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Las venas de sus brazos comenzaron a marcarse desde que estábamos en el bar, parecía una lucha de poder hasta que por fin cedió.

Su boca está liándose con la mía en una batalla húmeda, pero a ambos parece encantarnos lo que está pasando. Mis manos se pasean por su torso desnudo y las de él sujetan mis cabellos con fuerza. Algo en mi ha despertado y ya no es mi libido, es algo más  pero no parece hacerlo solo, se nota por lo apretado que se siente allí abajo.

— Tul... — suspiro entre dientes, con el poco aire que me deja
—. Vamos a la cama.

Asiente y sonríe, pero justo cuando quiere bajarse, lo detengo sosteniendo su trasero con mis manos.

— Solo dime dónde está.

— Al fondo — señala tras de si — pero... ¿Podrás caminar?

Sé a que se refiere y eso ya lo domino.

— He levantado hasta tres veces mi peso, eres una pluma en comparación...

Le resto importancia a mi respuesta encogiéndome de hombros.

— ¿En pesas o...?

También he levantado personas, pero ninguno en comparación a el peso en el gimnasio, claro que eso no lo tiene que saber.

Me levanto sujetando con más fuerza su trasero y el enreda sus piernas en mi cadera, parece una serpiente enroscándose con destreza.

— Te apuesto a que tus pesas no son distracciones...

Sus labios vuelven a mi lóbulo derecho pero está muy equivocado si cree que eso me hará perder el equilibrio, se lo que quiero y como lo voy a obtener. Incluso he contado los pasos hasta llegar a la puerta negra de madera barnizada de su habitación.

20 pasos.

Desde el sillón hasta su cama, ni más ni menos, la distancia es más corta de lo que creí.

Me libera en cuanto lo dejo caer y yo termino de quitarme los pantalones, los calcetines se quedan, y no es por gusto, sino porque tira de mi cuerpo hacia él para que caiga encima suyo.

Le doy una sonrisa de aprobación y pierdo nuevamente el control cuando lo tengo desnudo sobre mi, no sé en que momento está igual que yo pero eso no es importante ahora.

Abandono sus labios dejando un rastro de saliva por su barbilla hasta llegar a su clavícula derecha, se retuerce en la cama mientras sus dedos se enredan en la sábana, un beso más deja una marca roja en su cuello que sé mañana será violácea. Mis manos recorren su cuerpo sin tapujos y mis labios atrapan uno de sus pezones sensibles, su primer gemido sale allí, toma fuerza de no se donde y me sujeta las muñecas para invertir los papeles, lo hace con tanta fuerza que logra separar la cama de la pared por segundos hasta volverla a su lugar, suelto una carcajada y el me guiña un ojo, es su turno de besarme por donde le da la gana pero no parece tomar el control por completo, pues me ha soltado en cuanto comienza a besarme lo que permite que nuevamente lo ponga bajo de mi, ni siquiera nos hemos mirado el ha cerrado los ojos y yo estoy lamiendo su ombligo, chasqueo los labios para recoger la saliva que sale de entre mis comisuras, me pongo de rodillas y abro sus piernas para mi, lo jalo, y eso causa que abra los ojos con sorpresa pero se relaja en cuanto le doy una nalgada, el sonido hueco llena la habitación y el vuelve a soltar otro gemido.

Con la poca cordura que le queda abre uno de sus cajones y avienta frente a mi una botellita de plástico y un preservativo.

— Tomaré solo este...

Mis palabras lo turban al ver que solo he tomado el condón entre dos dedos y arrojo la botella lejos, creo que tiene muchas preguntas pero no le contestaré ninguna, al menos no con palabras.

Acerco una almohada hasta mi dejando que su cabeza se azote en el colchón.
El toma la contigua y se vuelve a acomodar...

— Necesitas lubricante...

Hace el intento de alcanzar la botella y es entonces cuando decido hacer lo que vino a mi mente desde que lo vi.

Me abro espacio entre sus nalgas con los dedos y dejo caer mi rostro entre ellas, mi lengua alcanza su agujero rosado y gime en cuanto lo toco...

— Maxiiiin...

Es lo que alcanza a decir antes de que deje mi lengua en su interior.

IMPERIUM Donde viven las historias. Descúbrelo ahora