Epílogo.

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18 años después.

Un corredor amplio y una carta sostenida en una mano temblorosa, conjugado a un llanto silencioso que los pasillos hizo retumbar.

De nombre Aer, el chico quien recién había cumplido la mayoría de edad, había encontrado entre las cosas de su padre un escrito extraño. Un escrito que le iluminó la mente, pues al principio creyó que no era más que un cuento, y resultó ser el cuento de su propia vida, antes de que la laguna en su memoria apeteciera.

Nunca dudó de sus orígenes o su nacimiento, a pesar de lo extraño que resultaban sus rasgos orientales con un padre de apariencia completamente distinta, pero ahí y ahora, con la carta firmada a nombre de Sei Shwëterz, comprendió y odió.

Odió la mentira en la que vivió, en la que se vió sumido durante tanto tiempo. Odió el sentimiento fraternal de amor por su padre que afloraban a su pecho, pues después de leer a quien fuera su madre, ni un ápice de compasión le quedaba por el hombre.

Todo terminó tal cual había comenzado, el capítulo de su vida, y el fin del libro de la vida de Ako cerrando en punto final con un haz de luz verde, y nada más.

El conde de Montecristo - Version HufflepuffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora