Trabajando con Zayn

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Eran ya las seis de la tarde cuando llamé al teléfono de su casa. Al principio tenía miedo de haberme confundido de piso, pues nadie contestaba y era la primera vez que le visitaba. Apenas había empezado el curso y conocía de nada a Zayn, por lo aquella situación me incomodaba un poco. Afortunadamente para mí, aunque la espera fue larga, oía su voz distorsionada por el telefonillo. La reconocería hasta entre un millón. Llevábamos poco conociéndonos, pero ya éramos buenos amigos.

La puerta del portal se abrió y entré. Frente a mí había unas escaleras oscuras y largas, a su lado, un ascensor antiguo que estaba funcionando haciendo un ruido atronador. Sin saber a dónde ir, miré a mi alrededor para ver cómo se encendían las luces de las escaleras, entonces en penumbra. No fue necesario.

La puerta del ascensor se abrió y de él salió Zayn. Era un chico medianamente alto, delgado, de mi misma edad, dieciséis años, aunque conservaba alguno de sus rasgos infantiles, sobre todo en la cara. Tenía los ojos pardos, el pelo negro corto y bien peinado; sonriendo como si me hubiera esperado durante mil años. Iba vestido tal y como lo hacía siempre, con unos pantalones vaqueros  y una camiseta negra bastante ceñida a su torso. Con efusividad me saludó y me invitó a que nos metiéramos en el ascensor. Cuando lo hicimos, marcó el cuarto piso y cerró las puertas.

Sin mediar palabra alguna, íbamos ya por el segundo piso cuando, de repente, el ascensor se paró. Asustado, me sobresalté y Zayn dejó escapar una risita, como si le hiciera gracia la situación. Sin dudarlo ni un instante, se apartó para dirigirse a la puerta del ascensor, la abrió y volvió a cerrarla con fuerza. Volvió a darle al botón del cuarto y el ascensor se puso en marcha de nuevo.

— El ascensor es una porquería — me comentó, riéndose — ¡Un día nos quedaremos encerrados y nadie podrá sacarnos!

Sin más problemas, el ascensor llegó hasta el cuarto piso. Zayn giró a la derecha y le seguí hasta su puerta. Cuando la abrió, me invitó a pasar y cerró tras mí. Era una casa bastante pequeña, con dos habitaciones, una frente a la puerta de entrada y una dentro del salón. La cocina y el baño estaban al otro lado del pasillo. Zayn me señaló la habitación que estaba en frente nuestra, me dijo que entrara y desapareció en el salón.

Me senté en una silla frente al ordenador fijo y dejé mi carpeta encima de la mesa, donde tenía todo lo necesario para hacer el trabajo que debíamos de hacer entonces. Miré a mi alrededor y vi una habitación demasiado seria para ser de un adolescente. Los apuntes estaban repartidos por todas partes, de los cuales yo entendía menos que de la física cuántica, unas camisas y unas corbatas colgadas en la puerta del armario y un paquetito morado que me llamó mucho la atención. Me levanté para mirar que era y, justo cuando estaba frente a él, entró Zayn con una silla. Fingiendo que no estaba cotilleando lo que tenía, me volví a sentar y saqué de mi carpeta los papeles del trabajo.

— ¿Es tuya la habitación, Zayn? ¡La tienes hecha una mierda! — le dije, riéndome.

— ¡Qué dices, tío! Esta es la de mi hermanastro, que tengo el ordenador roto y lo tenemos que hacer aquí — y tras hacer una pausa, añadió — ¡Y a ver qué se podría decir de la tuya!

Como ya íbamos con retraso, empezamos a hacer el trabajo inmediatamente. Teníamos que hacerlo para el día siguiente, y el profesor que no daba era un pesado de cuidado y se ponía a gritar como un orangután en celo cada vez que alguien no hacía todo perfecto. Aunque era fácil y venía en el libro, Zayn y yo queríamos buscarlo en Internet para ampliarlo y enseñarle al energúmeno ese que no éramos tan tontos como nos decía.

— Oye, tú — preguntó Zayn mirando mis papeles — ¡Qué eso no era lo que tenías que buscar! ¡Esta mierda no nos sirve de nada!

Zayn parecía divertirse con mis errores. Siempre que la cagaba en clase, o por la calle; o donde fuera, sacaba un comentario para reírse de mí. Uno de los más notorios fue cuando, al decirle que estaba algo "interesado" en cierta chica, lo primero que hizo fue saludarla y decirle que estaba enamorado de ella. ¡Menos mal que nos tomábamos las cosas a guasa! Y que conste que se la devolveré...

Sorpresa adolescente - Ziam AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora