Volví a casa pensando en lo mucho que me hubiera gustado golpearle la nariz a Nila tan fuerte como me la golpeé hoy yo. Me pasó por distraída y Dalian no fue de mucha ayuda que digamos. En Entrenamiento, la clase que más odio por momentos, y detesto amar en otros, hicimos un par de ejercicios de confianza en donde, obviamente, se vio implicada nuestra fuerza mental y física, por supuesto. Con lo mental me fue bien. Logré empatar a Elior Deitten, el callado, sin embargo, presente, Consignante de la División V. Pero en la parte física, fue él quien me ganó e instantáneamente, Nila rió. Típico.
De no ser por la Instructora de Fortaleza ni por mis compañeros de División, Elior me hubiera roto un brazo. O peor. Hubiera roto mi puntaje insuperable en Destreza Académica que tanto me costó obtener.
Desde que las actividades rutinarias y ejercicios de preparación para la llamada “Quinta Guerra Mundial” tienen tantas exigencias, me pregunto si hace unos 2.000 años, las cosas fueron diferentes.
Mamá siempre habla sobre que no debemos preguntarnos sobre nuestro pasado, pero… Es tentador. Es decir, si supiera de dónde vengo y qué es lo que hubo antes de mí, tal vez, sólo tal vez… Podría saber en dónde estoy. Y quizás eso sea lo que necesite para ubicarme en el mapa que se supone, debo seguir.
A pesar de mis incansables intentos por descubrir el origen de un mundo al que ahora denominan “Trascendencia” vaya saber por qué, todavía no puedo hallar nada. Nada en lo absoluto. Y eso es lo que más me desconcerta. No saber lo que todos saben pero no quieren decir. Es seguro que cada Instructora es consciente de la existencia de los Russian u otras criaturas que pasean por Occidente. Algo me dice que están obligadas a no hablar sobre ello. Si supiéramos, estaríamos dispuestos a detenerlos, o eso es lo que papá dice. Yo no le veo lo peligroso en tratar de pelear en contra de todo aquello que nos destruye como Área. Día a día, escucho historias que van de boca en boca entre los habitantes de la División X, historias que no quiero repetir...
Mi División, cambiando de punto, es considerada la menos importante del Circuito de Divisiones. La División I, por ejemplo, es la que controla los límites del Área y sus internos, o sea, todos los de las demás Divisiones. Exigen lo que quieren y toman lo que pueden. Cuantos más recursos, mejor, ellos dirían. Pero si lo ves desde otro ángulo, la verdad, la cruda verdad, es que ellos tienen más, sí… A costa de nosotros. De nuestras familias y vecinos. Las Divisiones, el Área y demás, son solamente un disfraz, un tipo de distracción. Sé que algo ocultan. Sé que muchos intentan demostrar que no pasa nada entre capitales, entre ciudadanos y habitantes. Pues, yo, por otra parte, creo que deberíamos descubrirlo. Sacar máscaras. Romper paredes. Y ver lo que realmente hay dentro.
— París, cariño, cuida a tu hermana. Ya regreso –me avisa mi madre.
— ¿A dónde irás? Es tarde –su apuro me desconcierta, usualmente es paciente. Demasiado.
— A tomar frutas del bosque, quedan un par de granadas, y aunque son lo suficiente grandes para sostenernos esta noche, mañana no quedarán y Adalyn necesita un par de plantas para su remedio. La fiebre empeoró.
— ¿Quieres que te acompañe?
— Tu hermana te necesita a ti aquí con ella. Quédate a su lado. Papá vendrá pronto. Serán un par de horas solamente, París.
— Mamá, es de tarde. En un par de horas oscurecerá, ¿estás segura de que llegarás antes de que oscurezca?
— Sí, París, estoy segura. Ve. Ve con tu hermana.
— Cuídate y vuelve segura.
— Tú también. Cuídate y vive segura –es una frase que usamos cada vez que nos despedimos. –Te amo.
— Te amo, mamá.
Adalyn, mi hermana menor por apenas 4 años, está en cama, descansando. La fiebre la tiene agitada desde hace un par de días y mamá no encuentra la manera de aliviarla. Nunca antes había pasado, nunca antes había estado así. Me hace recordar lo mucho que debo cuidarla. Hasta en los momentos de felicidad ya que es cuando todos se descuidan.
Tomo su mano y siento su corazón latir por sus venas. Está tibia. Se despierta como si supiera que fuera yo y me sonríe.
— ¿Naranjas o granadas? –le pregunto.
— Naranjas –me responde.
— ¿Naranjas?
— Naranjas –y suelta una risita.
— Pensé que te gustaban las granadas, Aly.
— Mentí –vuelve a reír con ojos pícaros.
— Creo que ahora estás mintiendo, peque.
— No es cierto –se pone seria.
— Aly –la pongo una cara graciosa.
— París, no hagas eso. ¡Arruinas mi plan! –se ríe todavía más fuerte y me contagia.
— Siempre ríes cuando mientes. Si quieres ser una reina del engaño, tendrás que hacerlo mejor conmigo.
— Ok –sonríe risueña.
— ¿Tu cabeza?
— Duele.
No dije nada, simplemente me quedé. Esperando a que ella se durmiera y olvidara la quemazón en su frente por un momento hasta que mamá pudiera llegar con los antibióticos.
Cuando miro la hora, sé que es muy tarde y que mamá ya debe haber regresado. Busco la mano de Adalyn, pero no la encuentro. Ella no está en la cama. Ni en la habitación. Ni tampoco en la cocina, ni en el comedor. Son las 10 y el sol se ocultó hace 5 horas exactamente. ¡Estuve 5 horas dormida!
Cinco horas…
¿Dónde están todos?
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El Elemento
ParanormalParís Oken se ve obligada a la adaptación en un mundo completamente extraño y desconocido, hasta que descubre que todo lo que se encuentra a su alrededor, su entorno, su familia, su hogar, forman parte del plan para que ella logre encontrar a su "El...