"Mejor morir luchando por la libertad que ser un prisionero todos los días de tu vida."
Ese era el lema de los revolucionarios en el universo de Aiónio Óneiro. Un universo donde la guerra entre los mortales y los dioses no parecía terminar, o bueno...
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Jimin tomó una bocanada de aire.
Si bien todo el inframundo no era tan terrible como lo contaban, habían partes que sí, y el lugar al que estaba a punto de adentrarse era uno de ellos.
¿Estaba preparado para enfrentarse asimismo?
Sí lo estaba.
¿O no?
"Ven, acércate. Ya te hemos visto"
Jimin tragó con dificultad su saliva.
<Una vez que te vean ya no podrás retroceder>, recordó la voz de su padre.
"Perdón por molestarles. Mi única intención es llegar al estanque" Jimin comenzó a caminar hacía su destino.
"¿Estás seguro?" Una risa resonó en todo el bosque.
"Si he venido es porque debería estarlo, ¿no?"
"Entonces, bienvenido" Otra risa resonó pero esta vez solo en sus oídos.
<Cuándo escuches la segunda risa, cierra los ojos y prepárate. El viaje está por comenzar>
Jimin cerró los ojos.
"¿Empezamos por tu madre o por todos los niños que mataste?" Preguntaron en el oído de Jimin.
Varías risas resonaron a su alrededor.
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'"¿Jin?" Namjoon corrió hacia su amigo. "Viejo amigo, ¿qué te ha pasado?" Dijo al ver el aspecto demacrado de su amigo.
"La revolución acabo"
Namjoon se acercó a abrazarle. "¿Por qué lloras?" Le acarició la espalda. "Esa es una buena noticia"
Lo era, ¿no?
Jin rió amargadamente. "Acabo porque ya no había quien peleará...Namjoon" Sollozó. "Todos murieron" Apretó con más fuerza a Namjoon. "Incluso Jiminie y Hoseokie"
