Capítulo tres

9 1 0
                                    

No podía ver a nada más que la televisión. Los rizos castaños de Mark eran acariciados por una mano frágil de uñas azules. No tenía qué hacer o decir ahí así que esperaba impaciente en el sillón pequeño fingiendo interés en ver cómo Lucky Luke atrapaba a los delincuentes.

Pensaba en la guitarra y el amplificador que habíamos robado y ahora yacían escondidas en el armario de Susan. Me consideraba un chico bastante decente pero al recordarme debajo de la ventana de la tienda musical ayudando a Mark a coger el instrumento solo me producía escalofríos. Mi amigo parecía no tenerle miedo a nada y siempre se pavoneaba de burlar la seguridad. Me estaba pasando ya el bajo en las manos cuando noté un coche a lo lejos, con las luces encendidas. Rápidamente agarré a Mark de las mangas y le obligué a saltar des de tres metros de altura. Él refunfuñó por el daño en su talón y nos esfumamos de enseguida. Le hice prometer que nuca volveríamos a hacer este tipo de cosas pero en el fondo era una pena haber dejado a ese Gibson Les Paul.

De reojo noté que los dos se levantaban:

- Bueno, nos vamos ya. Te veré otra noche Susan- exclamó el castaño sacándome de mis cavilaciones mientras guiñaba el ojo a la chica.

- Espero que sea pronto entonces - ronroneó para luego abrirnos la puerta. - Y tú también puedes venir más seguido...- se dirigió a mí.

Yo asentí y bajé la vista.

Bajamos para dirigirnos a la maldita discoteca a pesar de que me sentía mortalmente agotado. Recorrimos unas tres manzanas hasta que logré percibir en la esquina de la calle al mismo auto que casi nos pilla en la tienda musical. Era el mismo Fiat celeste. Avisé a Mark de mi avistamiento y sospechas pero él solo respondió que era mis paranoias.

- Te digo que no es nada. Seguramente solo era un tío que pasó por ahí y ahora regresa, yo que sé. Además no puede ser el viejo de la tienda, él siempre usa la camioneta del trabajo. - se tronó los huesos y bostezó- ¿Oye y seguro que quieres ir a el club?

- ¿Eh? Pero si lo has propuesto tú.

- Es que ya estoy cansado - rió- Pensé que no nos tomaría tanto tiempo y...¡Ehh! no me mires así, es tu culpa de ser tan lento.

Rodé los ojos y suspiré.

- Das asco.

- Lo sé - pasó su brazo amistosamente por mi hombro y como la parada de bus quedaba cerca no tuvimos que dar media vuelta.

Mientras, yo me giré y vi que el coche arrancó. Fue muy dudoso pero no había riesgo de que nos pillasen por nuestra pequeña travesura; si el dueño no era él, estábamos a salvo. Dentro del bus nos pusimos los pijamas azules y entramos evadiendo al siempre durmiente portero.

A la mañana siguiente estaba hablando con el doctor Jerkins sobre cómo había estado estos últimos días, si funcionaba el tratamiento y como respondía. Me dio una caja de pastillas y con unas palmaditas en la espalda musitó:

- Eres un buen chico, sigue así. A la tarde tus padres vendrán a recogerte, espero no verte nunca más por aquí.

- ¿Cómo?

- Oh ¿Lo olvidaste? Tus padres vendrán a las cinco. - respondió mirando sus informes.

- Me dijeron que vendrían una de estas semanas pero no cual día.

Él me abrió la puerta.

- Puedes salir.

Fui a al salón central intentando visualizar a Mark. La mayoría de pacientes estaban jugando a cartas o al Domino. Otros simplemente miraban a la nada y otros se distraían mucho comiendo pipas en vistas al parque. Estaba alegre por volver a casa pero sin Marotte las cosas se complicaban muchísimo. Obviamente este no era el mejor lugar para vivir, es más, a veces sentía miedo por algunos internos o frívolos doctores pero regresar a mi vida normal... ¡Oh dios! ¡Por lo menos déjame salir con Mark!

Lamentablemente eso era imposible y lo que estaba viendo me lo confirmaba.

- ¡Tú no tienes ni idea de quién soy estúpido! - gritó mi amigo dando un salto a la mesa. - ¡Y cállate de una vez o te vuelvo a tirar la sopa en la cara!

- ¡Mark! Para de una vez por favor. - ordené con exasperación.

Él continuo con los ojos fijos en quien quiera que persiguiese mientras gotas de sudor le resbalaban por la frente y su pecho subía y bajaba. Le empujé hasta nuestra habitación antes de que descubrieran al culpable del alboroto.

- No te voy a regañar ni preguntar qué pasó. Verás...Hay una cosa más importante de la que hablar- acaricié su cabello-. Ehmm, bueno... - inhalé aire para decirlo lo más rápido posible- Los doctores me han dado de baja y hoy saldré a las cinco. Yo...¡Yo no lo sabía hasta ahora! Te lo juro, creía que iban a tardar más en dármela pero yo no quiero dejarte aquí, Mark ¡Eres mi mejor amigo! Quiero crear la banda que dijimos y viajar por el mundo. - mi voz temblaba por el llanto y alcé a ver sus ojos. Ahora negros e inexpresivos.

Por fin se dignó a responder con un acto. Cogió mi muñeca con fuerza y la mantuvo en frente mío.

- ¡Por eso es porque estás aquí! ¡Eres un peligro para ti mismo! Sí, sí, ya lo sé...Ahora estás bien pero si llegaras a hacer otra estupidez dejo de respirar - me abrazó- Ellos no me dejan salir porque dicen que soy un peligro y bueno...Creo que la Lamictal me ayuda poco a poco y saldré...- echó un vistazo rápido al calendario- ¿no creo que pasen ni tres semanas, no?

Esa tarde me despedí de mi amigo y regresé al pequeño departamento que mi madre compartía con mi padrastro.

Clumsy and shyWhere stories live. Discover now