Y Aslan de nuevo porque pues es un gato muy bonito, yolo.
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Permanecer viajando a donde fuera el viento, observando a los nuevos faunos entrenados por el señor Tumnus; los Náyades siguiendo el curso del agua ante cada corriente en los ríos y lagos; los humildes sátiros contemplando la naturaleza seguir su curso, entonando canciones que hacían bailar a cualquiera mientras las dríades los acompañaban con su canto atrayendo a cualquiera que quisiera escucharlas y entre el tumulto de personas congregadas en tan mágico concierto se encontraba el enano Garth intentando abrirse paso para llegar al castillo sabiendo que su majestad Dean estaría feliz de verlo.
El rey de Narnia se encontraba en su balcón observando el océano, perdiéndose en las lejanías como si pudiera ver más allá de lo que mostraba o, quizá, buscando algo que sentía perdido cuando en realidad había tenido todo lo que deseó e incluso más; a veces es demasiado notoria esa soledad que le rodea por los amplios pasillos del imponente castillo, uno que ha tenido mejores glorias que en aquel momento—he sido testigo de ellas cada una de las veces—y quizá se debía a ese pequeño modo de gobernar que diferenciaba al actual rey con sus antecesores.
Uno habría pensado que con los padres que tuvo, rey Rilian y la reina Adhara que ahora brillaban en las estrellas junto a sus antecesores, algo de sentido común habría germinado en su ser. Uno creería que los retratos del gran Rey Caspian X decorando los pasillos le recordarían las guerras que enfrentaron todos aquellos antes que él pero nada de eso lo hacía ser lo que otros fueron. Y no malinterpretéis, no hay dos reyes iguales pero al menos se pudieron haber aprendido de los errores de otros ¿no es así? Sin embargo, el gran rey Eridanus, cuyos más allegados llamaban Dean, cometía esos errores que habían sumido a Narnia bajo el hielo durante muchos años y, peor aún, hacía que de a poco los narnianos regresaran a los bosques.
Quizá él no lo notaba pero los árboles no danzaban como lo hicieron el día de su nacimiento. No era culpa del querido Dean, él sólo se dedicaba a ser lo que siempre fue, sino que aquella serpiente enroscada a su alrededor envenenaba su mal reinado pero no sería durante mucho tiempo, pronto llegaría alguien que se la quitaría antes de que recibiera la mordida.
...
Más allá de los frondosos árboles de Narnia, de sus profundos océanos e infinitos cielos, en un mundo completamente distinto a aquel que contenía animales parlantes y espíritus del bosque, se encontraba alguien de sumo interés, quizá aquel a quien necesitábamos para evitar una guerra como en antaño, donde nuestros reyes y reinas de Narnia dieron su vida con tal de salir victoriosos.
En una casa cuyas paredes encerraban una primer aventura, donde los jardines eran extensos y las reliquias que aquellas paredes guardaban podrían pertenecerle a un museo, se encontraba una vasta biblioteca llena de libros a más no poder. Libros y libros de cualquier tipo, con millones de historias que podrían parecer cuentos fantasiosos a ojos de algunos pero a los que hemos visto demasiado en una vida sólo eran meros libros de historia.
Sentado frente al escritorio de caoba se encontraba el objeto de nuestro interés leyendo vorazmente un libro de esos que él suele clasificar como fantasiosos y que en realidad son hechos históricos de una vida que no le tocó; leía de manera ansiosa, incluso podía sentir la velocidad con la que su mente devoraba las palabras convirtiéndolas en imágenes, almacenando la poca información que podría considerar necesaria de aquel libro tan viejo.
Tenía ojeras realmente pronunciadas bajo sus relucientes ojos azules, un azul que incluso podría haber causado la envidia en Narnia; su piel poseía un pálido enfermizo que delataba la preocupación que intentaba apaciguar con los libros, temiendo de lo que podría pasar del otro lado de la puerta, asustado de los hechos venideros después de tanto pero dispuesto a enfrentarse a lo que viniera. Una característica que lo hacía parecido a Sussan Pevensie, su madre. La reina benévola...quizá era eso lo que hacía falta en Narnia, benevolencia.
