Sentimientos de primaveras muertas

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                        Rangiku era una mujer despreocupada. Odia trabajar y siempre ha preferido estar bebiendo o de fiesta. Siempre se ha mostrado alegre, con una mente muy abierta a diversos temas; mas en todos los puntos que la destacaban, ninguno de esos entraba estar deprimida. Matsumoto habíase demostrado como alguien perceptivo y sensible a las emociones ajenas, teniendo un gran manejo con sus propios sentimientos; sin embargo, las posibilidades de apaciguar el dolor que quemaba lacerante en su pecho, llamando a los brotes de lágrimas, a la sequedad y sensación de ahogo en su garganta, eran imposibles.

     Dolía profundamente ese último vistaje a la persona que por mucho le había acompañado e iluminado. Aquel que siempre le dio su mano y guió hasta donde estaba, quien le salvó en más de una ocasión y con quien había compartido tantos momentos florecientes de belleza que marcarían una serie de perfectos recuerdos, los cuales se manchaban de un verde oscuro que enfatizarían nostalgia en ellos.

     Alzar su espada en su contra y soltar palabras de conminación habían provocado fuertes confusiones en ella. ¿Cómo iba a lidiar con eso? Ichimaru habíase convertido en enemigo de la Sociedad de almas, su deber le exigía que si lo avistaba debía cortar su cabeza. Gin era su compañero de vida, quien le dio un nuevo nacimiento y creció a su lado. Matsumoto era capaz, mas no evitaba sentirse dubitativa si la presencia del ex capitán apareciese en sus narices, sobretodo con esas confusas y últimas palabras que le dedicó. Esa disculpa tan sincera le había dado como despedida le ponían un alto inmediato a desenvainar su Zanpaku-to.

     Inevitablemente, no podía evitar suspirar y mostrarse con menos ganas de trabajar que de costumbre. Rangiku quería ocultarlo, esconder todo bajo el tapete y continuar su vida en el décimo escuadrón como de costumbre, pero supo que todo era en vano cuando el joven capitán Hitsugaya habló:

   —No me sirve un teniente afligido. Ve a descansar, Matsumoto.

     El albino le miraba seriamente, y sin poder dar contra a sus palabras, agradeció en voz baja. Se encerró en su habitación como niña inmadura para controlar sus propios dolores, para dejar ir sus ganas de llorar, para relajar sus memorias de momentos felices que compartió con el shinigami, para acostumbrarse al verde oscuro que se tintaba lentamente en su mente...

     Para seguir adelante como Gin le había enseñado.

     Rangiku era una mujer fuerte, una mujer decidida, pero la duda y el dolor aparecieron una vez más para atormentarla. Dudó al tener a Gin en frente cuando le interrogaba. Dudó cuando este mismo le atacó para dejarla ahí tirada.

     ¿Para qué habían servido todos esos días que amablemente le había otorgado su capitán como apoyo en ese momento tan lacerante si aún dudaba en alzar su espada y cumplir con su deber como shinigami? ¿Para qué servía ser fuerte y decidida si él le hacía dudar? ¿Para qué servían todos esos sentimientos creados en un ayer sin temores?

     Todo le parecía muy lejano de aquel entonces, donde Gin y ella se apoyaban mutuamente, donde discutían tontamente o celebraban sus cumpleaños. Todo se había distanciado abruptamente que costaba aceptarlo y superarlo. ¿En qué momento la bonita relación que mantenían se distanció tanto? No lo sabía, no lo entendía y probablemente jamás lo haría. Por igual, tampoco entendería en qué momento se había vuelto tan apegada a Ichimaru al punto de tener más que amistad albergando en sí misma, como un brote esperando a florecer cuando el riego primaveral le llegase para extenderse y relucir coloridamente de una forma pasional. Tantos años juntos habían teñido su corazón de romanticismo hacia él, aunque era algo que nunca se dio pase a demostrar, menos con los muros que se alzaron al momento de su abandono al Seireitei. Muros que dejaban dudas, preocupaciones y sentimientos que no darían liberación de sus extensas paredes, prohibiendo completamente la oportunidad que una primavera llegase para sus emociones.

     Rangiku era una mujer calmada y que parecía egocéntrica, pero toda esas observaciones cayeron junto al cuerpo contundido de su ser querido. Su respiración se volvió pesada y descontrolada, le dolía la simple acción de inhalar y exhalar; el ardor de su pecho le quería hacer gritar el extraño nombre que tenía Gin a su parecer.

     No dudó esa vez, ni siquiera tuvo esa ridícula necesidad de tener que pensárselo dos veces cuando corrió más destrozada que nunca hacia Ichimaru, atrápandolo tan rápido como pudo en sus brazos, manchándose del líquido escarlata que brotaba sin parar donde su brazo estaba antes. Lloró afligida por él, viendo como con quien creció desfallecía en sus brazos, abandonando la vida al compás de que las lágrimas de la mujer caían.

     Palabras que profesaban lo que sentía se iban de sus labios mientras que le suplicaba que resistiese de alguna forma u otra, tratando de convencer inútilmente de algo que sabía que no pasaría. Otro «lo siento» fue dicho por el hombre, disculpándose por todo lo que había hecho, disculpándose por no permanecer a su lado, disculpándose por nunca decirle lo que hacía, disculpándose por nunca permitir que la primavera llegara para ellos dos.

     Rangiku estaba acostumbrada a esa mala costumbre de Ichimaru, donde todo lo que hacía era clandestino y nunca daba palabra al respecto, haciéndola enojar porque siempre se iba sin darle aviso gracias a eso. Justamente esa horrible costumbre se mantuvo hasta el final de su vida. Esa costumbre que tanto odiaba le había sido fiel a Gin por tanto tiempo, creándole, incluso, desdén a su lealtad.

   —Siento mucho no haber recuperado lo que se te fue quitado... Al final, las lágrimas que tanto quería evitar, serán lo último que voy a apreciar... Perdóname, Rangiku. —Un susurro débil escapó, dibujando una última sonrisa sobre sus fauces con cierto cariño de tener a la teniente a su lado.

     Gin dejó la vida irse tras unas últimas pesadas respiraciones, profundizando los sollozos de la rubia al sentirse desgarrada internamente. El nombre del occiso escapaba entrecortado de sus labios, humedeciendo su rostro de saladas lágrimas llenas de sentimentalismo.

     Un último recuerdo marcaría el final del libro de memorias vividas con Ichimaru, siendo este en el que la primavera se asomó para dejar florecer perpetuamente el amor de una verde flor.

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━━El color verde oscuro puede llegar a significar
tristeza.

━━Amo a estos dos, son un ship hermoso
y he aquí mi colaboración.

━━Flipe con lo hermosa que me quedó la
portada, aaaaa.

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