Elena

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Creep siempre fue su canción favorita, pero eso nadie más lo sabía.

El día está nublado; a ella le encantan estos días. Cada vez que las nubes ofuscan el resplandeciente sol ella sale de esa casita suya, no hablo de esa casa que todos conocemos, me refiero a "su casa", aquel espacio en lo recóndito de su mente donde ella se viste de miles de colores distintos, donde no para de reír, donde puede ser quien quiere ser.

A lo lejos puedo distinguir la banca donde la besé por primera vez y donde compartimos cientos de dulces recuerdos; siempre cantaba en aquel lugar sobre cosas que entendí muy tarde. Hoy cuando salí de la casa el aire estaba inundado con un delicioso aroma a vainilla, un nostálgico aroma a vainilla, un doloroso aroma a ella. Pero avancé sobre mi bicicleta, el viento en mi rostro emulaba la sensación de sus besos; yo seguí avanzando ¿qué no es lo que todos debemos hacer? Pero al correr regresé a su recuerdo, a sus cálidos brazos, volví a mirar las marcas en sus muñecas, de nuevo limpié las lágrimas en sus mejillas, le quité de las manos aquel frasco con pastillas.

Para cuando llegué a su calle me asaltaron las imágenes de la ocasión en que me permitió entrar a su casa, estaba bastante nerviosa, la notaba algo avergonzada y triste, pero seguía sonriéndome de todas maneras. Tal vez ella no vive más ahí pero tengo por seguro que si me acerco a la ventana de su antigua habitación, aún se pueden escuchar los ecos de sus risas; tal vez, con suerte, también los de sus sueños; porque sé que debajo de esos párpados morados estaban las visiones más hermosas del mundo. A veces me preguntaba si su corazón no contaría en un idioma secreto e indescifrable los secretos de esa pequeña vida.

Pero no puedo escucharlos más, no puedo verla más, ella no está aquí.

He llegado hasta el árbol donde se sentaba a escuchar música durante horas, en los días nublados, donde enterré nuestras cartas de amor; donde ella partió silenciosa, sin despedirse porque había decidido que no soportaría más tiempo en este mundo. ¿Cómo pudo irse así sin más cuando hay alguien que puede recordarla de esta manera? pero una persona no alcanza si el resto se empeña en destrozarte, romperte un poquito cada día. Hice lo que pude pero no fue suficiente.

Para cuando llegué al cementerio me invadió la duda de si debía llevar algún presente ¿íbamos a celebrar algo? Bajé de la bicicleta y me adentré en el campo santo; caminé hacia lo más alto donde se encontraban las sepulturas más recientes. Allí descansaría su cuerpo adolorido pero su alma ya debería estar surcando el cielo en forma de ave, ella siempre lo quiso. Deseaba con todas sus fuerzas volar cada vez que los chicos del colegio la insultaban y se reían de ella, cuando se sentía inmensamente vacía o demasiado sofocada, cada vez que se sentía sola, irremediablemente sola, terriblemente inútil y asquerosa. Elena siempre se odió por ser el reflejo de lo que el resto del mundo odiaba de si mismo. Saqué mi teléfono me senté a un lado de la lápida y dejé sonando Iris, esa siempre debió ser su canción.

¿Cómo pudo irse cuando aún queda alguien que puede recordarla así?

ElenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora