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Los pasos iban aumentando... así como mi miedo, y como los latidos de mi corazón que eran rápidos, constantes, y sentía que se escuchaban en toda la habitación a pesar de que probablemente solo yo los estaba escuchando.

Quería voltear la cabeza hacia un lado, para ver si alcanzaba a ver algo, pero la cabeza y el cuello me dolían demasiado como para hacerlo, así que cerré fuertemente los ojos, apretando los párpados, esperando que cuando los abriera, todo haya sido un sueño y yo esté en la casa de la vecina, enterrando a su perro.

Pero no fue así. Abrí los ojos de nuevo, al parecer me habían dormido o yo lo había hecho sola, porque no recordaba para nada haberme cambiado de habitación. Ahora era más limpia. Era una oficina, grande y lujosa, con tonos blancos y una ventana enorme, un escritorio y una silla enfrente de mi, sillones a mis lados, y finalmente, yo, amarrada a una silla giratoria blanca, a penas teniendo conciencia de lo que sucedía.
Casi no podía abrir los ojos, la luz me lastimaba demasiaso, además de que me dolía tanto el cuerpo que ni siquiera podía mover un dedo. Mi vista estaba borrosa, pero alcanzaba a ver la silueta de un hombre, vestido de blanco, sentado en el escritorio. Me miraba fijamente, aunque no podía verle la cara, lo sabía.

-Te preguntarás por qué estas aquí, ¿no es así Vanya?-.

"¿Vanya?" Pensé. "¿ese era mi nombre?" Casi no tenia conciencia, así que no respondí ni hice ningún gesto, a pesar de que estaba asustada, y me preguntaba como es que sabía mi nombre.

- No te asustes pequeña, no hemos hecho nada contigo, al menos no nada malo- su voz me inquietaba.

Iba recuperando conciencia, ¿a qué se refería ese hombre?

- No somos secuestradores, al contrario, liberamos personas-.

"¿a qué se refería ese hombre?" Esa pregunta rondaba en mi cabeza.

-te dejaremos libre, pero no en este lugar. Te trasladaremos Vanya, donde pasarás tu adolescencia-.

-¿q-que?- era lo único que podía murmurar, con un delgado hilo de voz.

- no te angusties, nadie te verá, después de todo solo eres un experimento- su media sonrisa, aterraba.

-Suiza te gustará mucho-.

-¿q-que?- volví a murmurar, Esta vez más fuerte.

-sabemos que Canadá es un país que te gusta, pero Suiza, será mejor para ti, nadie te encontrará-

... "¿qué?"...

- Oh, pequeña, o tal vez debería decir pequeño experimento, creo que no te has visto al espejo-.

Otro hombre agarró la silla en la que estaba atada, y la arrastró hasta llevarla justo de frente a un espejo.

Mi pulso se aceleró.

Mis ojos se abrieron como platos.

Me puse pálida.

Recuperé la conciencia.

¡¿QUÉ CARAJO ME HABÍAN HECHO?!

....


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⏰ Última actualización: Sep 01, 2019 ⏰

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