- tan puntual como siempre, toma asiento por favor.- sin mirarme, apuntó con una pluma a la silla aterciopelada. Me senté dejando a un lado mío la maleta.

-Gracias, China, también me dá gusto verte de nuevo, espero y los nuevos acuerdos sean de especial encanto.

-Oh, lo serán, últimamente he estado ampliando mis relaciones comerciales.- dijo con orgullo acomodando los papeles en sus manos, para después guardarlos en alguna de las tantas carpetas que se encontraban en el escritorio. Mi curiosidad no era precisamente fuerte como para preguntar con quién o quiénes, pero sé que sería descortés no hacerlo.

-¿Así, con quién?

-Algunos latinoamericanos, pero especialmente con México.-México, aquel tercermundista que alguna vez ayudó a mi país en tiempos duros. Ahora que lo pensaba, seguro era él quien había visto en el ascensor.

-Entonces que les vaya de maravilla.

-Así será, Rusia, pero ahora hay que hablar de lo que realmente nos compete.

Chiquitito, pero solo es la introducción a la vida de Rusia, el proximo capítulo rebasará las 1,OOO palabras, o al menos, eso planeo

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Chiquitito, pero solo es la introducción a la vida de Rusia, el proximo capítulo rebasará las 1,OOO palabras, o al menos, eso planeo.

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⏰ Última actualización: Aug 12, 2019 ⏰

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