CARSON
"Me gusta porque lleva un ángel
en su sonrisa y mil demonios
en su cabeza."Tenía la sensación de estar perdiéndome una parte del cuento, como si no fuera digno de que me contaran el final... Y eso me tocaba los cojones... Mucho... No había hecho nada malo, de hecho me estaba portando tan bien que daba asco, pero ella pedía y yo obedecía.
¿Quería que fuera su secretito?
Concedido.
¿Quería exclusividad?
Concedido también.
¿Quería la cabeza de su monstruo para que su conciencia bajo cien y sus preciosas manos no estuvieran llenas de sangre?
Pues se la entregaría en bandeja de plata.
Sin embargo, de la noche a la mañana había decidido ignorarme como si nunca hubiera existido. Había cancelado los ensayos y vuelto al contacto cero; ni siquiera me miraba cuando nos cruzábamos por los pasillos y Jack le había cedido su asiento al lado de Huntington en Inglés, porque sí, volvían ser amiguitas.
Tenía la sensación de que por ahí había un hilo del que tirar, y Addison todavía me debía una...
Pero todavía no.
—Es cosa mía o pareces un poco... ¿agobiado? —comentó Dust enarcando una ceja sugerente.
—No estoy agobiado —repliqué con mordacidad, pero ya me estaba levantando del sillón y quitándole la petaca con la que se estaba echando un buen chorro de vodka en el café.
Era su modo de espabilarse por las mañanas: café con leche y Mamont.
Que gran combinación.
Dust se rio entre dientes al verme darle un lingotazo mientras que Jack parecía bastante confundido ante mi actitud, ya que acostumbraba a que a mí nunca me afectaran las cosas; ni siquiera cuando me encontré el cadáver de mi novia tuve la reacción natural de un novio destrozado.
Drew parecía seguir en su mundo lleno de cavilaciones, aunque sus ojos estaban fijos en los míos, atentos a nuestras interacciones.
—¿Has encontrado lo que te pedí? —gruñí, lanzándole la petaca a Dust en el regazo.
—¡Oye! ¡Más cuidado, que me la aboyas! —protestó él, guardándola con mimo en el bolsillo del pantalón del uniforme—. Fue un regalo de mi abuelo —comentó con un mohín infantil. La mirada que le lancé fue suficiente para que se pusiera serio al instante—. Y sí que lo he hecho, joder —farfulló, mirándome mal—. Pero ¿qué querías que averiguara en una tarjeta SIM? La mayoría de los números se almacenan en la memoria del teléfono. Además, la llamada no duró apenas dos minutos, posiblemente hecha con un móvil prepago y la señal rebotaría en todas direcciones, así que no es localizable —explicó antes de darle un sorbito al café.
Como iba diciendo, el café y el vodka le activaban las neuronas cuando no se pasaba con la dosis.
—Entonces, para encontrar al acosador hay que encontrar a la víctima —dijo Drew, tomando acto de presencia como los espectros con su voz sepulcral y su semblante taciturno.
—Pero Har es una buena tía —contrapuso Jack, apoyando los codos sobre las rodillas con expresión fruncida—. No creo que haya hecho daño a nadie —añadió.
A veces me encantaba la ingenuidad de Jackson; la ternura con la que veía el mundo, como si nadie tuviera crueles intenciones a cada segundo. Era un don y una maldición porque el día que descubriera toda la verdad, la hostia sería terrible.

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PERVERSAS MENTIRAS [HIJOS DE LA IRA I] | Nueva Versión
Teen FictionEL AMOR ES UNA GRAVE ENFERMEDAD MENTAL La Bailarina Siempre he intentado ser perfecta. La hija perfecta. La hermana perfecta. La estudiante perfecta... Siempre he intentado ocultar mis errores tras una capa...