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Olía a antiséptico, olía como si se encontrara en las instalaciones de un hospital. Seguramente estaba delirando, se dijo, pero abrió la mirada y se encontró de lleno con esa incorrupta sala de dimensiones alarmantes. ¿Qué lugar era ese?

La camilla en la que se situaba era la única que había en ese desértico sitio. Material quirúrgico descansaba cerca de él. A presto se encorvó para revisarse el cuerpo, aunque sufrió un rápido mareo y mejor se volvió a la misma postura. Tumbado, dejó que su mente vagara. Su cuerpo se vestía por una bata, una sábana blanca lo cubría hasta el estómago. ¿Le habrían hecho alguna intervención? ¿Habría caído en la boca del lobo y los ciudadanos x lo habían capturado para experimentar con él?

El terror aceleró su pulso al suponer que su fin estaba cerca. A saber qué cosas horribles le iban a pasar. ¡Pero no podía ser cierto! Al final, el destino fatídico del que escapó meses atrás lo había alcanzado y ahora sería incapaz de librarse de él.

Ciertamente, sin embargo, ocurría algo curioso. Subiendo la cabeza notó que una sonda le suministraba algún tipo de suero por una vena mientras una máquina de pulsaciones trabajaba de acuerdo a las pulsaciones de su dedo índice derecho, sujetado por un pequeño aparato.

¿Qué le había sucedido?

-Hola.

Alguien se presentó a su costado y él se quedó petrificado por la aparición tan inesperada. Casi pegó un bote al enfocar el rostro de una chica. Su cara ancha era enmarcada por una lisa y corta cabellera de mechones grises azulados. La caracterizaban grandes rasgos faciales, además de una piel tonificada y lechosa. Entonces, de repente, sus ojos con gruesas y negras pestañas se abrieron en círculos.

-¡Ay, perdón! -dijo con la misma voz aguda de antes, pero ya alarmada-. ¡Te he asustado! Lo siento muchísimo, no era mi intención.

El sobresalto fue mayor en él, pero no dijo nada, temiendo hallarse en manos enemigas.

-Tranquilo -vio su cara de espanto y recelo y alzó ambas palmas en símbolo de paz-. Estás en una especie de fuerte, implementado por mí misma, aunque yo no lo llamaría casa. Para que fuese mi casa, haría falta papel tapiz de color rosa en las paredes. ¡Ah! ¡Y un tema de unicornios! -se rio, desenfadada, y después echó una mirada alrededor-. Para como estamos, no sería tonto pensar que los unicornios son reales, ¿a que sí?

Silencio. El chico se mantuvo como un perrillo asustado, aunque sus rasgos no cambiaron de ser simplemente estoicos.

-¡Por cierto! Mi nombre es Lisa, pero tú puedes llamarme Lisa.

El silencio que se produjo entonces se volvió más punzante. La frente del chico se contrajo y ella se rio por fin.

-¡Que es un chiste, hombre!

-¿Hace cuánto tiempo que estás sola?

A ella le sorprendió la pregunta.

-¿Y por qué supones que lo estoy? -inquirió mientras sus labios se transformaban en una mueca divertida.

-Porque no encuentro humor en lo que dices -contestó sin ser sutil ni un poco-. Si practicaras con alguien más, te darías cuenta que tus palabras no son graciosas.

Impactada, Lisa abrió inmensamente la boca. ¡Pero qué agrio era ese chico! ¡Qué tan fácil podían cambiar las cosas como para decir que ahora le caía mal ese malagradecido! Tan solo bastaron aquellas palabras para que luego se hiciera toda una certera opinión sobre él.

Levantó la barbilla con indignación.

-Parece que tu amabilidad se termina cuando estás consciente. Mientras estabas grave, despertaste en algún momento y me diste las gracias incluso si no sabías quién era y lo que quería hacer contigo. ¿No te limitarías a hacer eso ahora?

Die for you (Lizkook Twoshot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora