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¿Cuánto tiempo había pasado?
Cada día otra pesadilla, cada día una parte dentro de él moría.

A veces la sonrisa de la alegre chica aparecía dentro su mente provocando una leve sonrisa, siendo reemplazada cruelmente por la expresión de terror y desesperación que emitía en sus últimos momentos de vida.

Ochako, su Ochako.
La bella castaña a la cual jamás pudo decirle cuánto la amaba.
Daría la vida entera con tal de poder ver una vez más a la cara redonda, tenerla frente a él y disculparse por no haberla salvado a tiempo.
Su vida estaba en sus manos, y él la dejó escapar como arena entre sus dedos.

"Si hubiese sido más fuerte."

Pensaba, pero por más que se lamentara ella no volvería. Esos montón de "hubiese" que surcaban su mente no existían.

Ochako estaba muerta, esa era la verdad.

Se levantó de golpe, sentía la nitroglicerina bajar por sus dedos. Su mente estaba nublada por los miles de recuerdos que creó con la joven castaña; cada sonrisa que está le dedicó, todas esas palabras de ánimo que le brindó y cada expresión tras sus burlas que le mostró.

"Se veía tan jodidamente tierna."

Con las manos tapando su rostro se dejó caer otra vez, si seguía pensando en eso nada terminaría bien. Se conocía lo suficiente para saber que si continuaba con esa tortura acabaría haciendo explotar más de una cosa dentro de su casa.

 Se conocía lo suficiente para saber que si continuaba con esa tortura acabaría haciendo explotar más de una cosa dentro de su casa

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Ya era de noche, se había quedado dormido.

El cenizo pasó muchas noches en vela, aunque hayan transcurrido meses desde lo acontecido la herida emocional que tenía se rehusaba a cicatrizar, es más, con cada día se ahondaba con pesar.

Con suma pereza tomó el celular que se encontraba al lado de su cama. Necesitaba salir con urgencia, despejar un rato su mente de aquello que tanto le atormentaba. Sin pensarlo más, se dispuso a buscar entre sus contactos a "Pelos de mierda", encontrándolo y marcando a llamar posteriormente.

Un timbre, dos timbres...

La paciencia se agota.

...Tercer timbre, cuarto timbre.

Iba a cortar, pero algo lo detuvo.

—¡Hey, Katsubro! —Se escuchaba al pelirrojo animado al otro lado de la línea.

—Tardaste mucho, pelos de mierda.

—Haha, perdón amigo, estaba algo ocupado. —No mentía, se escuchaba sincero y algo apenado. —Pero ya, ¿para qué me llamaste bro? No es que me moleste, pero no es tan usual que digamos.

Back to life ;// KacchakoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora