Jueves

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Le empecé a hablar sobre mi vida a un gato y este procedió a escucharme. Tenía pinta de que no era la primera vez que alguien le contaba sus tragedias personales a este felino. Que otras historias habrá escuchado durante toda su corta vida me pregunté; después de contarles las mías, el gato se retiró sin la intención de volver a mirarme.

Un parque bastante popular por donde yo estudió es el parque Kennedy. Aparte de tener mucha historia detrás, y los muchos lugares para ir a comer o comprar cosas, tiene de atractivo principal la gran cantidad de gatos que rondan por esa zona.

Todos estos mininos son criados por los vecinos de la localidad, y con el paso de los años se han vuelto en una marca característica de este concurrido parque de Miraflores.

Hace no mucho un amigo se ha contactado conmigo porque quería quedar y disque charlar un rato con su servidor.

Hacía dos años que no sabía nada de él, lo último que recuerdo fue cuando hablamos sobre nuestra disconformidad de la carrera que estudiábamos y cuando decidimos salirnos de esta.

Mis notas eran casi perfectas. Dije que me retiraba por un motivo económico, pero la realidad era que hubiera sido muy pretencioso el decir que me salí porque nunca me sentí conforme con la forma de enseñar que tenían ahí; tal vez crear videojuegos nunca fue lo mio.

Los años pasaron y aún sigo siendo la misma perra quejumbrosa de ese entonces, solo que ahora lo hago en silencio. A veces he accidentalmente soltado al aire esa sonrisa llena de hipocresía y falsos sentimientos que tanto detesto ver en las personas.

Eran las tres y media de la tarde. Siempre he sido una persona a la que le gusta llegar con tiempo a las reuniones o quedadas, es una de esas pocas cosas buenas que siento que mi padre me pudo inculcar; mientras menos son las cosas que te dan, más las sueles valorar supongo.

Entré al Starbucks, lugar al que no suelo frecuentar mucho. He vivido toda mi vida dentro de Lima y al mismo tiempo fuera de ella. En realidad, gran parte de mi vida la pase encerrado en mi habitación.

Me la pasaba apreciando cada detalle de esta misma, preguntándome si algún día podré entender mis propios pensamientos y si podré lidiar con ellos; mientras andaba hundido en mis divagaciones, escuchaba a mi madre llorar.

Eran las cuatro de la tarde. Le envié un mensaje a -pongamos de nombre Filipino, me gusta el nombre de Filipino- y este no contestaba.

A los minutos me percaté que este se encontraba justo afuera del local, entraba con un grupo de personas el cuál no recuerdo bien sus caras y tampoco me interesa recordar.

Filipino se sentó al lado mío y me saludo cordialmente; siempre había sido una buena persona conmigo. Recuerdo que una vez nos pusimos a vender tequeños en el lugar donde estudiábamos solo porque queríamos ganarnos un sencillo. Estuvimos hablando de esos momentos de gloria juvenil, y poco a poco se empezó a sentir una aura de falsa nostalgia.

Me comentó unas cosas que padeció de las que paso mencionar por el aprecio que le tengo a esta persona. Todo para finalizar en un: "Pero toda mi vida cambió cuando conocí este negocio...".

Después de oír esas palabras, mi mente se nubló. Solo veía a su boca moverse mientras usaba términos que yo fingía desconocer para que él muy feliz me los explicará.

Que si "trading digital", que si "quiero ser el jefe de mi propia vida" o la clásica de "¿Quién no quiere miles de dólares al mes?".

Todo iba bien, y hasta no me hubiera molestado invertir algo del dinero de sobra que tengo en lo que sea que me hubiera pedido. O hubiera sido así si la cosa hubiera quedado ahí.

En resumen, mando a la mierda todo el sistema del que me estaba contando y me dijo que las verdaderas ganancias están en reclutar gente, y bueno, la pirámide asquerosa y repugnante salió a luz.

Al volver un poco en sí le respondí casi de manera burlesca, pero sin faltarle el respeto: "¿Para qué quiero yo miles de dólares al mes?".

Se que era una pregunta estúpida.

Todos queremos dinero, quién les habla particularmente a hecho muchas cosas en su vida centrándose solamente en eso. El dinero no nos da la felicidad, pero si nos evita tristezas, angustias y si tienes suerte, hasta evita la perdida de tiempo.

El tiempo es finito, irremplazable, único en cada segundo. No vuelves a vivir un mismo momento jamás en tu vida. Todo esta en constante movimiento, y aunque tu vida fuera rutinaria y aburrida hasta al hartazgo, seguiría pasando algo nuevo aunque tú no te percataras de ello.

Y ahí es cuando me preguntó: ¿Si no sabemos de alguna cosa, realmente ha pasado? La respuesta clara es sí, pero voy más al hecho de que a veces nuestro percepción individual del universo nos es más importante que el universo como tal.

Nos movemos porque nos guiamos en lo que sentimos y creemos, ya que, si todo se resumiera en el conocimiento universal de nuestra propia existencia, llegaríamos a la conclusión inmediata de que no somos más que una mota de polvo volando sin ningún motivo encima de una roca espacial; esa es una realidad que no se siente bien aceptar.

Necesitamos darle un propósito a nuestra vida; eso es lo que la hace especial al fin y al cabo, hacer que tenga un significado la hace única ya que nosotros somos el que le ponemos uno.

Pero, ¿y si no quiero que mi vida signifique algo para los demás? ¿Qué derechos pueden tener terceros sobre lo que se rige en nuestra vida?

¿De quién realmente buscamos la aprobación? ¿De nuestros padres? ¿Familia? ¿Amigos? ¿De ese potencial y ficticio jefe al que le tendremos que lamer el culo y los testículos para poder conseguir ese ascenso que tanto necesitamos? ¿O de nosotros mismos?

Eran las seis de la tarde. Filipino me hizo la pregunta definitiva: "¿Estás interesado en el proyecto?". Lo único que se me ocurrió hacer en ese momento fue sonreír; y así fue como ese día me sentí la peor basura del mundo.

El diario de un fracasado con suerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora