Inicio de la Historia (Parte 1)

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Mi padre murió hace once años, cuando yo sólo tenía cuatro. Creí que no volvería a saber nada de él, pero ahora estamos escribiendo un libro juntos.
He aquí las primeras líneas, las escribo yo, pero poco a poco irá participando también mi padre. Él tiene más que contar.
No estoy seguro de si me acuerdo de él, probablemente sólo lo recuerdo porque lo he visto muchas veces en las fotografías que hay en casa.
Lo único que recuerdo con toda seguridad es algo que ocurrió una noche en que estábamos sentados en la terraza mirando las estrellas.

En una de las fotos, mi padre y yo estamos sentados en el sofá de piel amarillo del salón. Al parecer, él me está contando algo agradable. Aún tenemos ese sofá, pero mi padre ya no se sienta en él.
En otra de las fotos, mi padre y yo estamos sentados en el sofá de piel amarillo del salón. Al parecer, él me está contando algo agradable. Aún tenemos ese sofa , pero mi padre ya no se sienta en él.
En otra foto estamos descansando en la mecedora verde, en la terraza acristalada. La foto está colgada aquí desde que murió mi padre. En este momento estoy sentado en la mecedora verde. Intentando no mecerme porque estoy escribiendo en un gran cuaderno. Más tarde lo pasaré todo a limpio en el viejo ordenador de mi padre.
También tengo algo que contar sobre ese ordenador, pero volveré a ese tema más adelante.

Siempre me ha resultado extraño conservar todas esas fotos viejas. Pertenecen a un tiempo distinto al de ahora.
En mi habitación tengo un álbum lleno de fotos de mi padre. Es un tanto siniestro tener tantas fotos de una persona que ya no vive. También conservamos vídeos suyos, me resulta un poco tétrico oír su voz. Mi padre tenía una voz estruendosa.
Quizá debería estar prohibido ver videos de personas que ya no existen, o que ya no están entre nosotros, como dice mi abuela. No me parece bien espiar a los muertos.
En alguno de los videos también puedo escuchar mi propia voz. Es aguda y chillona. Me recuerda a la de un pajarito.
Así era entonces: mi padre era el bajo y yo el triple.

En uno de los vídeos estoy sentado sobre los hombros de mi padre intentando coger la estrella del árbol de Navidad. No tengo más que un año, pero casi logró engancharla.
Cuando mamá está viendo vídeos de mi padre y míos se echa de vez en cuando hacia atrás y se ríe mucho, aunque ella era quien en su momento estaba detrás de la cámara grabando. A mí no me parece bien que se vea cuando ve videos de mi padre. No creo que a él le hubiera gustado. Tal vez habría dicho que eso era incumplir las reglas.
En otro video, mi padre y yo estamos sentados tomando el sol delante de nuestra cabaña en la montaña Fjellstølen. En Semana Santa y tenemos cada uno media naranja en la mano. Yo intento sorber el zumo de la mía sin pelarla. Seguro que mi padre está pensando en otras naranjas muy distintas.

Fue justo después de Semana Santa cuando mi padre se puso enfermo. Estuvo enfermo durante más de medio año y tenía miedo de morir. Creo que sabía que no iba a vivir mucho.
Mamá dice muchas veces que mi padre estaba especialmente triste porque tal vez iba a morir antes de tener tiempo de conocerme de verdad. La abuela dice algo por el estilo, sólo que de una forma más misteriosa.
A la abuela siempre le sale una voz un poco rara cuando me habla de mi padre. Tal vez no sea de extrañar. Los abuelos perdieron a un hijo adulto. No sé cómo sienta eso. Afortunadamente, tienen otro hijo que vive. Pero la abuela nunca se rie al mirar las viejas fotos de mi padre. En esas ocasiones está en un estado de recogimiento, según sus propias palabras.
Al parecer, mi padre había decidido que no se podía hablar en serio con un niño de 3 años y medio. Hoy entiendo lo que quería decir con eso, y tú que estás leyendo este libro también lo entenderás.
Tengo una foto de mi padre acostado en la cama del hospital. En esa foto su cara está muy flacucha. Yo estoy sentado sobre sus rodillas mientras él me tiene cogido por las manos para que no me caiga encima de él. Intenta sonreírme. La foto está hecha sólo unas semanas antes de que muriera. Me hubiese gustado no tener esa foto, pero, ya que la tengo, no puedo tirarla. Y tampoco puedo dejar de mirarla.

La Joven de las NaranjasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora