Kizashi Haruno era nativo de Yuugakure, allí él aprendió todo sobre el Jashinimo. Cuando se mudó a Konoha para vivir con su esposa y tuvo una hija, él le enseñó a Sakura sobre Jashin.
Y tal vez para la familia Haruno sus acciones eran normales, pero...
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Pasaron los meses desde que Sakura habló con Jashin por primera vez, y aunque el Dios empezó a enseñarle ciertas cosas, su rutina no cambió mucho. Iba a la academia, jugaba con Kiba, corría por el pueblo o hacía lo que Jashin le ordenara(su entrenamiento) y finalmente llegaba a su casa, donde pasaba tiempo con su familia.
Pero lo mejor de todos estos sucesos, fue cuando la pelirrosa le contó a su padre su situación. Oh, ella podía recordar perfectamente su reacción.
FLASHBACK
Era sábado por la tarde cuando Sakura se acercó emocionada a su padre, quien le sonrió con cariño.
—¿Qué pasa, Sakura-chan?
—¿Recuerdas el libro que me diste, que trataba sobre Jashin-sama?— ella habló rápidamente debido a su emoción, Kizashi solo asintió.— Bueno, cuando me defendí de Ami y la golpeé, escuché la voz de Jashin-sama, y desde ese día puede hablar con él. ¡También dijo que me ayudaría a convertirme en una buena kunoichi!— la niña le informó emocionada con una gran sonrisa en su rostro.
Su padre parpadeó una, dos, tres veces.
Estaba perplejo, ¿su Dios ayudaría a entrenar a su hija y se comunicaba con ella? ¡Era el mejor día de la vida de Kizashi! Lágrimas de emoción salieron de sus ojos, y el abrazó con fuerza a su descendiente.
—Eres muy afortunada, Sakura-chan.— él murmuró.
FIN DEL FLASHBACK
Su madre no tuvo una reacción tan emotiva, ella solo aceptó todo tranquilamente, aunque por dentro estaba muy feliz ya que significaba que su hija no moriría a temprana edad(o eso esperaba).
•••
El tiempo pasó, ahora mismo, Sakura tenía 9 años y sería la primera vez que haría un sacrificio a Jashin. Aunque sería solo un animal, ya que debía empezar practicando con algo.
Para poder hacer esto, Kizashi se ofreció a llevar a Sakura a Yuugakure, ya que era el lugar natal del hombre mayor. Mebuki no los acompañó porque, aunque ella quería apoyar a su hija en todas estas cosas, la mujer era atea y no le encontraba mucho sentido, así que ella se quedó Konoha.
De todas formas, cuando llegaron al pueblo, la niña no pudo evitar ver todo con curiosidad. Su padre, sin embargo, observaba con nostalgia.
—¿Vivías aquí, tou-san? Es un lugar muy lindo.— ella dijo con una sonrisa que el hombre imitó.
—Sí, solo me mudé a Konoha al casarme con tu madre, por lo qué el resto de mi vida, viví aquí.— él le contó, recordando momentos felices de su infancia.
