Luna

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Triste...


Ahora me siento triste al recordar tus últimas palabras antes de abandonarme. Una vez más, me rehuso a olvidarte. No puede ser cierto, una historia como la nuestra no pudo haber terminado así.


- ¿Y esa cara? - preguntaste con voz suave y concisa.


- Tú sabes por qué - me limité a responder cruzado de brazos con la mirada gacha. No me atreví a observarte. Estoy seguro de que si lo hacía, rompería a llorar.


Llorar...


Llorar era todo lo que quería en ese momento, pero no podía complacerme. No cuando tú estabas a punto de irte y ya yo lo sabía. No quería que te llevaras de mí un recuerdo débil y dolido. No sería justo, después de haberme regalado cinco años de felicidad.


- Cambia esa cara, cariño. Ya no podemos seguir alargando todo este asunto.



Sonreíste y sin saberlo, le diste luz y color a mi vida por última vez. Estabas en aquella cama, calentada por tu cuerpo. Me acerqué a ti y traté de acomodar tu almohada. Rocé tu cabello con mis manos y de inmediato me desconcentré.


Hifefilia...


Mi típico fetiche por tu pelo. Extrañaré la aterciopelada composición que le caracteriza. Es casi comparable contigo: delicado, diáfano, natural. Excepto por un detalle:


Extenso...


Tu cabello es extenso, es largo, es duradero. No sé por qué no fuiste como tu cabello. Pero poco importa porque así aprendí a amarte, fugazmente.


Una vez más la silueta de la divinidad se apareció ante mi persona: eras tú. Mis ojos viajaron hasta tu faz. Estabas ahí, con ese rostro diseñado por Dios, bien estructurado y trabajado con esmero. Tus labios estaban pálidos pero eso no te quitaba hermosura. Tus ojeras estaban marcadas, como si hubieses vivido cada segundo pensando que sería el último.


Y así fue literalmente.


Tu ánimo era decayente pero seguías en pie. Estabas mal pero aún así, seguías haciéndole el bien a todo el mundo con tu presencia. Compartir un segundo contigo era como estar hablándole a la ternura.


Volví a sonreír e imitaste mi gesto. Observé tus manos.


Tus manos...


Las mismas que muchas veces habían recorrido mi cuerpo, capaces de dibujarlo de memoria. Las manos de las que caminé, con las que bailé, en las que me apoyé, las que levanté. Esas manos llenas de historia que ahora están adoloridas, con las venas marcadas pidiendo a gritos recobrar la vida.



Y no obstante a todo eso, tú seguías sonriendo. Me acerqué a ti y te besé con ternura. Quisiste colaborar con el beso pero ni fuerzas te quedaban. Lo comprendí al instante. Abandoné tus labios y besé tu frente. Así, estaba mucho mejor.


Tomaste mis manos quitándome el aliento. Me observarse taciturna y silenciosa. Estabas a punto de decir algo, cuando la naturaleza te interrumpió. Ella fue la primera en rendirse y comenzar a llorar.


La lluvia...


Era justo lo que nos faltaba para llenar de nostalgia aquel fatídico momento. Las gotas de lluvia recorrían las ventanas de la habitación y más allá, un poco lejos de las nubes estaba la luna, tenue y apenas visible.


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⏰ Última actualización: Jan 22, 2020 ⏰

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