— ¿Castiel?
Una segunda voz, y desde luego que no la mía, lo sacó de su estupor haciendo que mirara con el ceño fruncido a quien osaba interrumpir su lectura. A veces se parecía demasiado a su madre, más cuando algo le molestaba, recordándome una época mucho más joven.
— ¿Cómo se encuentra mi madre?—fue la simple respuesta de aquel pelinegro.
—Está estable por ahora, si sigue así se mejorará muy pronto—aquel médico aseguro con convicción haciendo que Castiel arrugara la nariz, como si le hubiese ofendido de alguna manera—Ella nunca se rinde.
Podría abogar por eso, confirmando que la reina Sussan nunca iba a rendirse incluso si con eso diera su último aliento porque algo dentro de ella quería compensar algo que estaba más allá de su poder, algo que por más que se esforzara no iba a cambiar.
Pero, como había establecido aquel médico, Sussan no se rendía y, como era de esperarse, Castiel tampoco.
—Eso no me asegura que sobrevivirá a esto—gruñó de manera cortante, haciendo sobresaltar al médico que hacía lo que podía—Está decayendo y mi madre es lo único que tengo.
—Solo es cuestión de esperar el progreso de su madre, señor Pevensie—el doctor observó con pena infinita a aquel joven que decaía cada día como su madre—Debe tener fe en su madre, señor.
Aquel doctor no pudo observarlo pero yo sí, la molestia de Castiel ante aquellas palabras que no hacía nada para recuperar a su madre, para aliviarle el dolor que la afligía pero algo que Castiel ignoraba era que, más que dolor, Sussan sólo estaba cansada.
Una vida demasiado larga a pesar de todo lo que se disfruto, una vida que se dividía en dos mientras que los recuerdos de su mundo de fantasía la afligían cada noche haciendo que aquel feo sentimiento anidara en su corazón, cobrando esa factura que la atormentaba sin falta desde hace un tiempo; sueños de colores que la hacían sentir ajena a aquella vida que se había forjado después de su pérdida, ajena a ese mundo que se apagaba donde la única esperanza que tenía se encontraba en la otra habitación.
Castiel para Sussan era su esperanza, siempre lo fue desde el momento en que llegó a su vida, pero al mismo tiempo sentía que su hijo era demasiado para aquel mundo, que sin duda sería la esperanza de muchos en otro, en aquel mundo al que nunca volvió y que le arrebató todo. El mundo que relegó al olvido fingiendo que nunca había sucedido y solo fueron cuentos de una niñez atormentada por la guerra y que le hacía decirse que si no hubiese sido tan superficial y aceptado las cosas entonces, sólo quizá, no se sentiría tan sola.
Castiel ignoraba todo eso porque, como ya pudimos notar, se asemejaban demasiado y los cuentos que escuchó de la única reina de Narnia que quedaba viva los clasificó como esos, cuentos de la viva imaginación que su madre poseía; cuentos que le hacían olvidar a un padre ausente, cuentos que consolaban a un niño solitario que sólo tenía a su madre.
Pero ya lo hemos dicho, lo que para Castiel eran cuentos para nosotros era historia y pronto, más pronto de lo que pudiesen imaginar, las radiantes luces del Sur reclamaran a la reina Sussan, la benévola, y será su heredero el que responderá el llamado.
Mi llamado.
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- ¿Algo que decir antes de finalizar el capítulo? Hable ahora o calle para siempre.
- Jummm...ni la menor idea, jajaja.
-Sabias últimas palabras.
-Si me estoy riendo y sólo tenemos el prólogo.
-JAJAJAJA vamos a valer verga.
-Al infinito y más allá.
¡LARGA VIDA A ASLAN!

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El verdadero Rey de Narnia.
Fanfiction"Para volver nuestros comentarios realidad les traemos esta divertida historia de Dean siendo el rey del mundo más allá del closet, perdón es Narnia"-MiniAlien_26. "Porque de tan metido que está en el closet sin duda ya merecer ser nombrado rey de...