La tuve de nuevo con dios, tanto, que me tocó acabar la charla con el cura párroco de la iglesia de mi barrio.
¡Hombre, Manel, que caro verte por aquí! Me soltó el padre Benito nada más verme. Le conté que siento repelús por las sotanas desde la más tierna infancia, que ni me gustan los toqueteos babosos ni las hostias que me pegaban cuando iba a la escuela. Él ha hecho mutis y ha ido al grano. A qué debemos el honor de tu visita. Le he contado la verdad, que había empezado a rezarle a dios, como hago siempre y que esta vez, a media charla, se ha desconectado y me ha dejado con la palabra en la boca. El cura, hombre de fe contrastada, ha argumentado la imposibilidad de que eso pudiera suceder. Dios siempre escucha a quien le habla, ha sentenciado. Pues a mí me ha dejado con la palabra en la boca, padre, he contrarrestado yo con cierto enfado.
Después de un silencio en el que me pensaba que el anciano echaría a volar en un éxtasis místico me ha mirado a los ojos, me ha puesto la mano en la rodilla que yo, con un sutil golpe con los nudillos, le he forzado a retirar, y ha preguntado sobre qué versaba mi conversación con Dios. Eso ha derivado en el diálogo que intentaré reproducir con la máxima fidelidad que puedo otorgar a mi pobre memoria.
—hablábamos de la trinidad, padre.
—Arduo misterio es ese, hijo mío ¿Y cuáles eran tus dudas?
—En realidad no eran dudas sobre la trinidad en sí, ¿sabe?, eso lo tengo claro porque comprendo la complejidad de dios y sus poderes. Mis dudas eran otras.
—¿Cuáles?, si pueden saberse.
—Pues me corroe una duda con el espíritu santo.
—El maravilloso Espíritu Santo —ha repetido él como sin tocar el suelo—. Continúa, hijo mío.
—Sí, sobre el embarazo de María, la madre de Jesús, Lucas nos cuenta en su capítulo 1, versículo 35, que: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra»...
—Correcto, hijo mío, veo que conoces bien la palabra de Dios.
—Sí, sí, al dedillo. Sigo. Después, para que viera que no me lo tomo a broma, le dije que, también en Lucas, capítulo 3, versículo 22, podía leerse: «y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma.»
—Exacto, exacto. Sigue.
—Pues eso, que según sus propias palabras, atendiendo a que la biblia es su propia palabra, ese espíritu santo viene a los terrícolas en forma de paloma y que esa paloma, de algún modo, es la que embaraza a María ¿Sería correcto?
—Hombre, es un modo burdo de decirlo pero no se aleja de la verdad.
—Esas mismas palabras me ha dicho él antes de enfadarse.
—¿Y qué ha sucedido para que se enfadara del modo que dices?
—Que le he hecho un simple comentario.
—¿Puedes repetírmelo a mí que pueda yo asistirte en tus dudas?
—Pues mire, solo le he dicho que para ser milagroso de verdad y que esa historia tuviera una carga más dramática, el espíritu santo no debería aparecerse a los terrícolas en forma de paloma sino en forma de caballo percherón. Y me mandó a la mierda ¿es eso normal?
Vete a la mierda han sido sus últimas palabras. Está claro que dios y yo no estamos hechos para entendernos.
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Mis charlas con Dios
Fantasyrelatos irreverentes relacionados con la fe católica y sus historias.