Capítulo 2

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Hugo, Marco, Hugo, Marco, Hugo...
Llevo toda la tarde desde que llegué a casa con esos dos nombres en la cabeza. No tengo nada que elegir, nadie me ha dado ese derecho pero no puedo evitarlo, llevo todo el rato pensando con quien me quedaría.
Hugo es más o menos igual de alto que yo. Su pelo no es muy largo, liso al principio, pero rizado al final. Sus ojos no son verdes, ni azules, simplemente marrones. Pero no un marrón cualquiera. No sabría describirlo, pero sus ojos me recuerdan a la miel.
Realmente no tiene un cuerpo de revista, como por ejemplo Abel, pero ya se sabe, que el amor es ciego, y yo simplemente tengo ojos para él.
És bastante cariñoso, por lo que he oído, y le encanta el baloncesto,le gusta reírse por cualquier tontería, pero cuando tiene que escuchar escucha, es muy bueno dando consejos y un buen estudiante.
No puedo evitar sonreír, y me doy cada vez más cuenta que de vaya, si que estoy enamorada.
Marco, sin embargo, tiene el pelo castaño, y no es más alto que yo aunque eso es realmente fácil, siempre he tenido complejo puesto que soy demasiado alta.
Su pelo es castaño, y sus ojos verdes color esperanza.
-Siempre me gustaron sus ojos. Pienso para mí.
Él no es tan deportista pero sé que le encanta venir a verme siempre a mis partidos en el club de volleyball, ahora entiendo mejor el porqué. Siempre compartimos nuestra pasión por la música. Nos gustaba refugiarnos el uno en el otro, con los cascos y la música a tope. Así, podríamos alejarnos del mundo.
Siempre me ha escuchado, me ha entendido, y ha tenido que soportar todo lo que he sufrido por amor.
Aun queriéndome no se aprovechó de mis momentos de debilidad para enamorarme. Ahora caigo en la cuenta.
Marco es definitivamente increíble, y no me gustaría poner en peligro nuestra amistad por estos sentimientos, pero...
A veces vale la pena arriesgarse.
-¡LAIAA!
La voz de mi madre me saca del trance y me doy cuenta de que estaba dormida. ¿En qué momento? No lo recuerdo.
-Ya voy mamá.
Mi madre se llama Ana,y vivimos juntas desde que con 13 años Miguel, mi padre, nos abandonó.
No era alcohólico, ni nada por el estilo, solo se fue por miedo.
Han pasado ya 4 años y sigo sin entender que era eso a lo que tanto miedo le tenía.
Llama de vez en cuando, sé que no le va mal, no tiene pareja ni ha rehecho su vida, pero vive solo, y voy a visitarlo una vez al año, dos como mucho.
No le odio ni nada por el estilo, pero no le perdonaré jamás lo que nos hizo.
Aún recuerdo a mi madre, llorando y llorando durante el día y la noche preguntándose que habría hecho mal.
Pero, ante todo, se mantuvo fuerte.
No optó por el camino fácil, no descuidó nuestra relación ni se volvió una persona fría. Por eso y mucho más, admiro a mi madre.
-¡LAIA, QUE BAJES YA!
Otra vez me he vuelto a meter en mi mundo, me pasa muy a menudo.
Bajo las escaleras corriendo, no quiero enfadarla, porque a pesar de todo, tiene muy mal genio, no me conviene.
Ahora que llego al comedor, realmente desearía haber bajado más despacio las escaleras,porque no puedo ni creerme que él esté aquí.
.
-Hola Laia.
-Hola Hugo.

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