Después del preludio anunciado horas antes, ambos se hallaban sobre acogidos por la oscura noche. Cualquier otra velada a contraluz de una cierta belleza exteriorizada por la luna hubiese sido suficiente para dos almas puritanas, pero no fue así. Tanto Jim como Eileen festejaban el bullicio del pecado llamado intimidad que se asomaba por debajo del dintel, donde un par de destellos se trasponían por en medio de socavones esparcidos por todo el vidrio que a su vez timbraba al unísono con los relámpagos que se hacían escuchar hacia el sur de la ciudad. En la cama, el calor de las almohadas y un edredón color azulado se esparcía más allá de sus límites, humedeciendo con exquisita bondad un par de cuerpos medio desnudos vigilantes ante el precepto del banal echo erótico que se permitían mutuamente. El ambiente era ligero más ligero que el viento mismo, pues incluso un suspiro de su aliento se permitía la escucha cuando era necesario tanto así, que ese lugar, hallándose repleto de poesía y encanto se había quedado en completo y magnifico silencio.
- Anoche he soñado con usted – Dijo Eileen con voz suave.
- Eso de lo que usted habla son solo fantasías.
- Fantasías que divagan y acarician la realidad cual deseo lucido.
- ¿Qué es un sueño si no un simple vis de la realidad obtusa? Es un pensamiento que he adormecido con el tiempo.
- Pues ha de saber que mientras más lo imagino, más crece dentro de mí un anhelo por verlo nuevamente.
- Saberse como deseo es una idea que no comparto Eileen, y mucho menos el hecho de no distinguir la existencia por encima de medias verdades. Y esta misma ha de ser más perfecta que vuestra belleza comparada con la flor.
- Yo no deseo flores, te deseo a ti – En ese instante, Eileen lo miro a los ojos cual damisela de los viejos tiempo, jugueteando a su vez con su pecho mientras acariciaba sutilmente su libido llamado cuerpo.
- ¿Entonces ignorarás todo cumplido?
Ambos se callaron. La habitación se había transformado en un gemido febril e incuantificable, y así cual bendición de un extravagante clérigo errante, sus corazones dejaban atrás todo hecho impreso de sentimiento.
- Oh Eileen ¿Es propio pensar en tan cruel destino?
- Jamás ha de ser inherente, incluso si el frio se vuelve calor o el llanto perdona la sonrisa.
- Pues entonces permíteme insistir en mi demanda.
- ¿Prefieres saber a consta de sentir? Ese basto pero ingenuo conocimiento tuyo, sabio ignorante del amor que se halla frente a tus ojos.
- Prefiero la sabiduría a la desconocedora holgazanería.
- Entonces, ¿Qué hay de ti? ¿Acaso niegas haber deshonrado aquella sensatez tuya?
- Jamás podría ser culpable de tan sucia perfidia, pero el hecho es que mi falta de palabras es consecuencia de la amabilidad que me fue mostrada en días pasados. Tu bondad, tu encanto.
- Y aun así hablas sin pensar en lo ocurrido, y es que la supremacía de tu persona difiere con lo que escuche de voces ajenas. Ahora necesito que vuestro corazón hable por sí mismo, sin patentéis ni treguas
- Si este ha de ser tu deseo señor mío, sinceridad será todo lo que el rio de mis poemas desemboquen en la llanura del futuro. Tengo miedo, le temo al frio de una mañana solitaria.
- Eso no es miedo. El miedo corrompe y destruye el sentimiento para dejar solo podredumbre. Ese de lo que tanto hablan tus poemas es simple y puro egoísmo.
- Sí – reclamo Eileen de repente - ¿Y qué hay de malo en ello? ¿No es acaso el egoísmo un perfecto síndrome del deseo imperfecto? De usted nació el necio aborrecimiento del compromiso.
- Uno, cuya figura se desvaneció con los años.
- Entonces no he de ser yo quien debe ser juzgada.
- Y no lo eres. Solo dime por vez primera, dilo tocando mi corazón, dime que aun yace vida en ese órgano podrido.
- Tocarte es imprescindible para mi alma, pero superfluo para saberme amada. Si esta falsedad consumase en un inamovible hecho, incluso mi cuerpo yacería muerto a tu lado.
- Oh Eileen, hablas de algo que no conoces.
- Y usted lo niega.
- Si el destino ha de ser febril para los condenados, es porque esta manera suya me mantiene despierto en mis noches más oscuras. Jamás rechazaría tal consecuencia de mi torpeza.
- No digas más – En ese momento Jim coloco su mano sobre las mejillas, para ese momento heladas, de Eileen – Pues si lo haces, no habrá camino de vuelta.
- Es un camino que no deseo conocer – Jim abrazo fuertemente a Eileen, que entonces derramaba lagrimas seguidas de un sollozo pero ligero llanto.
- ¿Por qué han de ocurrir así estos acontecimientos? – dijo Eileen en voz baja.
- Incluso el paraíso tiene un final.
- ¿Por qué debe ser así?
- Incluso el universo termina.
- ¿Porque? Dímelo, ¿Por qué debo alejarme de tu lado?
- Es a mí a quien merece tal infortunio.
- Te seguiré a donde sea que el viento te dirija.
- El viento no existirá más cuando deje de escuchar tu voz.
- Entonces seguiré el rio, correré a su lado hasta encontrarte.
- El mundo será un desierto sin tu persona.
- Pues seguiré el desierto y que sea el sol flameante mi fuerza, y durante las noche, las leónidas me guiaran por sobre las oscuras dunas.
- También se apagara el cielo, ya que he de preferir la ceguera a imaginar que proyecto tu persona en rostros ajenos.
- Incluso seré esos extraños y te abrazare cuando haga falta.
- No es la falta de afecto lo que me mantendrá lejos, pues tus cartas me acompañaran por siempre.
- Entonces te escribir mil y un cartas, hablaremos de los recuerdos que dejamos atrás, y proveniente de un desierto silencioso y oscuro, mi voz resonara en tus memorias. Si, solo de esta manera seguiremos juntos. Y cuando eso pase, y te encuentres lejos de mí, tanto así que tú sombra se pierda en el horizonte, ¡Cantare! Cantare hasta que mi melodía llegue hasta tus oídos durante tus noches de desvelo. Me asegurare que regreses, imaginando que cada mañana tu silueta aparezca por encima de la colina, vestirás un viejo abrigo que habré tejido para ti con los pedazos que habrán quedado de mi alma. Entonces... Solo entonces te darás cuenta cuan equivocadas eran tus ideas sobre nosotros. Y entonces sabrás que el amor más puro es aquel que nace de repente, y cuando esto ocurra amor mío, tu mirada dará una vuelta hacia el pasado, recordaras esta misma noche y la siguiente mañana. Recordaras el castillo que construiremos juntos, el mismo que será destruido por deseos incumplidos. Y darás un paso hacia atrás, directo a un camino sin nombre, un camino inconcluso que usted señor de mis anhelos deseara por siempre haber regresado para terminar.
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Jim y Eileen
RomanceUn pequeño realto sobre amor y deshamor. (Pronto subire la historia completa)