Escribo entre líneas porque el camino de mi vida actualmente es arduo y frágil.
Escribo entre líneas porque a veces plasmar verbalmente lo que pasa en tu interior es inaccesible.
Escribo entre líneas para sacar mi rugido,
que arde
y me ahoga al mismo tiempo.
La vida son rachas, unas veces caminas por senderos que te guían hacia la luz, la plenitud, el entendimiento... Y otras veces te sumerges en las aguas más turbias y contaminadas de tus parajes mentales. Aparentemente tener una emoción negativa es sinónimo de estar pasando por una racha mala de tu vida, pero yo no lo interpreto tal que así. Sentir es natural del ser humano, reprimir nuestros sentimientos de pena, desesperanza y desasosiego, no.
La vida es como una especie de laberinto. Debes de tener memoria para no volver a cometer el mismo error a la hora de escoger un camino.
El error, aunque produzca emociones negativas, te ayudará a adquirir un pensamiento más renovado para no volver a cometerlo. Perderse entre esas emociones producirá un estancamiento en tu trayecto para conseguir llegar hasta la salida.
Pero no creas que es tan fácil, porque no solamente se trata de encontrar la salida, sino que también, en el laberinto de tu vida, aparecerán situaciones que te pondrán a prueba.
Dependiendo de tu gestión emocional, esas situaciones se proyectarán de una forma u otra. Con lo cual, todo depende del enfoque que le quieras poner a las complicaciones que te surjan, depende del calzado que lleves puesto (lo preparado que estés) y también depende si hay algún camino que contiene veneno en el suelo...
La isla
En un camino difícil del laberinto, nos encontramos con una sala que te conduce a una isla. Mucha gente que conoce esta sala comenta que hay un veneno placentero, que te anestesia de todo lo de tu alrededor, a veces te ayuda a olvidar lo complicado que es llegar hasta la salida del laberinto, pero yo recuerdo ver quemaduras en todos sus cuerpos, estaban siendo dañados por el ácido y no eran conscientes de su conformismo.
Esa isla está rodeada de un océano que contiene ácido, donde ha fallecido muchísima gente, sus almas quedaron atrapadas en sus profundidades pero yo al menos, conseguí escapar.
Te cuento cómo pasó.
Era un tiempo donde yo no entendía por qué la vida era un laberinto y no un trayecto firme y directo. Conseguí avanzar pero me encontré con la sala que me condujo a la isla. Aparentemente, parecía un lugar tranquilo, el impacto de las olas contra la arena producía un aroma que aún puedo recordar. Era excitante, exótico. Parecía que tu alma era absorbida hacia sus interiores como si de un imán se tratase.
Pisé la orilla y ese aroma empezó a hacer efecto en mi cuerpo y alma.
De repente todo se tornó a tonos grises y empecé a llorar mientras que nadaba. Sentía angustia y recordaba con impotencia que mi vida era un camino muy complicado, que no tenía el calzado adecuado y que estaba sola. No era capaz de seguir nadando y me estanqué. Ahora la complicación era yo, junto con más seres marinos que trataban de ahogarme.
Aun así, seguí nadando y conseguí llegar a un barco.
Abrumada e inútilmente confiada me subí. No era consciente de que la persona que me rescató tenía dobles intenciones, pues los efectos de ese aroma nublaban mi vista. Y se siguió nublando hasta quedarme ciega.
Cuando esa persona me robó todas mis prendas, me lanzó al mar y caí hasta el fondo.
Estaba ciega y me odiaba por haber confiado en alguien y no en mi misma para salir del mar.
Todo lo que sentí en el pecho cuando toqué fondo fue indescriptible, en mi mente sonaba la Novena Sinfonía de Beethoven, era como la calma que te asfixia consecutivamente. Desplomada me encontraba hasta que sentí una luz que provenía del exterior del agua. No la ví, la sentí. Pensé de primeras que no iba a conseguir llegar hasta la luz, pues estaba ciega y el sentimiento de impotencia recorría por todas mis venas, aunque eso quedó como una idea de antemano.
Aun sin ver nada, pegué un impulso. Ese impulso nació dentro de mí, lo sentí como un fuego ardiente que iba evaporando toda el agua que me rodeaba, era un grito de lucha, de inconformismo, de salvación, de liberación. Y sin apenas conocimiento, empecé a bucear hasta el exterior.
Cuando llegué a la superficie cambié.
Lo veía todo perfectamente, todos los tonos del ambiente, los diferentes aromas anestesiantes que desprendían esa isla, sentía y podía ver las intenciones de cada persona tóxica que permanecía allí.
También conocí personas que me ayudaron, me dieron consejos de qué caminos del laberinto eran más fáciles pero aun así, seguían atrapados en esa isla.
Algo en mi interior me pedía que me alejase de todo el mundo y así lo hice. Empecé a andar por esa isla y me di cuenta de que el aroma ya no me hacía efecto, continué investigando el lugar hasta que encontré una zona muy tranquila, rodeada de vegetación y fauna, con un sonido tan vibrante que parecía alimento para mi alma.
Conseguí trazar un camino conectando diferentes puntos del sitio, todo me condujo a un templo.
Ese templo estaba hecho de oro, en la fachada había muchos signos de diferentes creencias, recuerdo ver simbología cristiana, islámica, budista, egipcia, hindú... Pero lo que más me interesaba, era lo que había en su interior.
Abrí la puerta y me encontré con una especie de figura en el centro. Era un ojo de color violeta y azul, el resto de la sala estaba completamente vacía. Me senté en posición de medio loto con la figura en mis manos, cerré los ojos y empecé a sentir. El sonido ''OM ''se introdujo en la vibración de mi alma, sentí éxtasis en cada partícula de mi ser.
Le pedí a lo que fuera, que me siguiera mostrando cosas. De repente visualicé un túnel, ya no estaba en la isla. Pregunté que si podía saber el camino correcto y una voz me dijo que las respuestas estaban dentro de mí. Cuando terminó de pronunciar esas palabras aparecí en el laberinto otra vez, pero disponía de un calzado mejor, de una fuerza interna que cada vez que bombeaba, mis venas se iban hinchando consecutivamente, solamente sabía que tenía que sentir. Dejarme llevar por mi alma y aprender de esos caminos erróneos.
Comencé a andar visualizando todo lo que ocurría a mi alrededor, siendo consciente de las señales escondidas que aparecían, de las pistas que había en el cielo y en la tierra. Hasta que al final llegué a la salida.
Cuando pisé la salida, algo en mi sabía que había llegado a mi hogar. Era un sentimiento que no cabe en la perspectiva humana, pues sentía y siento que pertenezco a algo más.
Dejé de ver con mis ojos y me conecté con el universo. Visualicé desde otra perspectiva todos los laberintos que había en la Tierra, parecían atrapados allí. Solamente podía escuchar sus gritos de pena y de desesperación.
Cuando estaba viendo esa situación, sentí que algo me observaba y una voz me preguntó que si quería seguir viajando por el cosmos o que si quería volver a la Tierra.
Sin pensármelo dos veces, empaticé con los seres humanos inyectados en aromas y me armé de valor para ayudarlos, pues ya adquiría de un mapa y de una brújula.
Todo se tornó en tonos grises y me di cuenta de que es necesario tener un pensamiento claro en un camino oscuro.
Sigue siendo complicado este trayecto, pero nosotros mismos somos la cárcel y la salvación de nuestras vidas, pues todo depende de la perspectiva que tengas en cada situación.
Yo te mando fuerza y esperanza para este trayecto tan difícil que se llama vida, escucha todas las señales que te rodean y conócete, porque nadie lo va a hacer mejor que tú.