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-No puedo seguir con esto, Bolivia ya no puedo sufrir. Ni tú tampoco.- Replicó el chileno, este no quería seguir con aquella tortura que le hacía el, pequeño, boliviano.

El mencionado solo lloraba, expresaba esa cara de enojo y tristeza a la vez. Pero lo que sentía era dolor, dolor y más dolor.

-Claro. No importa, este día iba a llegar, de cualquier otra forma. Todo lo que vivimos no pasó nunca, solo vete. Vete con Perú. Sé que estarás mucho mejor con él, que conmigo. . .- Antes de decir esto, había parado de llorar, tenía que decir esas palabras fuerte y claro, que se entendiese bien.

-Bolivia, n- Le había interrumpido el tricolor, poniéndole su dedo en aquel boca, la cual nunca jamás probaría.

El de menor estatura no quería mirar al mayor, quedaba claro lo que quería. Quería acabar con ese sufrimiento dentro de ambos países, que se odian y aman.

En un momento inesperado, el boliviano sacó sus alas, de su espalda, y se alejó lejos del chileno. Aquel pequeño país no entendió lo que quiso decir Chile.

Pero era tarde.

Él se había ido.

Y ya no hay vuelta atrás.