Entre espadas y colmillos

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Mi nombre es William, uno de los dos comandantes de las fuerzas de mi señor el rey Silvir gobernante de Taria. Nuestra capital está siendo asediada por el ejército de los hombres lagarto, mi deber y él de mis compañeros es proteger nuestra querida capital y al rey a cualquier costo.

Una gran tormenta caía sobre nosotros cubriendo todo con una gran capa de sombra, el gran ejército de los hombres lagarto estaba fuera de nuestros muros observándonos con sus brillantes ojos amarillos. Habíamos evacuado a los civiles de la ciudad al enterarnos que el ejército de hombres lagarto venía a atacarnos, teníamos la ciudad libre, lo cual nos permitiría atacar con toda nuestra fuerza sin arriesgar a las demás personas.

Yo estaba en la gran muralla junto a mis hombres y con mi segundo el Capitán Gregorio, el enemigo nos superaba en número, nuestras únicas ventajas son es él terreno alto y algunas armas de asedio, ya que por la lluvia no podemos usar los calderos o las flechas incendiarias.

-Los hombres esperan órdenes señor- me dijo Gregorio.

-Diles que estén atentos, el enemigo puede atacar en cualquier momento y que reparen la balista y traigan algunos arqueros más aquí- le dije a Gregorio y se marchó a decirles las nuevas órdenes a los demás soldados.

-¡Comandante mire!- me dijo un soldado señalando al ejército enemigo.

Al girarme pude ver a lo lejos a un hombre lagarto de escamas azules sosteniendo una gran bandera roja en una mano y un cuerno en la otra, él sopló el cuerno haciendo un fuerte ruido, de repente todo el ejército enemigo comenzó a correr hacia nosotros gritando.

Mire a mis compañeros y dije -¡PREPARENSE MUCHACHOS!- mientras desenvainaba mi espada.

Entre los enemigos aparecieron unos hombres lagarto de escamas rojas, que eran más pequeños que los demás pero mucho más rápidos, llevaban algo parecido a una escalera de madera, los arqueros de la muralla comenzaron a dispararles a los enemigos con escaleras matando a pocos porque los demás hombres lagarto los protegían.

De repente él arquero que estaba a mi lado voló unos metros, al girarme pude ver que lo habían derribado con una jabalina.

En ese momento una voz detrás de mí dijo -Le ayudaremos comandante.

Al girarme pude ver a seis jóvenes caballeros posiblemente novatos.

-Bueno, manténganse junto a mi- les dije.

Escuché unos gritos a mi provenientes de la almena a mi derecha, fuí corriendo hacia allí junto a los novatos, cuando llegamos vimos a hombres lagarto luchando contra nuestros arqueros. Levanté mi mandoble y grité -¡ATAQUEN!- antes de correr hacia mis enemigos junto a los novatos.

Habían dos arqueros luchando contra un gran hombre lagarto, él sostenía un gran martillo de hierro el cual usó para golpear a uno de los arqueros lanzandolo fuera de la muralla. Corrí hacia él y le dí una patada en el pecho para que se alejara del arquero.

-Yo me encargo de él, tú ve a la plaza- le dije al arquero y salió corriendo hacia las escaleras dejándome solo junto al hombre lagarto.

Mi rival se levantó y corrió hacia mi gritando con su martillo arriba para golpearme, esquivé su ataque, pero me derribó usando su cola escamosa, mi mandoble había salido volando, estaba desarmado en el suelo, el hombre lagarto levantó su martillo para darme el golpe final pero de repente soltó su martillo y se desplomó sobre mi.

Me lo quité de encima y pude ver que él tenía tres flechas clavadas en la espalda.

-¿Está bien comandante?- dijo una voz.

Entre espadas y colmillosWhere stories live. Discover now