El amor es así, improvisto, loco, divertido, desmedido, increíble, peculiar y hasta aterrador. Algunas veces te toca llorar y otras reir, de eso se trata. No existe la relación perfecta, existe solamente personas que a pesar de las circunstancias luchan por construir su mismo cuento de hadas junto a la persona que aman.
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Si se lo preguntaran, Yoongi no dudaría en responder que no se arrepentiría de escaparse de casa una y otra vez para ver a su Jeongguk. Y de eso hace mucho, cuando sus padres no aceptaron su relación con el castaño por ser cuatro años mayor que él. Para el señor Min, aquello era incomprensible, sabiendo que Yoongi solo tenía catorce años y obviamente, la señora Min le seguía el juego, pero en cambio, porque pensaba que Yoongi empezaba a ser menos varonil cuando ese chico estaba a su alrededor y ella había criado a todo un hombrecito. De igual forma, Sooyeon, se encontraba todavía reacia a aceptar la sexualidad de su hijo a diferencia de Hyunk. Entonces, Yoongi empezó a huir en las noches de su cama para encontrarse con su amado, disfrutando cada segundo.
Una colina a las afueras del barrio de Yoongi y Jeongguk era testigo de aquellos encuentros y travesuras que se proponían. Solo les gustaba quedarse acostados en el pasto verde, con una cobija cubriéndolos, la cabeza de Yoongi sobre el pecho de Jeongguk y unas intensas ganas de poder ser libres y amarse, mientras miraban el amanecer y se decían te amo.
Así habían perdurado dos años; hasta que Jeongguk tuvo que mudarse a Seúl por su universidad. Realmente la noticia destrozó a Yoongi, a tal punto en donde quería dejar todo e irse con el castaño, sin embargo, Jeongguk nunca lo dejó y a Yoongi le tocó que acoplarse a la nueva idea de estar lejos de quien más amaba.
La noche antes de que Jeongguk viajara a Seúl, la pareja quedó en verse en la habitación de Yoongi, a pesar de que estuvieran sus padres a escasos metros de su habitación, pero es que ya nada le importaba a Yoongi para ese entonces. Al llegar las doce, el castaño ya estaba acurrucando a Yoongi entre sus tonificados brazos, mientras las lágrimas se desbordaban por los ojos del pálido. Las palabras reconciliadoras no faltaron, y las caricias mucho menos. Ese noche sus cuerpos se unieron en algo más allá del sexo, aunque le dijeran hacer el amor, ellos no lo comparaban con eso, porque la experiencia había sido tan gratificante como devastadora.
El cuerpo de Yoongi quedando impregnando con el único recuerdo de Jeongguk; su aroma.
Todo era bonito, hasta que la bomba explotó. O más bien, hasta que los padres de Yoongi explotaron de ira e indignación.
La escena que sus ojos encontraron en la mañana, a su hijo medio desnudo entre los brazos de aquel chico, les hizo pegarle una gran cachetada a Yoongi y sacar a patadas a Jeongguk, llamándolo de pederasta y demás.
Jeongguk no pudo regresar, ni mucho menos comunicarse con Yoongi. Y eso le preocupó en demasía. No podía seguir su camino sin su chico. Pero lo hizo. Lo hizo cuando vio a su chico devastado por las nuevas reglas de su padres.