Hablemos de Petey K y los vaqueros.

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Los días de la semana, así como las prácticas, se fueron volando entre risas, bromas y pizza. Todo parecía estar yendo fenomenal, podía ser incluso más difícil de lo que parecía, pero el ambiente lo convirtió en algo tan tranquilo y ameno que no hubo complicación inquebrantable. Fue asombroso, definitivamente los mejores días para Franky.

Aprender a tocar unos instrumentos nuevos no fue tan difícil como parecía. Bob había aprendido por su cuenta a tocar el bajo, así que no era la primera vez que se enfrentaba a ello; Petey, aunque su actitud simplona lo camuflara, era asombroso en el arte de tocar un acordeón. Un buen día, en una de las tantas tardes, Franky sintió el mosquito de la duda y no pudo evitar preguntarle:

—Petey —le llamó mientras se sentaba a su lado—, tengo una duda.

—Cuéntame, hermano. Estoy para servirte —dijo sin prestarle mucha atención, acomodando los últimos toques que su instrumento requería.

—Verás —comenzó—, es de las primeras veces que tocas el acordeón, ¿no?

—Sí, así es —respondió sin cuidado.

—¿Entonces cómo eres tan bueno? Yo aún me pierdo con el piano, y llevo tocándolo desde los trece años. ¿Cómo puedes tener tanta facilidad en esto, con solo unos días?

—Es fácil, el acordeón y yo tenemos algo —se pausó unos momento— "acord-ado".

Petey le miró esperando a que se riera de su mal chiste, y fue la expresión lo que hizo sonreír a Franky.

—Ese chiste es terrible, no lo vuelvas a contar —agregó mientras dejaba salir una risa pequeña—. Pero vamos, en serio, cuéntame.

—Bueno, bueno. Voy a contarte, pero es un poco largo...

"Nací en un hogar un poco... estricto. Mis padres son dos concertistas algo reconocidos: mi madre toca el violín y mi padre canta ópera. Podrás deducir que por eso la música siempre ha estado presente en mi vida, ¿no?

Cuando tenía cuatro años, consideraron que sería el mejor momento para iniciarme en ese mundo. Sin embargo, ninguno de ellos tenía tiempo suficiente para enseñarme, así que me encontraron una institutriz: Holga. La verdad Holga no estaba mal, peeeero.... sus métodos eran un poco, que no sé cómo llamarlos, si arcaicos o tradicionales.

Desde que ella apareció, siempre aprendí de la forma clásica: libros, teoría musical, marcapasos y todas esas cosas complicadas. Una pesadez, honestamente; yo solo quería hacer rock y divertirme, mas no me era permitido.

Pero sabes, desde que me fui, eso da igual. Lo único bueno de eso es que conozco al derecho y al revés la teoría, y muchos instrumentos funcionan igual o parecido. Así que es eso, mientras Bob trabaja mediante ensayo y error, yo aplico lo que ya sé y lo voy cambiando según me convenga. ¿Sencillo, no?"

Franky le escuchó con cierta admiración, no esperaba eso de Petey, un chico tan... relajado.

—¿Quieres intentarlo? —dijo Petey, cambiando de tema y lanzándole el pesado cacharro a las aletas del otro pingüino.

—Estoy seguro que es fácil, si quieres apostamos —le respondió, cambiando de tema y rompiendo lo tenso del ambiente.

Sonó un estruendo desde otra habitación.

—Hey, ¡idiotas! ¿Quién puso crema batida en el asiento de mi batería? —reclamó a gritos G Billy.

Ambos pingüinos se miraron.

—El que pierda dice que fue él —propuso Franky.

—Vale —aceptó Petey.

Fue una charla interesante, y de cierta forma motivadora. Conocer poco a poco a los chicos le resultaba asombroso, como si se hubiese perdido mucho tiempo de algo que era divertido y lleno de creatividad. A pesar de que no tuvo demasiados detalles de la vida del bromista Petey K, eso explicaba cómo había llegado a dónde estaba. No sé lo esperaba, al menos no de él.

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⏰ Última actualización: Aug 20, 2019 ⏰

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