Año 1926.El progreso, las nuevas tecnologías son el apogeo de la civilización y con ellas llegan algunas libertades. Nuevos lugares para beber y bailar son abiertos para conocer personas, socializar, todos quieren ser el centro del mundo y dueños de él.
Los humanos ignoran a seres poderosos que los rodean, disfrazados de hombres y mujeres como ellos. Aprovechan a estas personas que se creen lo mejor, creando estos lugares que son su fuente favorita para saciar su sed de sangre y diversión.
Kim Yongsun ese día quería olvidarse del mundo, como mujer de esa época no tenía muchas oportunidades en el ámbito laboral. Una simple costurera, pero ese día su jefe la hizo enfadar, según él, una mujer allí no valía nada. No aguanto y renunció arrojándole un vaso de agua en su cabeza, ella sabía que valía más de lo aquel hombre decía.
Al menos eso esperaba, ahora estaba sola en un bar medio lujoso tomando algo de alcohol, poco, no es que le sentará muy bien. Pensando en que haría a partir de ahora para seguir su vida mundana, ese trabajo pagaba su "independencia", la frustración en sus ojos era notable.
Sostenía con delicadeza el vaso con sus dedos por la orilla, tomo solo un poco del líquido, lo coloco de nuevo en la barra. Su lengua se movía lento por sus labios saboreando el alcohol, decidió voltear a mirar el lugar, la gente bailaba, se divertía con la música que tenía un ruido alto pero no exagerado, deseo por un momento tener a alguien para pasarla así de bien. Su mano busco el vaso sin mirarlo, en un mal movimiento el recipiente se deslizo en la barra impactando contra el piso.
Apenada, la joven de cabello negro y vestido se agachó con cuidado para recoger los trozos, fue torpe al hacerlo, su dedo índice tocó una de las puntas de vidrio.
La sangre comenzó a salir, ella se quejó bajo por el pinchazo. El camarero fue de inmediato para ayudarla, recogiendo los pedazos de vidrios y pidiéndole un momento para traer un botiquín para curar su dedo.
Ella asintió avergonzada, se maldecía por dentro por ser tan torpe.
Una joven movió su nariz ofalteando el delicioso aroma de la sangra, era dulce. Levantó a la chica que estaba en su regazo, la miró confundida, le sonrió dejando ver los colmillos que salían de sus labios.
—Olvida todo, no me conoces y sal de este lugar.
Los ojos de la mujer eran rojos al pronunciar las palabras, la contraria sin protestar hizo caso y salió del lugar sin decir nada.
Acomodo su atuendo, vestía una camisa, corbata y chaleco, junto pantalones y zapatos a juego. Un atuendo masculino que llevaba con orgullo, odiaba los vestidos, si alguien intentaba criticar este estilo, solo debía mirarlos a los ojos e hinoptizarlo. Tal como hizo con aquella chica.
Su cabello largo castaño caía por su espalda y hombros. Salió de la habitación acomodándose por el balcón apoyando sus manos en el barandal. Sus ojos escanean el lugar, junto su nariz, sonrió de medio lado al encontrar a aquella mujer con olor dulce.
Bajo las escaleras despacio, sus pasas firmes y elegantes. Se aproximaba a la chica, de reojo observaba al camarero que ayudaba a vendar su dedo, la mujer sabía que la sangre provenía de ese lugar. Sonriente se situó al lado de ellos.
—Señortia Moonbyul— pronunció asustado al camarero al verla.
El subordinado realizó una reverencia, la cual fue ignorada. La nombrada tenía su atención fija en la pelinegra, la cual le devolvía su mirada con curiosidad.
Moonbyul no era alguien de ignorar, su porte y atuendo llamada la atención de cualquiera, más si ella deseaba que así lo fuera.
—¿Sucedió algo?— pregunto la castaña al camarero con voz de mando.